Discípulos misioneros de Jesucristo para que en Él nuestro pueblo tenga vida - Orientaciones Pastorales 2008-2012 (Parte 1)
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Discípulos misioneros de Jesucristo para que en Él nuestro pueblo tenga vida - Orientaciones Pastorales 2008-2012 (Parte 1)

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)

Fecha: Sábado 31 de Mayo de 2008
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Conferencia Episcopal de Chile

DISCÍPULOS MISIONEROS DE JESUCRISTO
PARA QUE EN ÉL NUESTRO PUEBLO TENGA VIDA
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)

PRESENTACIÓN

Me es grato presentar las Orientaciones Pastorales 2008-2012. Lo hago con enorme gratitud al Señor y a nuestra Iglesia, y con profunda alegría por el trabajo realizado.

Estas Orientaciones son el fruto de la oración, de la reflexión y del intercambio cordial realizado en las diócesis de Chile y en los servicios nacionales de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), en tantas instancias como sínodos, asambleas, jornadas de evaluación y de proyección pastorales.

Pero también son consecuencia de un acontecimiento inédito en la vida de la Iglesia en Chile. Me refiero a la primera Asamblea Eclesial Nacional (9-12 de octubre de 2007), con la participación de los obispos, delegados de las diócesis y de las diversas instituciones, servicios y carismas de nuestra Iglesia, la mayoría de ellos laicos. Cierto: un acontecimiento novedoso en cuanto a su estructura, pero no desconocido en el espíritu eclesial que ha animado a nuestra Iglesia. En efecto, fue en 1962 cuando los Obispos de Chile prepararon un primer “Plan Nacional de Pastoral”, iniciando un proceso de pastoral orgánica que llevó a la elaboración de las primeras Orientaciones Pastorales en 1968. Hoy, cuarenta años después de esas primeras Orientaciones Pastorales y en el contexto del 50º aniversario de la CECh (1957-2007), recordamos con gratitud la valoración que el Papa Juan Pablo II hizo de estas iniciativas, cuando afirmó que las Orientaciones Pastorales han sido fruto de “un episcopado atento a los signos de los tiempos que, con afecto colegial, se decide a escrutar y responder a los designios de Dios” (Discurso en la Visita ad Limina, 18 de octubre de 1994).

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida (Brasil), ha sido, sin duda, un acontecimiento eclesial y espiritual que marcará rumbos en nuestra Iglesia y en el fervor misionero de sus miembros. Convocada por el siervo de Dios Juan Pablo II y confirmada por nuestro Papa Benedicto XVI, la Conferencia de Obispos acuñó un nuevo término que es el núcleo de las presentes Orientaciones Pastorales: discípulos misioneros de Jesucristo.

Siempre en comunión con el sucesor de Pedro, estas Orientaciones Pastorales se inscriben en una práctica querida por el Concilio Vaticano II, por las enseñanzas de los Papas, por las experiencias de los Sínodos de Obispos, por las reuniones continentales de Conferencias Episcopales y por nuestro caminar y reflexionar en común acerca de la situación de nuestra patria e Iglesia.

Si bien la animación y los planes pastorales corresponden por derecho a cada obispo en su diócesis, conforme a la realidad peculiar de cada jurisdicción, “en la Conferencia Episcopal, los obispos encuentran su espacio de discernimiento solidario de los grandes problemas de la sociedad y de la Iglesia, y el estímulo para brindar las orientaciones pastorales que animen a los miembros del Pueblo de Dios a asumir con fidelidad y decisión su vocación de ser discípulos misioneros” (Documento de Aparecida, 181).

Nuestras Orientaciones Pastorales reciben su título de la Asamblea continental. Asumir el llamado a vivir la fe en el Señor y su mandato de evangelizar nuestro tiempo como sus discípulos misioneros, supone un desafío complejo que nos interpela a la conversión pastoral y a la renovación misionera de nuestras comunidades eclesiales. Esto podrá ser efectivo según sea la calidad y profundidad de nuestro encuentro personal y eclesial con el Señor: encuentro con Cristo vivo, lo llamó el Papa Juan Pablo II.

Damos gracias al Señor por cada una de las Iglesias diocesanas, por sus parroquias, comunidades eclesiales, sus movimientos apostólicos y nuevas comunidades, centros de educación y todas las instancias de nuestra Iglesia, así como a las Áreas pastorales de la CECh, que junto al discernimiento realizado en la Asamblea Eclesial Nacional, ofrecieron a los obispos valiosos elementos en la formulación de estas Orientaciones Pastorales para el quinquenio 2008-2012. A ustedes, los miembros de todas estas y otras instancias eclesiales, a su oración, confiamos el estudio y reflexión de estas Orientaciones, así como la puesta en práctica de la Misión Continental para una Iglesia misionera.

Contemplemos a María nuestra Madre. Entre los discípulos misioneros de Jesús destaca de manera admirable la Santísima Virgen María. Ella es la máxima realización de la vida cristiana. Ella es la discípula perfecta del Señor por su fe, su obediencia y su constante meditación de la Palabra y de las acciones de su hijo, Jesucristo. Y es, a la vez, misionera, pues desde que lo llevó en su vientre, al visitar a su prima Isabel, se hizo parte esencial del Evangelio del Señor. En torno a nuestra Madre, que le confiere alma y ternura a la convivencia de los discípulos de Jesús, se constituye la Iglesia-familia y de ella aprende a ser materna y mariana. En la “escuela de María” aprendemos a vivir en comunidad y a ser discípulos misioneros.

Encomendamos a Nuestra Madre, la Virgen del Carmen, nuestros propósitos de ser auténticos discípulos misioneros, como Ella en su disponibilidad ante el plan salvífico de Dios.


+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago de Chile
Secretario General de la Conferencia Episcopal



Santiago de Chile, 31 de mayo de 2008
Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María
a su prima Isabel






INTRODUCCIÓN



1. La Palabra del Señor nos ha hablado con particular intensidad, en los últimos tiempos, a través de los santos, los testigos de la fe y los acontecimientos históricos y eclesiales que han calado muy hondo en la vida del Pueblo de Dios.

2. Tenemos vivo ante nuestros ojos el recuerdo del Siervo de Dios Juan Pablo II quien, desde los inicios vigorosos de su pontificado hasta el último susurro de su vida, no se cansó de decirnos en todas las lenguas y con todos los medios a su alcance: "¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!” (1). Pensamos con gratitud en el Papa Benedicto XVI, quien, con sabiduría y humildad, ha hecho suyo este llamado agregando “¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida” (2), el amor y la esperanza (3).

