Jornada COP y Vicarios de Pastoral
Presentación de las Orientaciones Pastorales 2008-2012
Lo Cañas, 10-12 de junio de 2008
Fecha: Martes 10 de Junio de 2008
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile
El tiempo y la historia
El Papa Juan Pablo II nos decía:
‹‹En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la “plenitud de los tiempos” de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos.
En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno. Con la venida de Cristo se inician los “últimos tiempos”, la “última hora”, se inicia el tiempo de la Iglesia que durará hasta la Parusía›› (Carta Apostólica, Tertio Millennio Adveniente, Nº 10).
Este texto del Papa Juan Pablo II nos debe llenar de esperanza y gratitud por el tiempo que se nos regala vivir como testigos del Señor. Jesucristo ha cambiado la historia en un antes y un después. Los creyentes católicos estamos llamados a asumir la historia y transformarla. Hoy, en medio de cambios culturales y sociales, en medio de tensiones y de signos de vitalidad, la Iglesia, animada por el Espíritu Santo vivificante, debe seguir proclamando el mensaje del Evangelio y seguir construyendo, anunciando y anticipando el Reino de Dios.
Orientaciones Pastorales: tradición de la Iglesia en Chile
La Iglesia en Chile hace décadas que trabaja comunitariamente en la elaboración de las Orientaciones Pastorales (OO.PP.). Ellas son el fruto de la oración, de la reflexión y del intercambio cordial realizado en las diócesis de Chile y en los servicios nacionales de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), así como de tantas instancias como sínodos, asambleas, jornadas de evaluación y de proyección pastorales.
Pero también son consecuencia de un acontecimiento inédito en la vida de la Iglesia en Chile. Me refiero a la primera Asamblea Eclesial Nacional (9-12 de octubre de 2007), con la participación de los obispos, delegados de las diócesis y de las diversas instituciones, servicios y carismas de nuestra Iglesia, la mayoría de ellos laicos. Cierto: un acontecimiento novedoso en cuanto a su estructura, pero no desconocido en el espíritu eclesial que ha animado a nuestra Iglesia. En efecto, fue en 1962 cuando los Obispos de Chile prepararon un primer “Plan Nacional de Pastoral”, iniciando un proceso de pastoral orgánica que llevó a la elaboración de las primeras Orientaciones Pastorales en 1968. Hoy, cuarenta años después de esas primeras Orientaciones Pastorales y en el contexto del 50º aniversario de la CECh (1957-2007), recordamos con gratitud la valoración que el Papa Juan Pablo II hizo de estas iniciativas, cuando afirmó que las Orientaciones Pastorales han sido fruto de
“un episcopado atento a los signos de los tiempos que, con afecto colegial, se decide a escrutar y responder a los designios de Dios” (Discurso en la Visita ad Limina, 18 de octubre de 1994).
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida (Brasil), ha sido, sin duda, un acontecimiento eclesial y espiritual que marcará rumbos en nuestra Iglesia y en el fervor misionero de sus miembros. Convocada por el siervo de Dios Juan Pablo II y confirmada por nuestro Papa Benedicto XVI, la Conferencia de Obispos acuñó un nuevo término que es el núcleo de las Orientaciones Pastorales:
”discípulos misioneros de Jesucristo”.
Siempre en comunión con el sucesor de Pedro, las Orientaciones Pastorales se inscriben en una práctica querida por el Concilio Vaticano II, por las enseñanzas de los Papas, por las experiencias de los Sínodos de Obispos, por las reuniones continentales de Conferencias Episcopales y por nuestro caminar y reflexionar en común acerca de la situación de nuestra patria e Iglesia.
Si bien la animación y los planes pastorales corresponden por derecho a cada obispo en su diócesis, conforme a la realidad peculiar de cada jurisdicción eclesiástica,
“en la Conferencia Episcopal, los obispos encuentran su espacio de discernimiento solidario de los grandes problemas de la sociedad y de la Iglesia, y el estímulo para brindar las orientaciones pastorales que animen a los miembros del Pueblo de Dios a asumir con fidelidad y decisión su vocación de ser discípulos misioneros”(Documento de Aparecida, 181).
Conferencia de Aparecida
Nuestras Orientaciones Pastorales reciben su título de la Asamblea continental. Asumir el llamado a vivir la fe en el Señor y su mandato de evangelizar nuestro tiempo como sus discípulos misioneros, supone un desafío complejo que nos interpela a la conversión pastoral y a la renovación misionera de nuestras comunidades eclesiales. Esto podrá ser efectivo según sea la calidad y profundidad de nuestro encuentro personal y eclesial con el Señor: “encuentro con Cristo vivo”, lo llamó el Papa Juan Pablo II.
