Una invitación al diálogo
El 8 de Mayo pasado se reunieron los presidentes de los partidos políticos chilenos, convocados por la Comisión Bicentenario de la Iglesia de Santiago, para dialogar entre ellos sobre las perspectivas que ofrece el Bicentenario de nuestra Independencia Nacional. Habían sido invitados por el Sr. Cardenal Arzobispo de Santiago, quien los acogió con cordialidad y respeto, y escuchó atentamente sus planteamientos y puntos de vista.
El Grupo Desarrollo de la Comisión Bicentenario del Arzobispado, en forma previa, les había hecho llegar un documento titulado “Iglesia, Desarrollo y Bicentenario”, con el objetivo de motivar un diálogo sobre la celebración del Bicentenario y sentar bases de un intercambio de puntos de vista sobre el desarrollo futuro de nuestro país. Se recapitulaba también allí el pensamiento de la Iglesia sobre el gran tema del desarrollo.
Se había planteado también a los Presidentes la propuesta de centrar sus posiciones en tres grandes temas, a saber,
- visión de los partidos sobre la evolución histórica de Chile;
- el estilo de desarrollo que postulan para nuestro país;
- aporte de la Iglesia al desarrollo de Chile.
En definitiva, la intención era hacer con motivo del Bicentenario un alto en el camino de nuestra evolución como país, y sentar bases de diálogo y convivencia que permitan un nuevo esfuerzo de construcción de nuestra Patria, a partir del dinamismo que surge de los valores esenciales que sustentan nuestra identidad nacional.
Respuesta de los Partidos
La reacción de los partidos se ha expresado, en primer lugar, en la concurrencia de todos los convocados, Partidos: Comunista de Chile, Demócrata Cristiano, Humanista, Por La Democracia, Radical Socialdemócrata, Renovación Nacional, Socialista y Unión Demócrata Independiente, a través de los presidentes y representantes oficiales.
Todos los partidos respondieron entregando documentos en que exponían sus puntos de vista. En el Encuentro del 8 de mayo, cada participante expuso una síntesis de sus planteamientos, en forma breve, en un clima de respeto y con veracidad, sin ocultar discrepancias ni silenciar sus opiniones. Se proyecta hacer una publicación con todos esos documentos.
Naturalmente los textos confrontados representan visiones diferentes, que reflejan la diversidad de opiniones que justifica la existencia misma de los partidos. Sin embargo, se encuentran también en ellos ideas, sentimientos y propuestas que parecen ser más comunes o cuya diferenciación no es excesiva. Eso refleja un sustrato común de identidad nacional y amor a la Patria – aunque desde prismas distintos - como así mismo la experiencia vivida y los problemas compartidos y enfrentados en el curso de nuestra historia.
Las líneas que siguen pretenden resumir esa visión común, o aquellas perspectivas que pueden ser convergentes en la construcción del futuro, sin ocultar las diferencias pero sin magnificarlas.
Existe acuerdo en que el Bicentenario puede ser una ocasión de reencuentro con “el alma de Chile”, un punto de partida para construir el futuro y, quizás, una ocasión para cambiar la mirada y despertar la esperanza de los chilenos.
Una visión de la Historia
Naturalmente Chile es más que una suma de efemérides históricas. A partir de su Independencia, el país inició un camino que lentamente fue cambiando la sociedad tradicional, para construir una sociedad moderna. Se reconoce la convicción de los precursores y Padres de la Patria, de crear una sociedad distinta de la que imponía la Colonia.
Es un hecho que en dicho proceso han convivido diferentes tendencias, que han debido superar sus contradicciones, para impulsar un proyecto de sociedad más democrática, solidaria y fraterna. Ha sido complejo ir cerrando diversas brechas de desconfianza; algunas ciertamente persisten.
En el curso de las décadas, debieron enfrentarse posiciones diferentes e incluso antagónicas, pues no fue fácil avanzar desde la sociedad tradicional, muy desigual, sustentada en el poder e influencia de grupos dominantes, hacia la sociedad actual, que tampoco es perfecta. Sin embargo refleja un avance en cuanto a libertad de las personas y mayor igualdad de oportunidades.
