“No todos los que dicen Señor, Señor, entrarán en el Reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial” (Mt 7, 21).
1.- Convocados por el Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano) y el SELACC (Secretariado Latinoamericano y del Caribe de Caritas) nos reunimos, agentes pastorales: obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos y laicas de América del Sur, para celebrar el “Seminario Taller Regional sobre Dignidad y Derechos Humanos”, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, del 17 al 21 de noviembre de 2008.
2.- Abriendo los oídos del corazón, constatamos como personas, ciudadanos y creyentes, que en nuestro Continente tienen lugar continuas violaciones de los derechos humanos, en las diversas etapas de la vida, así como en las distintas realidades sociales, étnicas, etarias, de género, que nos ofenden y nos duelen, porque ofenden al Dios vivo: Si al más pequeño se lo hiciste, a mí me lo hiciste, dice Cristo (Cf. Mt 25, 31 ss).
3.- Nos reconocemos parte de una historia construida con movimientos sociales y políticos, con trabajadores y campesinos, con razas y etnias que hicieron y hacen caminos para la dignidad humana y que en esta Iglesia, pobre y creyente, un memorial de testigos, mártires y agentes pastorales sirven noblemente a esta causa de la dignidad humana, signo sagrado de la vida, y que hoy es de todos los pueblos.
4.- Nos interpela la sociedad que estamos construyendo, materialista, consumista, hedonista, narcisista, discriminatoria, desacralizante, que no guarda ninguna relación con la construcción primaria de la inviolable dignidad de hombres y mujeres, desde la cual estamos llamados todos, creyentes y no creyentes, a construir la sociedad justa, equitativa, solidaria y humanizante.
5.- Nos duele, además de las cifras crecientes de pobreza, inequidad, exclusión e infrahumanidad que constatamos en el vivir cotidiano; la falta de hacernos parte ética, política, social, económica y religiosamente, en la denuncia profética y en la transformación de esta realidad, que dificulta el proyecto de una sociedad buena para todos y todas y la construcción del Reino de la Justicia y la paz.
6.La crisis financiera, generada por un capital sin ética, dejó de manifiesto donde esta el “corazón “ de los hombres, en el modelo neoliberal imperante en que los miles de millones de dólares que salvan la “vida de la ambición, del egoísmo y la especulación”, constituyen una infamia a la condición humana de millones de hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y ancianos empobrecidos y con hambre que no tienen “vida” . Es una afrenta al Dios de la Vida.
7.- Rechazamos tanto la realidad deshumanizante a la que se ven sometidos la gran mayoría de trabajadores y trabajadoras, signada por la explotación, indefensión laboral, bajos salarios, precaria seguridad social, como los flagelos del desempleo o del sub empleo, que excluyen a millones de latinoamericanos y latinoamericanas de la posibilidad de garantizar su propio desarrollo.
8.- Vemos con preocupación la realidad de nuestros hermanos y hermanas indígenas, campesinos y afro-descendientes a quienes tal como señala Aparecida se les niegan sus derechos a su propia identidad y al desarrollo (Cf. Aparecida 56).
9.- Es una infamia, que nuestra casa común, creada por Dios para todos y todas, hoy se vea devastada por las lógicas del mercado que priman el capital por sobre el vivir de las personas y su habitat. Tenemos derecho al desarrollo humano sustentable.
10. Nos alegra y abre caminos de esperanza la creciente conciencia ciudadana, sobre su dignidad y derechos, que ha conllevado a una mayor participación política, en la construcción de la Patria de Todos. Particularmente, el rol protagónico de la mujer en la sociedad.
11. Celebramos la existencia y la consolidación de organizaciones comunitarias, que nacen en la reflexión y necesidades de hombres y mujeres, que tienen sentido del empoderamiento en los derechos que le son propios y desde los cuales, responsablemente, empiezan a asumir el control social de las políticas públicas.
12. Damos gracias porque en los caminos del derecho, durante la última década, se han dado pasos significativos en la defensa de las mujeres, niños, niñas, adolescentes, adultos mayores, minorías étnicas y personas con discapacidades, que se enmarcan en las constituciones que incorporan los acuerdos del derecho internacional en materia de dignidad y derechos humanos.
13. Fieles a Jesús el Cristo, gritamos sobre los techos de todas nuestras casas para descubrir juntos los caminos que hagan posible el compromiso de la construcción de una sociedad que dé respuesta al clamor de las personas excluidas, pobres y marginadas.
14. Mostrando a la humanidad el rostro misericordioso de Dios, queremos solidarizarnos con los desheredados de la tierra, con los rechazados, marginados y excluidos, para convocarlos y acompañarlos, como compañeros de camino, a la mesa de la Vida, a la cual han sido llamados desde antes de nacer.
15. La Historia se abre al anuncio del Espíritu, que construye la experiencia de una práctica coherente con el Evangelio, manifestada en la Doctrina Social de la Iglesia y que en Aparecida nos llama a tomar el arado y no mirar hacia atrás, por lo cual reafirmamos el compromiso de promover y testimoniar los principios de la Inviolabilidad de la Vida Humana, el Destino Universal de los Bienes, el Bien Común, la Opción Preferencial por los Pobres, la Solidaridad y la Subsidiaridad.
16. La ética que construye la inviolabilidad de los derechos humanos nace en el reconocimiento del sentido sagrado de la Vida.
17. La Paz para nuestros pueblos sólo será posible en el respeto de los derechos humanos, en la presencia de estructuras justas y en la responsabilidad de todos y todas para construir una democracia social, política, económica y cultural, sostenida en el compromiso ciudadano y de una sociedad civil, que exige del Estado una Ética centrada en la dignidad humana y, en el mundo económico-empresarial se constituya en el fundamento de su hacer en lo público como privado.
18. Nos unimos en todas las naciones y pueblos para celebrar los 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, camino de la memoria histórica de la dignidad humana y de los deberes de la inteligencia que anima el Espíritu.
Que el espíritu del Sermón de la Montaña (Cfr. Mt 5.1-12 Las Bienaventuranzas), nos anime e impulse con alegría y esperanza cierta para que, desde esta Pastoral de los Derechos Humanos, como discípulos y misioneros de Jesús el Cristo, demos con alegría razones de nuestra fe y en los montes y cañadas, en las caletas y puertos, fábricas y siembras, campos y aldeas, en todas las ciudades, saldremos a los nuevos caminos de Jericó ( cfr.Ev.Lc. 10,25-37.Parábola del Buen Samaritano) de nuestra América Latina, para anunciar el Camino Verdadero de la Vida y denunciar los caminos de muerte, para que entre todos construyamos la Casa de Todos.
Santa Cruz, 21 de noviembre de 2008
