Queridos hermanos y hermanas:
Es tan evidente la importancia de la Virgen María en la vida de un cristiano, es cosa de mirar la vida de Jesús: comenzó con María, siguió con María y culminó con María. Todo el tiempo la madre Jesús contemplándolo de cerca y de lejos, todo el tiempo. Por lo tanto, queridos hermanos, es tan evidente, es tan claro, que si nosotros queremos ser como Jesús, que para eso hemos sido bautizados, que para eso hemos sido puestos en este mundo; si queremos ser como Jesús tenemos que vivir la vida cerca de María. ¿Y qué hace la Virgen? El Padre Hurtado decía que la Virgen no ejerce poder sobre nosotros sino que nos influye. La madre influye, la mamá en la casa influye, el género femenino en una parte, un país influye. La Virgen Santísima, como las madres, es experta en crear un clima adecuado, y el clima que María crea es el clima adecuado para escuchar a Jesús, para contemplar a Jesús, para imitar a Jesús.
Queridos hermanos, nuestra vida no tiene otro horizonte, nuestra patria no tiene otra posibilidad que tengamos hombres y mujeres mejores para que el país sea mejor. Para que la familia sea mejor necesitamos personas mejores; de nada servirán los esfuerzos de hacer leyes, de construir casa nuevas, de fundar hospitales y colegios, de nada servirán si no tenemos personas nuevas, personas con un corazón nuevo. Esa hermosísima frase de San Agustín que tantas veces hemos repetido: nosotros somos el tiempo, si nosotros somos mejores los tiempos serán mejores.
Por eso este día de Oración por Chile, porque le pedimos a la madre de Dios, que todos nosotros: gobernantes y gobernados, papás y mamás, jóvenes y niños, sacerdotes y religiosas; a todos nosotros la Virgen nos incluya para que nosotros vayamos creciendo como otros Cristos. Si no somos Cristo perdemos el tiempo, si no somos Cristo perdemos la vida. Ser Cristo, esa es nuestra tarea, esa es nuestra misión, eso es lo que a gritos nos pide el alma, que seamos Cristo, para eso hemos nacido queridos hermanos y la que mejor nos puede ayudar para eso es la Virgen Santísima; por eso todos los santos han amado tiernamente a la Virgen.
San Juan, hace dos mil años, el Santo Cura de Arse tenía en su parroquia una imagen de la Virgen y adentro del corazón de la Virgen anotó todos los nombres de las personas de la parroquia. Hace un rato, Juan Pablo II: “todo tuyo soy María”. Madre Teresa de Calcuta: ¿Cuál es su secreto? Mi secreto es la oración, mi secreto es estar cerca de María.
Queridos hermanos, queremos tener vida linda, queremos ser otros Cristos. El camino uno solo. Estar cerca de María, dejarnos influir por su presencia amorosa, respetuosa y tierna que no conoce otro horizonte que vernos como otro Jesús, educarnos para que seamos otro Jesús. Por eso el Papa Benedicto, en Lourdes, acaba de decir de nuevo, repetir de nuevo, que el Rosario es una escuela maravillosa para aprender a contemplar a Cristo con los ojos de María. Nosotros si queremos ver a Cristo tenemos que mirarlo con María sino no lo podemos ver. María ve a Cristo y nosotros con Ella.
Celebremos la misa, muy contentos, porque hoy, como siempre, la Virgen hace lo que sabe hacer: nos trae caminando de lejos para encontrarnos con Jesús; esa es la procesión, caminando por las calles de la vida para llegar a encontrarnos con Jesús. Si vamos con María es seguro que vamos a llegar.
Así que celebremos con gozo este encuentro que preparó la madre, nuestra madre para nosotros. Nos ponemos de pie para confesar nuestra fe: En Ti, en Ti, en Ti Señor hemos puesta nuestra fe.
† Horacio Valenzuela Abarca
Obispo de Talca