3. En Chile, recordamos permanentemente a nuestros santos: Teresa de los Andes y el P. Alberto Hurtado, así como a los beatos Laura Vicuña y Ceferino Namuncurá, cuyos testimonios de vida han sido un himno a la fe en Jesucristo y un signo elocuente de su entrega al servicio de sus hermanos.

4. En fin, América Latina y el Caribe se han visto inspirados por el acontecimiento de Aparecida, la V Conferencia General del Episcopado que juntos preparamos, acompañamos y que ahora queremos asumir y llevar a la práctica en cada una de nuestras diócesis y las demás instituciones eclesiales.

5. En respuesta a todas estas mociones del Espíritu de Dios, presentamos las Orientaciones Pastorales (OO.PP.) que alentarán nuestro camino evangelizador durante los años 2008 al 2012. Ellas han sido el fruto de un discernimiento eclesial, especialmente con la primera Asamblea Eclesial en sus fases diocesana y nacional, buscando descubrir por dónde pasan los caminos de santidad para nuestra Iglesia que peregrina en Chile en este determinado momento de su historia.

6. Nuestro mayor deseo es “recomenzar desde Cristo” (4) para anunciar el Evangelio en los comienzos del tercer milenio. Queremos, además, usar el mismo método del Señor Jesús, que pregunta siempre antes de ofrecer su salvación, facilitando un encuentro vital con su persona, que transforma a sus interlocutores en “discípulos misioneros”. Por esta razón, nuestra reflexión se inspira particularmente en el primer encuentro de Jesús con dos de los discípulos de Juan Bautista. “¿Qué buscan ustedes?” –fue su primera pregunta– y al saber que buscaban su morada, “vengan y vean” fue su respuesta. Y hoy, como entonces, reúne a aquellos que lo encuentran en la comunidad de los cristianos. Muy unidos a Él, van siguiendo sus huellas en la historia.

7. El Señor es nuestro mayor regalo, nuestro gran tesoro, que nos llena de alegría y gratitud. Y, por lo mismo, nos hace conscientes de que necesitamos profundizar nuestra conversión personal y nuestra conversión pastoral, para que cada uno de nosotros, y toda nuestra Iglesia, se encuentre con Su persona, escuche Sus palabras, transparente Su presencia, proclame Su amor, ponga por obra Su mensaje, celebre Sus misterios y, de esa manera, viva en una actitud permanente de Misión. Éste es el objetivo fundamental de lo que será la Misión Continental que, en comunión con las diócesis de América Latina y el Caribe, queremos vivir como fruto maduro de la Conferencia General de Aparecida.

8. Estas OO.PP. verán la luz mientras nos preparamos a conmemorar el bicentenario de nuestro país y en un tiempo de procesos electorales en que normalmente se expresan diversas propuestas para construir nuestro futuro. En este contexto, quisiéramos ser coherentes con nuestra condición de discípulos misioneros de Jesús y dar nuestro aporte a la construcción del país que anhelamos: un país respetuoso de la dignidad de las personas, del cuidado de la vida en sus diversas manifestaciones, y de los valores y tradiciones cristianas, fundantes de nuestra cultura.


I. LA ALEGRÍA DE SER CRISTIANOS



1. El Encuentro con Jesús de los primeros discípulos

1.1 ¿Qué buscan?


9. No era fácil la vida de los israelitas cuando apareció Juan Bautista predicando y bautizando en el Jordán. Israel vivía sujeto a la dominación romana. Los excesivos impuestos eran una pesada carga para un pueblo con vocación de libertad. De Roma y las ciudades de cultura griega recibían la influencia de costumbres y religiones distintas a la propia. Los jefes religiosos ataban pesados fardos sobre ellos, transmitiendo una imagen de Dios centrada en la ley y en ritos a cuyo estricto cumplimiento sujetaban a las personas. Entre tantas normas se habían olvidado de Dios rico en vida y misericordia, padre de los pobres y marginados. Estas múltiples tensiones alentaban la expectativa de “liberadores” o “mesías” que salvaran a Israel de sus opresiones. Un grupo de auténticos israelitas (5), que esperaba la realización de las promesas de Dios y su reinado de paz y justicia, anhelaba y buscaba al Mesías prometido. A este grupo pertenecían los dos discípulos de Juan Bautista que se van tras Jesús.

10. Al comienzo del ministerio de Jesús, al día siguiente de su Bautismo(6), Juan Bautista lo ve pasar y, ante dos de sus discípulos, da testimonio de Él diciendo: “Éste es el Cordero de Dios” (Jn 1,36). Su testimonio es impactante. Apunta a satisfacer plenamente la esperanza de un auténtico israelita: Jesús es el Mesías que Israel aguarda, el Siervo ungido por Dios para ofrecer su vida en sacrificio por su pueblo en medio de la incomprensión de los suyos (7). Juan Bautista, porque vino para dar testimonio de la luz, tiene clara su misión de señalar al Hijo único de Dios por quien nos llega la gracia y la verdad (8).

11. Los dos discípulos siguen los pasos de Jesús quien, al darse cuenta, les pregunta: “¿Qué buscan?”. El Mesías sale al encuentro del ser humano y les pregunta por sus inquietudes y expectativas. El Salvador redime asumiendo la condición humana, por lo que antes de actuar, pregunta para que le ofrezcamos nuestra libertad y nuestros proyectos. Eso lo saben bien la Samaritana, el ciego de Jericó, Zaqueo… Los dos discípulos no responden enumerando las cosas buscadas por su pueblo. Ellos buscan al Mesías y el don de la sabiduría divina. Por eso lo llaman “Maestro”. A su vez le preguntan “¿dónde vives?”, con el clarísimo deseo de conocer su hogar. La respuesta de Jesús no se deja esperar: “¡Vengan y lo verán!”, es decir, les ofrece la experiencia de su amistad personal, de su sabiduría…, de “su hogar” donde es posible encontrar a su Padre. Éste es el método evangelizador de Jesús que la Iglesia quiere aprender mejor y poner en práctica.

12. Así lo dicen los pastores en la Conferencia de Aparecida: “Miramos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos da el método: “Vengan y vean” (Jn 1,39), “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Con Él podemos desarrollar las potencialidades que están en las personas y formar discípulos misioneros. Con perseverante paciencia y sabiduría, Jesús invitó a todos a su seguimiento […] Su estilo se vuelve emblemático para los formadores y cobra especial relevancia cuando pensamos en la paciente tarea formativa que la Iglesia debe emprender, en el nuevo contexto sociocultural de América Latina” (9).

