Homilía en la Ordenación Episcopal de Mons. Pedro Ossandón Buljevic
Catedral de Concepción, 12 de diciembre de 2008.
Fecha: Viernes 12 de Diciembre de 2008
Pais: Chile
Ciudad: Concepción
Autor: Mons. Ricardo Ezzati Andrello
Textos bíblicos:
Is. 7,10-14. 8,10
Salmo 66
Lc. 1,39-48
“
Que todos los pueblos te den gracias.
Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con la justicia
y guías a las naciones de la tierra” (Salmo 66).
Eminentísimo Señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz, Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico, Mons Giuseppe Pinto,
Hermanos en el Episcopado,
Sacerdotes, Diáconos, Consagrados y Consagradas, Seminaristas, Fieles Laicos y Laicas,
Autoridades, amigos y amigas
Apreciada familia del Padre Pedro, en especial distinguida Señora Lucrecia, madre del que será ordenado Obispo; muy querido P. Pedro,
1. Hoy nuestra Iglesia de la Ssma. Concepción se viste de fiesta e invita a dar gracias, a cantar de alegría, porque Dios gobierna a su pueblo con amor y guía a las naciones de la tierra con justicia y misericordia. Nuestra Comunidad eclesial experimenta el gozo de una extraordinaria presencia del Espíritu del Señor que ha convocado a tantos hermanos y hermanas en la unidad de una misma fe y de un mismo bautismo para ser testigo de su acción santificadora en la vida de un hermano, el Padre Pedro, llamado a ser sucesor de los Apóstoles en la Iglesia y, de una manera especial, en esta porción de la Iglesia que es la Arquidiócesis de la Ssma. Concepción.
2. Mi primer pensamiento se dirige al Pastor Universal de la Iglesia, el Papa Benedicto XVI. En la reciente visita ad Limina Apostolorum, presentando al Santo Padre al electo Obispo, tuve la ocasión de expresarle toda la gratitud de nuestra comunidad eclesial por el don de esta elección. Bondadosamente, nos aseguró que nos acompañaría con su recuerdo y su oración. Pero, hoy la presencia espiritual del Papa, se hace visible en la persona de su representante en nuestra patria, Mons. Giuseppe Pinto, Nuncio Apostólico de Su Santidad.
Gracias, Excelencia, por su presencia y por hacer presente la persona del Santo Padre en esta celebración.
3. La gratitud de nuestra comunidad se extiende a la Iglesia de Santiago y, en especial, a su Arzobispo el Card. Francisco Javier Errázuriz Ossa. El Padre Pedro viene a nosotros desde la Arquidiócesis de Santiago, que es su Iglesia madre, la que lo acompañó en el discernimiento vocacional y en el proceso de maduración hacia la Ordenación presbiteral; la Iglesia que lo acogió en su presbiterio y que le confió diversas responsabilidades pastorales, en parroquias y capillas, entre ellas la parroquia Santa Cruz de Mayo y San Cayetano de la Legua; la Iglesia que, en los últimos años, le confió la responsabilidad de compartir el peso pastoral del Obispo, como Vicario suyo en la Zona Pastoral Norte de Santiago.
Querido Señor Cardenal, hermanos Obispos Auxiliares, Presbíteros, Seminaristas, Laicos y Laicas de la Arquidiócesis de Santiago, gracias por compartir con esta Iglesia de Concepción, el don de la vida y del ministerio de uno de sus sacerdotes.
4. Saludo con afecto fraterno a todos los Señores Obispos quienes, junto conmigo, impondrán sus manos sobre el Obispo electo, confiriéndole así el don del Espíritu Santo para su misión episcopal. Juntos, pediremos que la fuerza que procede del Padre, que el Padre confió a su amado Hijo, y él a su vez, comunicó a los Santos Apóstoles, inunde, de hoy en adelante, la vida del Padre Pedro, para que sea fiel administrador de los misterios de Cristo, buen pastor, dispuesto a gastarse gustosamente por la vida del rebaño, para que tengan vida.
La presencia de cada uno de ustedes manifiesta el afecto colegial y la comunión sacramental que nos une como sucesores de la Apóstoles y, al mismo tiempo, recuerda al nuevo Obispo que, desde hoy, forma parte del Colegio Episcopal, en comunión con el Sucesor de Pedro y partícipe de la solicitud pastoral por todas las Iglesias.
5. Dirijo un afectuoso saludo a la mamá, hermanos, hermanas y familiares del nuevo Obispo. La ordenación episcopal de su hijo y de su hermano es una gracia que hunde sus raíces en una gracia anterior: la gracia del Sacramento del Matrimonio y de la familia cristiana.
En la conversación que sostuve con la mamá del nuevo obispo esta mañana, pude descubrir que la gracia de su matrimonio cristiano se alimentaba en la lectura diaria de la Palabra de Dios y en el rezo del santo Rosario.