Se pueden percibir diferencias en cuanto a la visión del pasado tradicional, que unos ven como una base sólida que permitió reformas paulatinas. Hay a veces un dejo de nostalgia. Se valora en las primeras décadas post independencia la construcción de un Estado consolidado, la afirmación de ciertas identidades que por su fuerza se mantienen hasta hoy, una actitud de trabajo y austeridad que nos hizo respetables. Otros tienen una visión más crítica, hacen presente las injusticias sociales y acentúan los aspectos oligárquicos de una sociedad muy desigual, que desconoció el origen multiétnico de nuestra nacionalidad.
Con todo, el esfuerzo democratizador desplegado por sectores sociales y políticos, tuvo como resultado la inclusión paulatina de nuevos sectores sociales antes marginados. También hubo a veces retrocesos y el regreso a patrones tradicionales. En ocasiones grandes disputas no pudieron ser resueltas sino por la fuerza de las armas. Nadie quiere volver a aquellos tiempos, pues se considera que la violencia nunca garantiza resultados a la medida del ser humano y sus verdaderas aspiraciones. Muchas veces engendra más violencia física o moral, o bien origina rencores que perviven por años y años.
Este proceso, con sus luces y sus sombras, ha permitido avanzar hacia una revalorización de la persona en la sociedad y el reconocimiento de sus derechos, que se facilitan mediante la expresión de sus realidades sociales colectivas. Pero la reivindicación de los derechos olvidando a veces los deberes, ha provocado también un exacerbado individualismo, que todos perciben en nuestra sociedad actual.
Un factor muy positivo en la suma final de este proceso es el reconocimiento que las instituciones son, en última instancia, instrumentos al servicio del hombre, posibles de transformar con el común acuerdo de la sociedad. Todos aspiran a lograr esos acuerdos, pero no siempre es fácil ceder en posiciones propias en pro del bien común. Esa es la tarea democrática, donde no se debe busca vencer a nadie, sino convencer a los más posibles.
Se reconoce también como logros colectivos la revalorización de la persona dentro de la sociedad, la acentuación de la responsabilidad personal y el incentivo a la creatividad. Se ha dejado de lado una mirada puramente nacional para insertar a Chile definitivamente en lo internacional.
Qué desarrollo para nuestro país
El estilo de desarrollo que cada Partido plantea para el futuro está naturalmente vinculado a los principios y convicciones que le dan su razón de ser.
Junto con las diferencias que en algunos aspectos son de fondo, pero en muchos otros solo de matices, se perciben también ciertas visiones fundamentales en que parece haber mucha más concordancia, o mejor dicho confluencia hacia una visión mas compartida del país futuro que se postula.
Hay una convicción común de que el Estado debe respetar la libertad y los derechos de las personas, convicción forjada después de duras experiencias de un pasado cercano y que no se ha olvidado.
Se entiende que el bien común es mucho más que la mera suma de bienes individuales, y que la sociedad debe ser una realidad que integra y no una simple agregación de sujetos. Se valora la solidaridad como criterio de convivencia. Se postula entonces una sociedad más integrada, menos segregada y más acogedora. Una sociedad de ese tipo es indispensable para que el país pueda dar un salto en su nivel de desarrollo.
Nadie quiere un Estado todopoderoso, pero se rechaza minimizar sus importantes funciones. Se le ve más como un instrumento al servicio de la sociedad que como un rector de la misma, pero se enfatiza su rol activo como un impulsor de la economía y un garante de las posibilidades de los más desfavorecidos. La actual economía abierta de mercado es reconocida en su eficacia, pero se destaca que el mercado no puede regir todos los aspectos de la vida social. Más aún, se afirma que el mercado necesitaría más competencia y menos concentración.
No debe ser el Estado el principal promotor de la riqueza, pero le corresponde un papel regulador de las fuerzas sociales y económicas del país, para promover su convergencia hacia un proyecto nacional de desarrollo.
Se habla de la necesidad de promover una estrategia de desarrollo integral y sustentable, que logre equidad social y el crecimiento de todos los habitantes. Se desea un país que se inserte exitosamente en la economía global y asuma con fuerza los cambios tecnológicos.