13. Pero, ¿qué encontraron en Jesús esos dos discípulos?, ¿qué los cautivó tanto como para que pasaran el resto del día con Él, y después dejaran todo y lo siguieran?, ¿qué vivieron junto a Él que llevaron a otros a su encuentro? No hay que olvidar que no hablaron de buscar algo, sino a Alguien, lo que explica la pregunta de los discípulos: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1,38).

14. Jesús los invita a “venir y ver”, lenguaje que significa mucho más que lo que observan los ojos. “Ven y verás” es la invitación a una experiencia personal de encuentro. Los discípulos, al entrar en el hogar de Jesús, descubrieron a la persona fascinante del Señor y Mesías. Estar con Él produce un gozo inmenso, escucharlo hablar es encontrar las fuentes de la sabiduría, compartir sus proyectos es sentirse atraídos por la revelación de Dios como Padre, de la persona humana como imagen de Dios, de la naturaleza como don de Dios para todos, de los pequeños y de los pobres como destinatarios y protagonistas privilegiados de la salvación… Y más aún, ser invitados a vivir en su morada es algo que supera la expectativa del oyente, pues sacia los anhelos de cercanía, de intimidad, de profunda amistad. Por algo esos dos discípulos no olvidaron la hora del encuentro que les cambió la vida para siempre: “eran las cuatro de la tarde” (Jn 1,39). Por algo esos dos discípulos dejan al Precursor por el mismo Mesías quien les ha abierto las puertas de su hogar para explicarles que Él es el camino, la verdad y la vida que ellos anhelan (10).

15. En Jesús de Nazaret, los dos discípulos encontraron al “Mesías”, es decir, al “Cristo, al Ungido de Dios” de quien “escribió Moisés en la Ley y del que hablaron también los profetas” (Jn 1,41.45). Así lo testimonian a sus hermanos y conocidos. Juan Bautista les había dado lo mejor de sí: les dio el bautismo de conversión, les habló con toda verdad, les preparó el corazón para que encontraran al Mesías que esperaban. Pero Juan, en toda su grandeza, era sólo el precursor. Era la voz, no la Palabra. Ahora habían encontrado al que sin saber buscaban: a la Palabra como “rostro humano de Dios y rostro divino del hombre” (11), enviado a dar Vida y Verdad a la humanidad como Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29b).

16. Inmediatamente se despierta el ardor misionero en el corazón de los discípulos. Una fuerza interior los mueve a compartir la asombrosa experiencia de haber encontrado a Cristo. Acaban de salir de la casa de Jesús y ya lo anuncian a los que encuentran en su camino. Andrés lo anuncia a Pedro, su hermano: “hemos encontrado al Mesías (que se traduce Cristo)” (Jn 1,41). Transmite su experiencia acerca del “Ungido de Dios”, aquel en quien reposa en plenitud el Espíritu de Dios, como lo enseñará el mismo Jesús en la sinagoga de Nazaret. Él puede dar testimonio que se han cumplido las promesas de Dios, pues se ha encontrado con quien ha sido enviado a otorgar “la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc. 4, 18- 21).

17. Estos jóvenes discípulos tenían en su corazón una búsqueda muy intensa. No se conformaban con lo que vivían. Tenían la esperanza puesta en el Dios de Moisés y los profetas. Hoy diríamos que tenían un corazón de discípulos misioneros, porque uno al otro se van pasando la buena noticia. Andrés no sólo se lo comunicó a su hermano Simón, sino que “lo condujo a Jesús” (Jn 1,42) para que él mismo “yendo y viendo”, compartiera su experiencia. Más tarde, Felipe -quien también sigue a Jesús, al ser llamado por Él- se lo contará a Natanael, que duda de este anuncio, pues no cree que de Nazaret pueda salir algo bueno. Entonces Felipe le hará la misma invitación: lo lleva a Jesús, diciéndole “ven y verás” (Jn 1,46). Y así Natanael, “el auténtico israelita en quien no hay doblez alguna”, lleno de asombro, proclama su fe en Jesús: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Jn 1,47.49).

18. La confesión de fe ha ido creciendo en intensidad y en contenido: “Maestro”, “Mesías”, “ese que anunciaron Moisés en la Ley y los Profetas”, y ahora, el “Hijo de Dios, el Rey de Israel”. Y todo este proceso de fe surgió de la pedagogía del Maestro Jesús: una pregunta, la invitación a ir con Él para entrar en su casa, el gozo de encontrar al Mesías según lo anunciado en las Escrituras, y la experiencia de su sabiduría y su amistad que se desborda en misión y en confesión de fe. Ésta será la actitud constante de Jesús con los que elige (12): en primer lugar los llama para “estar con El” y sólo después para enviarlos a predicar con poder para sanar a los enfermos y expulsar a los demonios. Así se convierten en discípulos misioneros, cuya vida encuentra una fecundidad insospechada al dar cauce a la misión que reciben de proyectarse en un mundo nuevo, lleno de vitalidad y de gracia, por haberse dejado alcanzar por el reinado de la vida y misericordia de Dios gracias a la vinculación de amistad con su Hijo.

19. Todos los seres humanos tenemos hambre y sed de aquello que satisfaga nuestros profundos anhelos de amor, felicidad y comunión. Nuestro ser ansía vivir en plenitud la vocación de personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios. Eso nos lleva a procurar relaciones estables de amor y amistad, de respeto y confianza, de colaboración con el Señor, con los hermanos y la misma creación. Y, por ser imágenes de Dios y discípulos misioneros de Jesucristo, nuestra fe nos impulsa a proclamar la buena nueva de la Vida y la Verdad, misión que se funda en una experiencia de comunión intensa que transforma la vida dando razones para la alegría, el amor y la esperanza.

20. En el caminar cotidiano, Jesús sale a nuestro encuentro, y su pregunta: “¿Qué buscan ustedes?”, de inmediato se vuelve invitación a satisfacer nuestra sed de plenitud de vida: “¡Vengan y lo verán!”. Ahora somos nosotros quienes nos sentimos llamados a vivir un profundo encuentro con el Señor, a ser sus discípulos misioneros en el seno de una Iglesia que opta radicalmente por la vida plena de cada persona y de toda nuestra Patria. Queremos tener la experiencia de encuentros personales y transformantes con Él, que es camino de auténtica humanización, precisamente por ser la fuente de toda buena noticia, por ser el Evangelio o Buena Nueva del Padre.