“La vocación de un hijo, repetía el Papa San Pío X, pasa por el corazón de la Madre”. Es por eso que Ud., señora Lucrecia, sus hijos y su esposo Carlos, que encomendamos a la misericordia divina, han sido instrumentos providenciales para la realización del proyecto de Dios en la vida de su hijo Pedro. Siga y sigan acompañándolo con su oración y con su afecto.
6. Querido hermano Pedro, por la imposición de las manos de tus hermanos Obispos y la oración consagratoria, serás constituido miembro del Cuerpo Episcopal, sucesor de los Apóstoles, Maestro de fe, santificador del Pueblo de Dios, guía y pastor que conduce hacia la vida: “Para que tengan vida”, como dice tu lema episcopal.
En algunos instantes más, prometerás consagrarte por entero al ministerio episcopal, anunciando con fidelidad y constancia el Evangelio de Jesucristo, edificando la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en comunión y participación orgánica; cuidando del pueblo Santo de Dios y guiándolo bondadosa y comprensivamente hacia el Reino.
Prometerás conducir tu vida imitando la caridad del único Buen Pastor, especialmente en tu relación con los presbíteros, los diáconos, los consagrados, y los fieles más comprometidos. Un gesto significativo de la Ordenación te pondrá bajo el libro de los Evangelios, que recibirás, después entre tus manos para indicar la misión de proclamar la Palabra de Dios, con el deseo de instruir con toda paciencia y perseverancia. El crisma que perfumó tu corazón en el Bautismo, y consagró tus manos en la Ordenación sacerdotal, será derramado, ahora, sobre tu cabeza para significar que has sido hecho partícipe del sumo sacerdocio de Cristo y como El “enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la visita a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc. 4,18-19)
Recibirás un anillo que te recordará la fidelidad sin tacha que debes a la Iglesia y el servicio al que estás consagrado. Y, finalmente, recibirás la mitra, signo de santidad que deberá brillar en ti y el cayado de pastor que te recordará al Buen Pastor, a quien imitar. El Buen Pastor que conoce a sus ovejas, va delante de ellas, que por ellas, da la vida, mientras no se cansa de buscar a las que se han perdido o alejado del redil (Cfr. Jn.10)
7. Querido Pedro, frente a la gracia sublime del ministerio al cual nos consagra el Espíritu del Señor, sentimos la fragilidad y la pobreza de nuestro ser. Como en Pedro, surge espontánea también en nosotros la reacción que expresa la desproporción entre quienes somos y la tarea que se nos confía: “Aléjate de mi Señor, que soy un hombre pecador”. Nos debe alentar, sin embargo, el gesto de absoluta confianza de Jesús: “¡No tengas miedo, Soy Yo!”. En la confianza que se fortalece en el trato íntimo con el Maestro, ese trato que nos invitó a cultivar el Papa Benedicto en la reciente visita ad Limina: ….“Os invito a cultivar una intensa vida interior y de fe profunda, porque en el trato íntimo con el Maestro en la oración, maduran las mejores iniciativas pastorales para responder a las necesidades espirituales del pueblo fiel y, así, partiendo de Dios podremos llegar hasta nuestros hermanos con una palabra eficaz de Esperanza”.
No te faltará la ayuda materna de la Virgen María. Ella es la Reina de los Apóstoles, el signo que Dios envía para anunciar que El es `Emanuel¨`, “Dios con nosotros”; la madre del Señor que viene a visitarnos llevando el fruto bendito de su seno, que invita a cantar la grandeza del Señor y a estremecerse de gozo en Dios Salvador que mira la pequeñez de sus servidores.
Desde Guadalupe, como a Juan Diego, Ella te invita a la confianza: “No temas ¿no estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás tu bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría?”.
8. Querido Pedro, llegas a una Iglesia rica de historia y de santidad. Desde 1563, el Obispo Antonio de San Miguel, en la primera sede de nuestra comunidad diocesana, La Imperial, dió vida a un impresionante movimiento de evangelización y promoción humana. Luchó contra la pobreza y las injusticias. Recorrió el extenso territorio de la Diócesis, escuchando el clamor de los indígenas y realizando esfuerzos gigantescos para acercar a los pueblos rivales. Algunos historiadores lo han definido “un poco utópico”. Pero, ¿no es eso lo que necesitamos en esta hora de Misión Continental?.
¡No temas … confía!
Cristo es “la esperanza que no defrauda” (Rom. 5,5).
María la estrella de la nueva evangelización.
Bienvenido, Obispo Pedro! Bienvenido a sumar tus jóvenes energías de pastor, a la misión de esta Iglesia, que quiere ser signo e instrumento de esperanza para cuantos habitan en esta Región, bienvenido a esta Iglesia que te acoge como hermano y pastor.
Amén.