Frente al proceso de globalización en plena marcha, se plantea por algunos la inquietud por la inexistencia de normas también globales que regulen la actividad económica mundial. Se habla así mismo de una globalización de la solidaridad. Se teme una globalización con hegemonía de las finanzas y la técnica, que tienda a amplificar las desigualdades, desconsiderar el medio ambiente, afectar la diversidad de las culturas.
Algunos partidos ponen especial énfasis en una excesiva concentración del poder tanto en la dimensión económica como en la política, y en la influencia a veces determinante de la primera sobre la segunda. También se menciona la existencia de una relación extremadamente desigual entre los ciudadanos y los grandes actores económicos, y de un mercado laboral desequilibrado. El tema del ingreso justo del trabajo está presente y se postula también la necesidad de una provisión de bienes públicos de calidad, ya que éstos son los que sirven a toda la colectividad, sin excepciones.
En cierto modo se reconoce que una visión excesivamente estatista, en períodos pasados, puede haber llevado al país demasiado lejos en el sentido inverso.
Actualmente no se duda que el sector privado es un actor clave en el desarrollo económico, y el Estado debe asociarse con ese esfuerzo y facilitarlo, pero se teme que el sector público sea capturado por intereses privados.
Se estima que el país debe hacer un gigantesco esfuerzo público – privado para ir más allá de la economía exportadora de recursos naturales y avanzar hacia la sociedad del conocimiento.
El tema de la educación concita por cierto una preocupación general. No entraremos aquí en los matices de los diversos planteamientos, que la coyuntura actual ha puesto en evidencia.
La búsqueda del desarrollo exige una comprensión amplia y armónica de sus dimensiones. Así, el desarrollo no debe ser percibido como el puro crecimiento económico, ni puede ser medido en términos meramente cuantitativos. Se estiman fundamentales los valores culturales y espirituales, el respeto de la naturaleza y el medio ambiente. Hay una coincidencia muy transversal en la necesidad de tomar muy en serio el desafío medio ambiental.
Por otra parte, la riqueza de las naciones, lo que hoy día los economistas llaman capital humano, promoción de la salud, calidad de vida, conocimiento y destrezas en cada ser humano, es visto como un objetivo preferente.
Se aprecia por todos la necesidad de una sustentabilidad social, y aunque se reconoce que en materia de combate contra la miseria y disminución de la pobreza se han dado pasos importantes, nadie deja de relevar la importancia de mantener este vector de política pública con una alta prioridad.
La preocupación por la familia es también un punto que todos ponen de relieve, con distintos énfasis. Situaciones como la fuerte disminución de la tasa de matrimonios y una tasa de natalidad por debajo del nivel de sustentación de la población actual, es considerada por algunos como una disminución de la esperanza en la vida misma.
Se afirma que el 80% de los jóvenes quieren creer en el amor para toda la vida y ven que la familia es el lugar más propio de la afectividad. Sin perjuicio del énfasis en la familia como núcleo y origen de toda sociedad, se acepta actualmente la diversidad de situaciones familiares y se postula la preocupación del Estado por todas sus formas. Hay aquí sin duda algunas diferencias que no se pueden eludir, pues para muchos se juegan cuestiones fundamentales relacionadas con la misma naturaleza humana.
Otro aspecto en que las coincidencias son evidentes es la necesidad de construir Chile desde las regiones y gobiernos locales. El centralismo tan característico de nuestra realidad, es visto como una dificultad mayor. La Comuna sería para muchos el lugar donde se debe generar la satisfacción de un mayor número de necesidades de las personas. Pensar en lo global pero actuar desde lo local, parece ser una intención muy compartida.
Para más de un partido el ejercicio pleno de la democracia exigiría en el futuro una nueva Constitución Política. Precisan algunos que el sistema político actual no garantizaría la representatividad de todos los chilenos, y se debe terminar con exclusiones. Aspiran también a que las normas constitucionales garanticen mejor los derechos sociales.
El aporte de la Iglesia
Es un hecho que nadie quiere confundir la religión y la política. Chile es un país de creyentes, interconfesional, un país donde la Iglesia y el Estado están separados, pero que en ocasiones cooperan en un abrazo vivificador.
