San Bernardo, 10 de agosto de 2008
Queridos sacerdotes, diáconos, religiosas y fieles de nuestra diócesis:
El mes de agosto nos trae un regalo inmerecido del cielo: cinco nuevos sacerdotes para el servicio de nuestras parroquias y para atender las necesidades espirituales de los fieles de nuestra diócesis de San Bernardo, que recibirán la ordenación sacerdotal el Domingo 17 de agosto a las 16.00 horas en la Iglesia Catedral. Es un regalo que Dios nos concede, en el mismo día en que la Iglesia en nuestro continente inicia un tiempo de Misión, cuyo objetivo esencial es procurar que muchos hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes tengan un encuentro personal con Cristo por medio de la Iglesia y particularmente acercándose a la Gracia divina, a través de los sacramentos de la fe, la lectura meditada de la Palabra de Dios, el servicio a los más pobres y desvalidos, la cruz del Señor y una renovada devoción a la Madre de Jesús, la Virgen María.
Es también la respuesta de Nuestro Señor a la oración incesante, pidiendo obreros para su mies, que venimos haciendo desde hace ya tiempo. Ante tanta generosidad sigamos rezando diariamente la oración por las vocaciones que nos dio el Papa Benedicto, en las comunidades, en nuestras familias, solos o con otros, porque Nuestro Señor quiere que le pidamos. Como enseñó San Agustín “la vocación no es debida a nuestros méritos, sino a la benevolencia y misericordia de Dios” (SAN AGUSTIN, Coment. sobre el Salmo 5). Por eso hemos de acogernos a ella y agradecer tan inmensos dones.
Esta nueva ocasión de comprobar la bondad divina para con nosotros, es el momento para que cada uno se examine acerca de su empeño por promover vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, pues ya no nos debe caber duda alguna de que hay muchos jóvenes dispuestos a seguir fielmente al Maestro.
Para que las vocaciones surjan es necesario orar, ofrecer muchos sacrificios, pequeños y grandes, pero también saber secundar la acción de la gracia divina metiendo en el corazón de los jóvenes deseos grandes de entrega y generosidad, cuya máxima expresión es la donación de la propia vida al Señor. Así hizo el Señor, llamó uno por uno a los que él quiso, (cf Mc.3, 13) escogió a cada uno de los discípulos. Así también hicieron los primeros cristianos pegando el fuego de la propia entrega a otros. Así debemos hacer también nosotros en este tiempo en que toda la Iglesia camina en América Latina y el Caribe, buscando caminos para ser verdaderamente misionera.
Queridos jóvenes, dejen entrar a Cristo en sus vidas, ábranles las puertas del corazón, para que si es Su voluntad se puedan entregar completamente a su servicio en el sacerdocio o en la vida religiosa, pues no hay don ni regalo más grande que la llamada divina, ni tampoco hay promesa mayor que el premio que el Señor promete a los que dejándolo todo lo siguen: el ciento por uno en esta vida y la seguridad de la vida eterna.
Queridos padres y madres de familia; no hay manifestación más grande del amor de Dios a ustedes que escoger a uno de sus hijos o hijas para que le sirva en la vida sacerdotal o religiosa.
A los educadores de nuestros colegios también es necesario decirles que entre los alumnos y alumnas están las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Pero surgen cuando el ambiente de la familia y la comunidad educativa deja entrar la acción de Dios, cuando Dios tiene un lugar en esa familia o escuela y eso se expresa en el ejemplo de vida de los maestros. Oigamos la sana y fuerte advertencia de San Ambrosio, santo obispo de Milán: “sé de no pocas jóvenes que, deseosas de consagrar a Dios su virginidad, no lo consiguieron por estorbárselo sus madres [...], a tales madres dirijo ahora mi discurso y pregunto: ¿no son libres vuestras hijas para amar a los hombres y elegir marido entre ellos, amparándolas la ley en su derecho aun contra vuestra voluntad? Y las que pueden libremente desposarse con un hombre, ¿no han de ser libres para desposarse con Dios?” (Trat. sobre las vírgenes, 1).
Al agradecer estas nuevas vocaciones al sacerdocio, pidamos al Santo Cura de Ars, cuya fiesta celebramos el día 4, que nos conceda muchos y santos sacerdotes, que sean fieles hijos de la Iglesia y devotos hijos de la Madre de todos los sacerdotes, María.
Con mi bendición
+ Juan Ignacio González Errázuriz
Obispo de San Bernardo