1.2 «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (13)

21. Jesús nos invita a seguir su estilo evangelizador. El nos llama a vivir de su propia vocación y misión. Él ha salido de la casa del Padre y, luego de entregarse en rescate por la vida de la humanidad, vuelve a la casa del Padre como fuente de vida y liberación (14). Jesús pide a los suyos hacer lo mismo: insertos en el mundo como sus discípulos misioneros, proclamar la Buena Nueva, formar un Pueblo Nuevo con varones y mujeres que pongan su corazón en el Reinado de Dios y que, en la plenitud de nuestra historia, podamos reunirnos con Él en la casa del Padre, en la vida eterna.

22. El apóstol Tomás viene en nuestra ayuda. La invitación es hermosa y atrayente, pero no siempre sabemos como hacerlo. Ni cual sea el camino para lograr esta vida tan plena que Jesús nos ofrece, menos aún cuando Jesús desaparece visiblemente de nuestros ojos: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos conocer el camino? Le dice Jesús, Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mi” (Jn 14,5-6).

23. Jesús es el camino porque gracias a Él podemos encontrarnos plenamente con Dios, quien se nos descubre y regala como “nuestro Padre”, haciéndonos partícipes del don inmerecido de la nueva identidad de hijos suyos y hermanos de los demás. Entre tantos caminos, muchos de ellos buenos y atrayentes, sólo por el camino que es Cristo participamos de la Verdad y la Vida de Dios. Sin Él “toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable”. Sin Él “no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad” (15). Por eso la Iglesia ofrece el camino seguro por donde la humanidad pueda transitar hacia su plenitud.

24. Jesús es la verdad de Dios, pues nos revela la intimidad y el querer de quien se nos ofrece como “Padre nuestro”, haciendo presente su amor que salva e invitándonos a vivir en permanente proceso de conversión personal y eclesial. Gracias a Jesús-Verdad, toda persona puede descubrir en Él el sentido de su propia humanidad. La Verdad ilumina la realidad de tal modo que cada persona “pueda desenvolverse en ella con libertad y alegría, con gozo y esperanza” (16). Por eso, “la Iglesia, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación” (17), de modo que en su vida se transparente más y más la verdad de Jesucristo, sus enseñanzas, para aportar esa atrayente verdad a todos los que la anhelan.

25. Jesús es la vida de Dios que nos hace partícipes de la misma vida divina que Él comparte con su Padre, vida que brota del amor incondicional y gratuito de Dios. Jesús nos invita a ser misioneros de esta vida divina, en todos los ámbitos de nuestra existencia, expresando y viviendo con gozo nuestra vocación a la santidad. Por eso, la misión de la Iglesia se traduce en dar vida, cuidar la vida, compartir su vida y anunciar gozosamente a Jesús como Señor de la Vida.

26. ¡Jesús mismo es la mejor donación que cualquier persona puede recibir!


2. El encuentro con el Señor en nuestro tiempo

27. Consecuente con este llamado, la Conferencia de Aparecida afirma tajantemente que el desafío fundamental que afrontamos es “mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Éste es el mejor servicio -¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones” (18).

28. Con anterioridad, en su carta programática de los inicios del milenio, el Papa Juan Pablo II nos había señalado el mayor desafío pastoral al que debe responder la Iglesia: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (19).

29. Por el contrario, “nuestra mayor amenaza” -en Palabras del Papa Benedicto- “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad pero, en realidad, la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (20).

30. De ahí que nuestra “Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o ante quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu” (21). Obviamente lo que en este texto se dice del mundo y de América Latina lo aplicamos, con la misma intensidad, a la realidad de nuestra Iglesia y de nuestra Patria. Estamos íntimamente convencidos de que “conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás en un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (22).


II. “¿QUÉ BUSCAN? - ¿DÓNDE VIVES?”



31. En camino hacia el bicentenario de nuestra Independencia Nacional, resuena en nosotros la pregunta de Jesús: “¿Qué buscan?” Y con esa pregunta en el corazón, miramos con afecto y con preocupación la sociedad y el país que juntos estamos construyendo. Nos importa sobremanera descubrir la presencia y la morada del Señor en las circunstancias, a veces complejas, de nuestro tiempo.


1. ¿Qué busca Chile a comienzos del tercer milenio?

1.1 La vida y la realidad de nuestro pueblo


32. Son muchos los dones de Dios que contemplamos en nuestra Patria. La belleza y la riqueza de las montañas, los valles y el mar nos hablan a diario del Creador y de su amor a quienes habitamos tan variada geografía. La vocación de libertad y de paz han plasmado un sistema democrático que, a pesar de sus deficiencias, es estable y abierto al desarrollo. Constatamos la voluntad de dar una educación de calidad a todos los chilenos, el anhelo de mayor equidad, transparencia y honestidad, y la creatividad de quienes impulsan la producción y el comercio, y crean nuevas fuentes de trabajo. Con alegría constatamos el florecimiento del voluntariado solidario, sobre todo entre los jóvenes, y la capacidad misionera de encender con su fe en Cristo a quienes lo buscan. Nos admira la cantidad de familias en las cuales los padres no escatiman ni esfuerzos ni renuncias para dar a sus hijos acceso a la educación y a nuevas oportunidades que ellos mismos no tuvieron. Y es una gracia de Dios la presencia en nuestra patria del espíritu religioso de su gente.

33. Hoy vivimos en una sociedad plural que busca nuevos caminos de cara al futuro. Tal vez sea por eso que muchos echamos de menos la capacidad de elaborar un “proyecto país” con el mejor aporte de todos los que hoy lo conformamos, destacando el de los pueblos originarios e incluyendo, por cierto, a los nuevos inmigrantes que han llegado al país, para que Chile tenga vida y la tenga en abundancia.

34. Es un hecho, sin embargo, que pese a los innegables avances en diversos campos de la vida en sociedad, no hemos logrado derrotar la pobreza extrema ni hemos alcanzado mejores oportunidades para todos. Es un hecho que hemos tenido un crecimiento sostenido en términos económicos, que ha significado una mejoría en las condiciones de vida de mucha gente, aunque subsiste inequidad en la distribución de los ingresos. Y es un hecho también que el crecimiento económico es sólo un aspecto del desarrollo de un pueblo. De otra manera no se explicaría esa sensación de malestar y desconfianza que existe en buena parte de los chilenos. Es una clara señal de que el crecimiento económico necesita ir de la mano de un desarrollo espiritual y cultural.