Ningún Partido se plantea como confesional. Se entiende que las cuestiones contingentes no admiten una respuesta única, desde una perspectiva espiritual. Algunos mencionan explícitamente su inspiración en los valores del humanismo cristiano, pero todos sin salvedad señalan su respeto y consideración a las convicciones religiosas de una gran mayoría de los chilenos. Se destaca el sustento ético que ha aportado el cristianismo a nuestra sociedad.
Existe la percepción que en las últimas décadas, a partir de la defensa de la vida y de la dignidad de las personas, surge una significativa acción de la Iglesia Católica, que se alza como la voz de los sin voz, proyectando una luz de esperanza.
La Iglesia Católica y las denominaciones cristianas en general son parte constitutiva de la identidad cultural chilena. Se reconoce que la Iglesia Católica ha jugado un papel muy relevante en la historia de Chile; ha formado a muchísimas generaciones en los valores de la solidaridad y de la fraternidad. Ha jugado un papel insustituible en la defensa de los derechos humanos y de las personas.
En algunas exposiciones se destacó que la Iglesia tiene una virtud que probablemente es escasa en la vida pública, no hace cálculos de ninguna especie y habla desde los principios y valores que están en la base fundacional de nuestra sociedad. También se dijo que se debe reconocer que la Iglesia llama a la conciencia de todos a defender el principio de la inocencia de las personas, a no condenar ni sacrificar a las personas por hechos que no están comprobados. Se valora también un alejamiento del clericalismo de antaño.
Muchas veces en la actividad política se usan los medios de comunicación para denostar a las personas. Se hizo presente que la Iglesia nos llama a la convivencia. Para los políticos es muy importante contar con lugares de encuentro de la naturaleza que ofrece la Iglesia.
En general se estima que la religión genera un profundo vínculo comunitario entre los creyentes, y puede estar llamada a participar de una manera mas protagónica en la construcción de una sociedad más justa, igualitaria y fraterna.
Según el sentir de muchos, los partidos políticos y las iglesias, las universidades, las organizaciones sociales y el vasto tejido social, son testigos de nuestro devenir y pueden ser garantes de lo mejor de nuestras tradiciones.
Los partidos valoran pues el aporte de las iglesias. Hay una disminución de antiguos laicismos militantes que conoció nuestro pasado. Ahora se espera el aporte de una visión espiritual a la esfera pública y a la convivencia nacional.
Conclusiones
No cabe sacar conclusiones propiamente tales de este intento de síntesis. Su carácter es más bien enumerador de perspectivas y posibilidades futuras. La intención ha sido subrayar las coincidencias y lo positivo que hay en el pensamiento e intenciones de los partidos. Destacar las carencias y los puntos débiles sería fácil pero poco constructivo. En general todos sabemos “mirar la paja en el ojo ajeno” pero nos cuesta reconocer lo bueno que hay también en los demás.
Puede decirse sin embargo, que en cuanto al futuro que aspiramos los chilenos, hay una visión bastante semejante. Es más bien en los esquemas teóricos, en los métodos y en las fórmulas para conseguir esos objetivos, donde se presentan las diferencias.
Por otra parte, los criterios disímiles surgen muchas veces de una larga experiencia histórica, dos siglos en que los chilenos hemos debido enfrentar adversidades, soportar desigualdades y lograr entendernos con esfuerzo.
Es mirando el pasado, con una memoria agradecida como es posible afirmarse en todo lo positivo de éste, superar sus aspectos negativos para proyectarse al futuro. La sociedad chilena ha logrado hacerlo, en buena medida, en dos centurias.
Como concluye el “Compromiso de los Partidos Políticos por el Bicentenario” mediante la práctica de la amistad cívica y “con la continuación de estos encuentros, que ya han sido precedidos por dos diálogos con el auspicio de la Iglesia, hasta la celebración misma del Bicentenario, con el objeto de precisar los valores que compartimos y encontrar medios de ponerlos en práctica”.
La Iglesia y los creyentes en general pueden y quieren contribuir con un suplemento espiritual al alma de Chile. A esta hermosa tarea todos estamos invitados.
SFA/mcm
Comisión Bicentenario
Santiago, 16 de Julio de 2008, Día de la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile.