1. La visita del Santo Padre dejó un impacto profundo en el corazón de todos los chilenos.
Tenemos que recoger sus enseñanzas y concretarlas en nuestra vida personal y social.
“Sobre nosotros recae (...) una grave responsabilidad -nos dijo el Papa-: servir con todo nuestro ser a la comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí”. Y agregaba: “...el servicio a la unidad (es) una dimensión fundamental de nuestra misión pastoral” (104).
Comenzaremos con un llamado a la reconciliación nacional que no admite demoras.
2. El testimonio del Papa fue una invitación para que todos nos reconciliáramos con Dios. Somos testigos de la sinceridad de tantas conversiones y de los cambios que han traído en la vida de muchas familias. Ha habido esfuerzos por superar el pecado, que es la “raíz de todo mal” (122). Esto nos alienta en la esperanza de que el encuentro personal con Cristo Resucitado sea el comienzo de una profunda reconciliación también social.
“Este es mi mensaje -dijo el Papa a los jóvenes- que Jesús sea la piedra angular de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora” (200).
3. Invitamos ahora a todos los chilenos a pasar a la acción. Si nuestra reconciliación con Dios es sincera deberá tener consecuencias fraternales. También los que no comparten nuestra fe sienten la necesidad de un entendimiento patriótico y sensato que ponga fin al clima de odio y agresividad que tanto angustia a nuestro pueblo.
4. Elevemos el nivel de nuestro diálogo. Eliminemos de nuestro lenguaje la descalificación y el insulto. Recojamos el ejemplo del Papa que fue escuchado con amplio respeto, porque supo decimos verdades a todos sin ofender a nadie. La confianza y el respeto mutuo son una condición básica para trabajar juntos por el bien de Chile.
El Papa nos dijo a los obispos: “La Iglesia en Chile se ha caracterizado por una gran sensibilidad para percibir que la Verdad de Cristo ilumina realmente todos los ámbitos de la vida del hombre y de la sociedad. No os canséis nunca de dar a conocer la doctrina social de la Iglesia en toda su amplitud, de modo que sirva de ayuda a la hora de enfocar los problemas con criterios auténticamente cristianos” (114).
5. La reconciliación exige justicia social. “¡Los pobres no pueden esperar!” (326). Todos tenemos que compartir con sacrificio las estrecheces actuales. Los que poseen más tienen la obligación de dar un ejemplo de sobriedad de vida y de sensibilidad ante la pobreza. Los empresarios deben ayudar a dar trabajo y salarios justos a sus trabajadores por respeto a su dignidad humana y cristiana. Felicitamos a quienes ya tomaron un compromiso en este sentido.
6. Las políticas económicas deben incluir cada vez más la dimensión social. “El desarrollo integral de las personas es la medida y la meta de todo proyecto de desarrollo”, dijo también el Santo Padre en su Mensaje de Paz de este año. El progreso futuro no puede postergar ese mínimo bienestar humano que anhela toda familia y al cual tiene un estricto derecho. Si no se dan avances significativos para resolver las grandes desigualdades, será difícil la reconciliación social.
El Papa nos ha hablado de una economía solidaria y de una cultura del trabajo, temas que merecen ser estudiados en profundidad y llevados a la práctica.
7. También hay estructuras que obstaculizan la reconciliación. Hay que poner fin a las odiosas discriminaciones que impiden la plena participación de todos los chilenos en la gestión del bien común.
El Santo Padre nos lo dijo claramente: “...es de alentar que en Chile se lleven pronto a efecto medidas que, debidamente actuadas, hagan posible, en un fututo no lejano, la participación plena y responsable de la ciudadanía en las grandes decisiones que tocan a la vida de la Nación. El bien del país pide que estas medidas se consoliden, se perfeccionen y complementen, de modo que sean instrumentos válidos en favor de la paz social en un país cristiano en que todos deben reconocerse como hijos de Dios y hermanos en Cristo” (121).
8. Todos los chilenos debemos colaborar sinceramente en buscar un camino de consenso y no de violencia. Que las autoridades avancen decididamente en el deber patriótico de abrir prontamente las puertas a una verdadera democracia y que los dirigentes políticos y sociales “vayan superando los intereses particulares en aras del bien común superior de la Nación y en respeto a los derechos del hombre, de todo hombre, creado a imagen y semejanza de Dios” (405).
9. Sin entrar en campos que no nos corresponden, estamos prontos a servir a Chile con el Evangelio, facilitando el diálogo para que todos los sectores puedan encontrarse en el nivel moral de grandeza que las circunstancias requieren.
10. Seguiremos trabajando con las enseñanzas del Papa cuya palabra, siempre afirmada en Jesucristo, “quiere ser portadora del Mensaje del Evangelio y de sus valores universales de fraternidad, justicia, paz y libertad” (399).
11. Esperamos que este llamado sea acogido por todos, y que un gran movimiento de oración al Señor Jesús, que es la fuente de reconciliación, y a su Madre, la Virgen del Carmen, Patrona de Chile, nos ayude a todos a ser instrumentos de paz. Terminamos invocando a Sor Teresa de Los Andes, cuya beatificación se realizó providencialmente en la Eucaristía de la Reconciliación. Repetimos con el Papa: “El amor es más fuerte”, (390) “el amor vence siempre” (204).
† Bernardino Piñera C.
Arzobispo de La Serena
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† Sergio Contreras Navia
Obispo de Temuco
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 22 de mayo de 1987