El Documento de Aparecida (DA) formuló del siguiente modo la tarea prioritaria del momento presente:
“custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Se abre paso un nuevo período de la historia con desafíos y exigencias, caracterizado por el desconcierto generalizado que se propaga por nuevas turbulencias sociales y políticas, por la difusión de una cultura lejana y hostil a la tradición cristiana, por la emergencia de variadas ofertas religiosas, que tratan de responder, a su manera, a la sed de Dios que manifiestan nuestros pueblos” (DA 10).
Esta nueva situación lejos de evaluarla como un repliegue
“ad intra”, nos motiva a renovar el impulso misionero: “Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu” (DA 11).
Nos preocupa, tal como señala el Documento de Aparecida, citando palabras del entonces cardenal Ratzinger, hoy nuestro Papa Benedicto XVI, que nuestra mayor amenaza es el
“gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DA 12).
Por eso, el desafío fundamental que afrontamos es “mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo.” (DA 14)
La Misión Continental para una Iglesia misionera
Una de las principales conclusiones de Aparecida es la necesidad de despertar un gran impulso misionero, recordando el mandato del Señor de “ir y hacer discípulos entre todos los pueblos” (Mt 28, 20), conscientes de que el Espíritu Santo nos precede en esta misión. Este impulso misionero se puede desglosar en cuatro consecuencias prácticas:
-acoger intensamente esta hora de gracia;
-implorar y vivir un nuevo Pentecostés en todas las comunidades cristianas;
-despertar la vocación y la acción misionera de los bautizados, en la comunión viva de la Iglesia;
-salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza (DA 567).
Aparecida quiere animar la vocación misionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pongan en estado de misión permanente.
Aspectos novedosos:
-la conciencia de vivir un auténtico “kairós” u hora de gracia; acoger un nuevo Pentecostés;
-suscitar la alegría de ser cristianos a partir de “estar” y “amar” como Cristo (DA, 548);
-requiere entrar en un dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a quienes han abandonado la Iglesia, a quienes están alejados del influjo del Evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe;
-la Iglesia del continente quiere “recomenzar desde Cristo” recorriendo junto a El un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad y de la solidaridad.
Desde esta renovada conciencia misionera eclesial, la Conferencia de Aparecida propuso como tarea prioritaria el “despertar un gran impulso misionero en la Iglesia en América Latina y El Caribe”.
La finalidad de esta misión es llevarnos “a vivir el encuentro con Jesús como un dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a quienes han abandonado la Iglesia, a quienes están alejados del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe” (CELAM, La Misión Continental para una Iglesia misionera, I.2, pág. 11).
Esta misión evangelizadora debemos entenderla como la capacidad de los discípulos misioneros de testimoniar y expresar en obras y palabras la propia experiencia vivida del encuentro con Cristo en la comunidad eclesial.
A esto quieren ayudarnos las OO.PP. 2008-2012 y la motivación a la Misión Continental a nivel nacional. En efecto, las OO.PP. señalan (nn. 72-76):
Para ofrecer la Vida del Señor Jesucristo a cada persona, a las familias y a la misma sociedad necesitamos una
renovación misionera de la Iglesia que se exprese en
la conversión personal que “despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida” (DA 366). Y en una
conversión pastoral (DA 365-371) que nos exige pasar de “una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (DA 370).
Una expresión inicial de esta conversión pastoral será la
Misión Continental, anunciada por el Santo Padre y convocada por la V Conferencia, que llevaremos a cabo en el contexto del bicentenario de la Independencia Nacional. El contenido de esta Misión será el gran mensaje de la V Conferencia aplicado a las circunstancias de nuestro país y de cada diócesis. Y su
objetivo fundamental será poner a la Iglesia, como tal, y a todas las realidades eclesiales, en
estado permanente de misión para anunciar con nuevo ardor el Evangelio a las personas alejadas y desencantadas de la Iglesia, a quienes parecen indiferentes a la fe y a quienes se confiesan agnósticos o no creyentes. Una tal renovación eclesial “implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (DA 367), que tenemos que discernir y concretar a la luz del Espíritu y con audacia evangélica.
El CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) ha propuesto una Misión Continental en etapas, de diversa duración, destinadas a poner a la Iglesia en
estado de misión permanente. Su inicio será el domingo 17 de agosto de 2008, con ocasión de la clausura del Tercer Congreso Americano de Misiones (CAM 3), en Quito, Ecuador. Las etapas propuestas son:
Etapa 1: Sensibilización de los agentes pastorales y evangelizadores, con el fin de que los pastores, los consagrados y las consagradas, los que ejercen servicios y ministerios en las diversas comunidades de Iglesia (por ejemplo, catequistas, animadores) seamos los primeros en asumir este desafío del discipulado misionero y en profundizar nuestra conversión personal y pastoral
Etapa 2: Profundización con grupos prioritarios. Se trata de promover el discipulado misionero en aquellas realidades eclesiales que tienen especial importancia en la pastoral de cada diócesis, como pueden ser, por ejemplo: los colegios, universidades e institutos de Educación Superior, los medios de Comunicación Social, la pastoral familiar, la pastoral juvenil, etc.
Etapa 3: Misión sectorial. Dirigida a los diversos sectores de la sociedad con la presencia y ayuda de quienes en las primeras etapas se han puesto en actitud de misión permanente.
Etapa 4: Misión territorial, necesariamente más parroquial, con el deseo de que cada parroquia llegue a ser una comunidad de comunidades de discípulos misioneros, adecuando sus estructuras a una misión permanente.
En las etapas 3 y 4 tendremos presente una pedagogía especial para entrar en comunión de fe y de afecto con los alejados de la Iglesia y en un diálogo respetuoso con los miembros de otras confesiones religiosas, con las personas indiferentes a la fe y con aquellos que se declaran no creyentes.
En esta Misión Continental,
deseamos resaltar al sujeto de la evangelización, que es el discípulo misionero, para juntos recobrar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas” (DA 552), llegando a esperar en la Iglesia un nuevo Pentecostés (DA 362) . “Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).
Por lo tanto, la Misión Continental que está incorporada en nuestras Orientaciones Pastorales, viene a ser sólo el punto de partida de un proceso misionero permanente. Y, por ser Continental, contemplará algunos signos y celebraciones comunes e incluso simultáneas con las demás diócesis del país y aun del continente”.
Invitación y gratitud
Invito a conocer las OO.PP. como documento orientador, e interiorizarnos de la espiritualidad y pedagogía del encuentro y de los rasgos de la sociedad a la que como Iglesia queremos servir desde una renovada conciencia misionera permanente, de acuerdo a algunos énfasis e interlocutores prioritarios.
Puestos en esta perspectiva damos gracias al Señor por lo ya acontecido entre nosotros en el proceso preparatorio y de recepción de Aparecida y de preparación de las OO.PP.
Damos gracias al Señor por cada una de las Iglesias diocesanas, por sus parroquias, comunidades eclesiales, sus movimientos apostólicos y nuevas comunidades, centros de educación y todas las instancias de nuestra Iglesia, así como a las Áreas pastorales de la CECh, que junto al discernimiento realizado en la Asamblea Eclesial Nacional, ofrecieron a los obispos valiosos elementos en la formulación de las Orientaciones Pastorales para el quinquenio 2008-2012. A los miembros de todas las instancias eclesiales, a su oración, confiamos el estudio y reflexión de estas Orientaciones, y la puesta en práctica de la Misión Continental para una Iglesia misionera.
En la escuela de la Virgen María
Contemplemos a María nuestra Madre. Entre los discípulos misioneros de Jesús destaca de manera admirable la Santísima Virgen María. Ella es la máxima realización de la vida cristiana. Ella es la discípula perfecta del Señor por su fe, su obediencia y su constante meditación de la Palabra y de las acciones de su hijo, Jesucristo. Y es, a la vez, misionera, pues desde que lo llevó en su vientre, al visitar a su prima Isabel, se hizo parte esencial del Evangelio del Señor. En torno a nuestra Madre, que le confiere alma y ternura a la convivencia de los discípulos de Jesús, se constituye la Iglesia-familia y de ella aprende a ser materna y mariana. En la “escuela de María” aprendemos a vivir en comunidad y a ser discípulos misioneros (OO.PP. 2008-2012).
No por casualidad, sino que por providencia de Dios, las Orientaciones Pastorales fueron concluidas el día de la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel.
Muchas gracias.
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago
Secretario General de la CECh
Santiago de Chile, martes 10 de junio de 2008