35. Un signo de este malestar es la violencia con que tendemos a resolver las desavenencias y conflictos a nivel familiar, intraescolar, vecinal, poblacional, político… Es un tema presente en las noticias de cada día y, por desgracia, no parece decrecer. Esto significa que, en los hechos, no apreciamos tanto lo que somos y tenemos, y que no hay amor ni respeto verdadero por el don de la vida, por la dignidad de quienes comparten con nosotros su vida y su trabajo; tampoco por la felicidad y la integridad de los demás.

36. Las causas de estos fenómenos preocupantes son múltiples y variadas, desde la frustración que resulta de la búsqueda de la felicidad en el consumo exacerbado, hasta la insatisfacción permanente en el campo de la educación, la salud, el descanso, la vivienda. Por otra parte, brotan actitudes violentas donde hay sed de exigir más y más derechos, y ésta se desliga de las responsabilidades. Constatamos una tendencia extraviada a descuidar dimensiones humanas que van más allá de los derechos, como son, la gratuidad, la generosidad, un trato social conforme a la dignidad de cada cual. De ahí la urgencia de una cultura humanista y de medidas que mejoren la calidad de vida de los pobres y que puedan incorporar en la mesa de todos a los excluidos.

37. En las conversaciones, en los medios de comunicación y en las discusiones sobre valores y proyectos educacionales y sociales se puede constatar a diario las ofertas y los cambios culturales propios de un mundo global, con tendencias que restan importancia al substrato católico de nuestra cultura o buscan reemplazarlo por otros paradigmas culturales secularizados. A esto se suma un esquema de mercado que acentúa el tener sobre el ser, la satisfacción de las necesidades individuales sobre el bien común, la explotación de la naturaleza sobre el cuidado del medioambiente, el placer sobre el gozo, la inmediatez sobre los tiempos necesarios para la madurez de las personas y de los procesos sociales. De ahí surgen acuciantes preguntas: ¿Cómo se relaciona nuestra identidad como pueblo con profundas raíces cristianas y católicas con el cambio cultural? ¿Cómo estamos resolviendo la búsqueda de Dios y de trascendencia en medio de una sociedad más secularizada? ¿De dónde surgen nuestros principios cohesionantes en el campo de la ética y de la convivencia social?

38. Una de las dificultades que presenta la identidad y el desarrollo cultural radica en el hecho de vivir en sociedades fragmentadas. En ellas cuesta mucho más formular las preguntas y las respuestas que dan sentido a la vida. Hemos asumido fenómenos nuevos e importantes como es la incorporación de la mujer al mundo laboral, lo que suscita preguntas sobre la crianza de los hijos. Mientras la mujer debe enfrentar significativas barreras que dificultan su desarrollo integral en la sociedad, tampoco es fácil para los varones, que asumen roles nuevos en la familia en medio de un contexto laboral de competencia y exitismo. Por otra parte, no es posible hablar de “la juventud” cuando hay tanta variedad de formas en que se expresan los jóvenes, que hoy viven una adolescencia adelantada en su comienzo y retardada en su final. En diversos campos se aprecia una concepción equívoca de la tolerancia que, a veces, dificulta diálogos más claros y veraces sobre puntos fundamentales para la convivencia social.

39. El ansia de libertad, cuando se desentiende de la verdad y el bien, ha contribuido a poner en crisis la autoridad y la manera de ejercerla tanto en el hogar como en las organizaciones sociales; también el ejercicio del poder en la sociedad. Hay crisis de autoridad paterna y materna, y gran dificultad para formar la conciencia moral y poner límites en la educación de los hijos menores y adolescentes, como asimismo para enseñarles a ejercer una libertad responsable. Hay una desconsideración de todo aquello que sea institucional, primando las experiencias subjetivas y las emociones del momento por sobre la verdad objetiva y las normas de las instituciones, y así la eficacia y el placer de una experiencia vivida tienden a primar como criterio definitivo de verdad. Esto afecta al ejercicio del poder en la política, que se encuentra desprestigiada, a la acción de los tribunales de justicia, a la institución del matrimonio y aun a la misma Iglesia y a las demás confesiones religiosas. Casi todas las instituciones, y sus autoridades, han perdido credibilidad y confiabilidad, más allá de sus errores.

40. Tienen una importancia gravitante los medios de comunicación, tanto los de cobertura masiva como los nuevos modos de comunicarnos, en particular el mundo de Internet y las tecnologías móviles. A través de los medios masivos se ejerce un poder cada vez mayor sobre la conciencia de los receptores, manejando la información y conduciendo la opinión pública, muchas veces de manera liviana y a menudo con serias implicancias éticas, como ocurre en los temas de farándula y en el relato de hechos de violencia, entre otros ejemplos. Se dice que es lo que los receptores pedimos. Es posible que muchos así lo demanden. Pero, a la vez, hay un reclamo permanente por encontrar sentido, esperanza, lugares de encuentro y comunión, precisamente con la ayuda de aquellos que por vocación se dedican a la “comunicación”, es decir, a facilitar el encuentro entre personas y pueblos.

1.2 ¿Qué buscan?

41. En este contexto histórico encuentra un eco profundo la pregunta de Jesucristo: ¿Qué buscan? Porque la conciencia de las carencias que comprobamos, manifiesta la decepción por búsquedas no satisfechas. Por otra parte, los logros que consignamos nos hablan de búsquedas que encuentran lo que ofrece el Señor. Y aun las realidades que nos parecen extraviadas y causas de nuevos males, muchas veces expresan búsquedas de valores humanos, que se exponen de manera confusa y se buscan donde no se encuentran. Por eso mismo, la pregunta acerca de las búsquedas más sentidas, más profundas, más dinamizadoras, cobra una importancia decisiva.

42. La pregunta “¿qué buscan ustedes?” nos lleva por eso a pensar en los proyectos personales y familiares, las visiones de ser humano, de familia y de sociedad, de felicidad, de libertad y de plenitud de vida, que hay tras muchas de nuestras expectativas y decisiones personales, mediáticas o colectivas. No pretendemos imponer nuestras respuestas, pero sí invitamos a un diálogo profundo y sostenido, que nos lleve a poner lo mejor de nosotros mismos en todas aquellas mesas de esperanza en que se discuta el presente y el futuro de Chile, como la regionalización, los programas nacionales de educación y de salud, las prioridades para la inversión de los recursos que el país entero ha logrado reunir. Ciertamente, en nuestra historia patria tienen y han tenido una importancia gravitante los partidos políticos. Hoy deben tenerlo también las agrupaciones ciudadanas en que se expresa la sociedad civil.

43. Para la pregunta ¿qué buscan? hay respuestas que son comunes, que expresan el sentir de todos los chilenos. Buscamos un mayor bienestar, es decir, vivir de manera más holgada en una casa u hogar propio, con suficientes medios económicos, de modo más digno y humano, más familiar y más solidario. Es verdad, buscamos vida y calidad de vida, como también, trabajo digno y buenas relaciones laborales.

44. Buscamos sentido para nuestra vida y para la vida de nuestra patria. No nos contentamos con respuestas de corto plazo, o parceladas. Los chilenos queremos soñar con un presente y futuro que nos realice plenamente, que nos trascienda, que sea un horizonte de felicidad. Buscamos justicia, solidaridad y fraternidad. Buscamos un Chile que entre de lleno en el siglo XXI con los pies muy puestos en la tierra, con el corazón abierto para acoger, para compadecer y para apoyar con gratuidad, y con la mirada puesta en el Señor Dios nuestro, fuente y origen de todo bien. Y buscamos una Iglesia capaz de entender las búsquedas de todos, especialmente de los que parecen encaminarse por sendas erráticas; una Iglesia, en fin, que respeta cordialmente a aquellos que no tienen el don de la fe.

45. Buscamos una manera diferente de ejercer la autoridad, que trabaje por la unidad sin marginar a nadie, que se gane su prestigio por la honestidad y el espíritu de servicio, que tenga un gran corazón para con los más débiles y logre abrirles caminos de integración, conforme a su dignidad. Que despierte creatividad y energía con la visión de un país humanista y solidario, justo, respetuoso y reconciliado, orgulloso de sus valores y de sus raíces cristianas, en diálogo e intercambio con el mundo globalizado, y amante del derecho y la misericordia; una autoridad dispuesta en todo momento a servir con prontitud a quienes más sufren o han quedado postergados.

46. En lo más hondo de nuestras búsquedas late el anhelo de desplegar la vida y su creatividad, sus afanes de bien y de verdad, en un país que refleje los rasgos característicos del Reino de Dios, que es un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, en el cual quien recibe autoridad la ejerce como un servicio, no en beneficio propio sino en favor de la promoción integral de cada uno y de toda la sociedad. Es buscar para sí y para los demás, con mayor o menor conciencia de ello, la vida en Cristo de nuestro pueblo, es decir, su vida en plenitud.

47. Quienes hemos recibido el don de la fe sabemos que ese Reino está presente donde Jesucristo sale a nuestro encuentro y su persona se convierte en el mayor tesoro de nuestra vida. Sabemos que fuimos creados para encontrarnos con Él, y que dicho encuentro colma todas nuestras expectativas de camino, de verdad, de bien y de vida. Aun sin saberlo, todos tenemos la esperanza de encontrarnos con Aquél que es el origen de nuestra fraternidad y de la belleza que nos rodea. Con ese Alguien que nos da la Vida en plenitud, que nos une y es nuestro hogar, que es nuestra Paz y nuestro Camino. Ese Alguien que no vino a ser servido sino a servir, que es nuestra esperanza, nuestra alegría, nuestra verdad y nuestra felicidad. Queremos despertar en todos los chilenos el fuerte anhelo de acercarse a Él y seguirlo, con la misma pregunta de Juan y Andrés en los labios: “¿Dónde vives?”, y el anhelo en el corazón de recibir su invitación: “¡Vengan y lo verán!”.

48. Podemos resumir comprobando que tenemos una historia de encuentros y desencuentros, y que en ella hemos visto a la cara lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Esta historia ha sido construida con diversas visiones del hombre y del futuro y, desde los albores de la independencia nacional, con un deseo muy explícito de la presencia de Cristo y de su enseñanza en la familia y en la educación, también en la legislación que rige al país. No siempre hemos logrado amplios consensos en estas materias, pero es innegable la búsqueda de Dios en nuestra historia. Ésta destaca en la piedad popular que se expresa en toda su riqueza desde el norte andino hasta el extremo sur. Por eso, muchas veces hemos afirmado la matriz cristiana de nuestra Patria, expresada, por ejemplo, en el voto de O´Higgins en la independencia de Chile, en el testimonio de los santos como el Padre Hurtado, a quien se ha considerado un “padre de la Patria”, en la vida de grandes próceres como Arturo Prat y de innumerables educadores, hombres y mujeres, que han dejado honda huella en nuestra historia. En ellos latía la búsqueda de Dios y de su Reino, búsqueda que constatamos con fuerza, también en el hoy de nuestra historia.

2. ¿Qué buscan los bautizados en la Iglesia que peregrina en Chile?

49. La pregunta del Señor Jesús “¿qué buscan ustedes?” debemos hacérnosla también en el seno de la Iglesia. Ella tiene, por una parte, la misión de entender las búsquedas de la sociedad y de anunciar a Jesucristo, nuestro Camino, Verdad y Vida, de manera pertinente y significativa, como la respuesta a dichas búsquedas, como la roca sobre la cual se construye el Reino de Dios. Esto nos lleva a preguntarnos si es que sabemos presentarlo como respuesta a las búsquedas tradicionales y a las emergentes. Y de ser así, ¿lo estamos haciendo?

50. Por otra parte, mientras la Iglesia peregrina por este mundo, también ella camina y busca. Por eso nos inquieta la pregunta: ¿Qué buscan los bautizados -tanto los que más participan en los encuentros del Pueblo de Dios como los más alejados-? ¿Qué buscan sus comunidades parroquiales, sus institutos de vida consagrada, las asociaciones y los movimientos eclesiales? ¿Qué buscan los diáconos, los sacerdotes y los obispos? Aparecida descifró las búsquedas de la Iglesia en América Latina y el Caribe; nos resultan claras sus opciones pastorales, su voluntad de ir al encuentro del Señor, de ser casa y escuela de comunión, Iglesia discípula y misionera que se consagra a la vida de nuestros pueblos en Cristo. Ya lo está haciendo a partir de tantas realidades esperanzadoras que encontramos en ella, y en medio de sus limitaciones y errores.

51. Queremos dar respuesta a estas interrogantes en comunión, puesto que la vocación a ser discípulos misioneros es, a la vez, “con-vocación a la comunión” en la Iglesia. “No hay discipulado sin comunión” (23). Frente al egoísmo y aislamiento reinantes y a las búsquedas espirituales individualistas, el discípulo sabe que no puede ser “cristiano” sin la Iglesia, cuya vocación más profunda es la de ser signo e instrumento de la comunión con Dios y de los hombres entre sí (24). Por lo mismo, el seguimiento de Jesús camino, verdad y vida, se vive y acrecienta en ella y por ella.

Después de haber acompañado y compartido con el pueblo chileno los gozos y las esperanzas, las penas y dolores por más de cuatrocientos cincuenta años, hemos experimentado también las propias luces y sombras de la Iglesia y nos parece oportuno señalarlas, concentrando nuestra mirada en las más recientes.

Luces en la vida de la Iglesia

52. En la primera Asamblea Eclesial Nacional (9-12 de octubre de 2007) se expresaron dones y fortalezas que hemos recibido de manos del Señor. Entre ellas nos complace señalar:

52.1. Nuestra Iglesia ha crecido en un encuentro vital, personal y comunitario, con el Señor Jesús, a través de la lectura y meditación de la Palabra de Dios, de la celebración de los sacramentos de la fe, de la vida comunitaria, en sus diversas expresiones, y de un servicio a los más pobres en quienes reconocemos Su rostro y Su presencia.

52.2. Destacamos la difusión y mayor conocimiento de la Palabra de Dios y de la animación bíblica de la pastoral que comienza a ser realidad entre nosotros.

52.3. Valoramos el inmenso cariño y la profunda devoción que existe en la Iglesia hacia la Santísima Virgen María, inscritos visiblemente en la geografía de los santuarios del país. Esta riquísima devoción, rasgo tan propio de nuestra identidad eclesial, así como las actitudes marianas que Ella nos enseña, enriquecen permanentemente nuestra vida pastoral.

52.4. Nos sentimos inmensamente agraciados con la presencia de los primeros santos chilenos, los beatos y aquellos hermanos y hermanas cuyos procesos de santidad están en curso. Nos admira la piedad popular expresada de maneras únicas y valiosas como son los bailes religiosos, el Canto a lo Divino y el Cuasimodo, las tradiciones chilotas del sur, así como las peregrinaciones a los santuarios del país.

52.5. Agradecemos ser una Iglesia que vive en comunión con la Iglesia Universal, con afecto y fidelidad al Santo Padre, y que acoge con corazón abierto las orientaciones pastorales que nos vienen de los obispos latinoamericanos. Basta pensar en el interés con el cual realizamos nuestra preparación de Aparecida, y en la acogida que encuentran las orientaciones del documento conclusivo.

52.6. Constatamos un aumento de los fieles en la asistencia a la celebración dominical, aun en algunos lugares en que no se puede celebrar la Eucaristía. Valoramos la catequesis sacramental, de modo especial la catequesis familiar, un valioso tesoro que tenemos que cuidar y enriquecer, para que efectivamente lleve al encuentro con el Señor y a la formación de pequeñas comunidades.

52.7. Se ha profundizado la experiencia comunitaria en las comunidades eclesiales de base (CEB’s), que han sido una prioridad de la Iglesia en Chile desde 1968, en los movimientos eclesiales y nuevas comunidades, que son un don del Espíritu para nuestra Iglesia, así como en los grupos pastorales que asumen la misión del Pueblo de Dios.

52.8. Se ha desarrollado el Diaconado Permanente, que cumple cuarenta años de historia en Chile, con gran generosidad de todas sus familias, y han crecido entre nosotros los servicios confiados a los laicos, puntales en la catequesis y equipos de formación de parroquias y comunidades.

52.9. Hay mayor conciencia y práctica misionera en la Iglesia, no sólo a través de las "misiones", sino también en la evangelización de los ambientes, en la mejor utilización de los medios de comunicación así como en el compromiso social de la Iglesia.

52.10. La presencia activa de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. Si bien ellos mismos son conscientes de que necesitan mayor preparación, hoy existen mejores instancias de formación del laicado, tanto a nivel parroquial como en los movimientos eclesiales y comunidades de Iglesia, y también a niveles especializados a través de las Universidades e Institutos pastorales.

52.11. La Iglesia ha hecho un significativo aporte con una educación evangelizadora al sistema educacional chileno y a las reformas promovidas por el Estado. En la actualidad prestamos un servicio directo a más del 17% de los estudiantes en el país, 80% por ciento de los cuales se encuentran en sectores populares, campesinos y medios.

52.12. Hay mayor trabajo en favor de los migrantes, un valioso servicio de la pastoral social que ayuda a los hermanos venidos de otras tierras a integrarse plenamente en la vida del país, como también en la vida de la Iglesia cuando se trata de inmigrantes católicos.

52.13. La opción preferencial por los jóvenes sigue siendo un desafío permanente en parroquias, colegios y movimientos de Iglesia. Hay, sin embargo, conciencia de la necesidad de una pastoral más misionera con aquellos jóvenes que no participan en la Iglesia y de métodos pedagógicos más acordes con la realidad juvenil actual.

52.14. La opción preferencial por los pobres y excluidos es también real entre nosotros a través de la actividad solidaria y caritativa de parroquias y comunidades de Iglesia, de la pastoral social y de la enseñanza de los pastores, preocupados por acortar la brecha social y económica entre los más ricos y los más pobres, y reconocer con justicia y equidad el valor del trabajo.

52.15. Nos han marcado positivamente los grandes acontecimientos de la vida eclesial como la visita del Papa Juan Pablo II, el Encuentro Continental de Jóvenes, el Gran Jubileo de la Fe y el año de la Eucaristía, así como las canonizaciones y beatificaciones que hemos celebrado.

52.16. En fin, otros elementos de diversa importancia son: el esfuerzo por una evangelización kerygmática, es decir, que anuncia a Jesús salvador y el contenido fundamental de la buena nueva de la salvación, así como una pastoral orgánica y más mariana. Hay, por otra parte, mayor alegría de ser verdaderos discípulos y se han desarrollado itinerarios formativos aportados por los movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Valoramos la vida consagrada, en sus diversas expresiones, el crecimiento de las vocaciones contemplativas y monásticas así como el surgimiento de las vírgenes consagradas.

2.2 Sombras en la vida de la Iglesia

53. Observamos también sombras o debilidades en la vida y el ministerio eclesial y, entre éstas, queremos destacar algunas que se transforman en urgentes desafíos para nuestra vida y acción pastoral, como verdaderos discípulos misioneros de Jesús:

2.2.1 Sombras en algunos rasgos de la identidad de la Iglesia:

53.1. Nos falta crecer en testimonio de comunión y acogida, de alegría y esperanza. A veces proyectamos una imagen de Iglesia lejana, burocrática y sancionadora.

53.2. No hemos sabido satisfacer adecuadamente las aspiraciones religiosas y de la piedad popular con la novedad de la espiritualidad cristiana. Nuestras celebraciones litúrgicas sacramentales no siempre son bien celebradas ni culturalmente comprensibles (25).

53.3. Falta un mayor esfuerzo, en todas las instancias eclesiales, por profundizar el sentido comunitario de la fe que nos exige nuestro discipulado misionero.

53.4. Hemos perdido el contacto vital con muchos bautizados que se han alejado de la Iglesia por diversas razones, y con aquellos que han ido a buscar respuesta a sus búsquedas religiosas en otras comunidades cristianas y confesiones religiosas.

53.5. Somos una Iglesia que ha hecho misiones para atraer personas a nuestras comunidades, pero no somos una Iglesia misionera que salga al encuentro de la gente y camine con ellas desde donde se encuentren.

53.6. Debemos crecer en la capacidad de leer los signos de los tiempos para seguir respondiendo creativamente a los llamados que Dios nos hace desde el acontecer de la historia.

2.2.2 Sombras en las vocaciones específicas:

53.7. Aunque la vida contemplativa y monástica ha experimentado mayor presencia y aumento de vocaciones, los ministros ordenados, las religiosas y religiosos son más escasos. Por lo mismo, no siempre es posible celebrar la Eucaristía dominical en todas las comunidades y, debido a las muchas labores a las que nos vemos enfrentados, los síntomas de cansancio pastoral del clero y consagrados son más frecuentes, lo que se agrava por la falta de espíritu misionero que afecta a algunos de nosotros (26).

53.8. Si bien es cierto que contamos con la gran generosidad de laicos y laicas cristianas, comprometidos con su fe cristiana y sus comunidades, estos requieren de una formación sólida que responda a los desafíos de este milenio. Vocación del laico es ser en el mundo el palpitar de la Iglesia y en la Iglesia el palpitar del mundo (27), vocación que aún no se entiende del todo. Por esta razón es necesario animar más y mejor la vocación propia del laicado en los diversos campos de la sociedad.

53.9. Una crítica constante, de parte del laicado, es un cierto autoritarismo de una parte del clero que puede ser un gran freno a la acción pastoral. En Aparecida, los pastores lamentaron, entre otros aspectos, “la ausencia de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad” (28). Una razón más para dar importancia a la renovación espiritual y pastoral del clero, y más importancia a los consejos pastorales y consejos económicos tanto en las diócesis como en parroquias y capillas en que ejercemos nuestro ministerio.

2.2.3 Sombras en la evangelización y en la pedagogía de la fe:

53.10. Nos falta una evangelización más profunda y perseverar en un trabajo pastoral más orgánico y sistemático. Tenemos mucho que impulsar en la conversión pastoral (29) para crear estructuras eclesiales que realmente estén al servicio de la evangelización.

53.11. Aún nos falta crecer en métodos e itinerarios sistemáticos de formación para personalizar la fe y hacer más significativa la evangelización. Esto significa que no hemos preparado debidamente a los agentes de pastoral en la vida espiritual y en pedagogías adecuadas para la formación en la fe y el acompañamiento personal y comunitario. Necesitamos renovar los métodos de la catequesis sacramental para que éstas contribuyan decididamente a la formación de discípulos misioneros.

2.2.4 Sombras en algunos ámbitos pastorales:

53.12. Respecto a la educación, en este momento de profundas reformas educacionales, falta reforzar un proyecto educativo integral. Necesitamos una mayor y mejor formación de los padres y profesores, protagonistas del proceso educativo, y entregar mejores elementos pedagógicos para animar los procesos de fe y de vida comunitaria de sus hijos y alumnos.

53.13. Conocemos y agradecemos de corazón la labor de cientos de voluntarios y la sacrificada tarea de quienes sirven en las actividades sociales diocesanas y parroquiales. Sin embargo, notamos que en algunos ámbitos de Cáritas y de Pastoral Social aún tenemos un desarrollo insuficiente, caracterizado casi únicamente por el servicio asistencial, con acciones de baja incidencia en la promoción humana integral.

53.14. No hemos acompañado suficientemente la fe y la formación de los constructores de la sociedad: el mundo político, cultural, artístico, laboral y comunicacional.

53.15. Al interior de la Iglesia necesitamos crecer en solidaridad para compartir los recursos humanos y materiales, y en transparencia para dar cuenta del ejercicio administrativo y económico en cada instancia de la comunidad eclesial.

Es evidente, gracias a Dios, que en todos los aspectos que hemos señalado como deficitarios hemos experimentado progresos. Por lo mismo somos conscientes de las deficiencias que hay que asumir y los desafíos que nos presenta la evangelización.


________

NOTAS

(1) Juan Pablo II, Homilía inaugural de su pontificado, 22 de octubre de 1978.
(2) Benedicto XVI, Homilía inaugural de su pontificado, 24 de abril de 2005.
(3) Benedicto XVI, Encíclicas Deus caritas est (2006) y Spe salvi (2007); Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis (2007).
(4) Aparecida. Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, n. 12. En adelante DA.
(5) Ver Jn 1,47.
(6) Ver el texto completo en Jn 1,22-51.
(7) Ver Is 53.
(8) Ver Jn 1,7-8; 1,17-18.
(9) DA, 276.
(10) Ver Jn 4,25; 14,6.
(11) Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post sinodal Ecclesia in America, 67.
(12) Ver Mc 3,14.
(13) Ver Jn 14,6.
(14) Ver Jn 16,28.
(15) S.S.Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, 3.
(16) DA 42.
(17) Ver Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 2
(18) DA 14, citando Exhortación Apostólica post sinodal, Evangelii Nuntiandi, 1.
(19) S.S. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Novo Millennio Ineunte (NMI), 43.
(20) Ver DA 12, citando a J. RATZINGER, Situación actual de la fe y la teología. Conferencia pronunciada en el Encuentro de Presidentes de Comisiones Episcopales de América Latina para la doctrina de la fe, Guadalajara, México, 1996. Publicado en L'Osservatore Romano, 1 de noviembre de 1996.
(21) DA 11.
(22) DA 18.
(23) DA 156.
(24) Ver Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 1.
(25) Ver DA 99b y 250.
(26) Ver DA 100e y 185.
(27) Ver Documento de Puebla (DP) 786.
(28) DA 100b.
(29) Ver DA 366-371.

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