Con ocasión del aniversario de la muerte de Rafael y Eduardo Vergara Toledo, diversas vocerías han llamado a salir a las calles para manifestar su descontento, en lo que se ha dado en llamar día del Joven Combatiente.
Comparto la solidaridad con el dolor de sus Padres que vieron destrozar la vida de sus hijos en circunstancias tan injustas y violentas hace 23 años, y también tengo la más profunda convicción que los jóvenes deben ser protagonistas ahora y no en el futuro, de un Chile más justo y fraterno. Sin embargo, todos hemos sido testigos de cómo estos llamados hacen que se desate una escalada de violencia en nuestras poblaciones y el miedo impere en la ciudad. Nada hace aceptables estas acciones.
En otras ocasiones he oído justificar la violencia con el argumento de que es la única forma con la que logran ser escuchados. Ante esto me urge recordar lo engañoso de optar por ella. Nada más ingenuo que pensar que por ese medio se puede resolver algún problema. Por el contrario, lo complica porque destruye el diálogo, acalora los ánimos y terminamos sin escucharnos. Con ella entramos en una dinámica en donde el otro es siempre un enemigo en quien no se puede confiar ni un milímetro; en esta dinámica todo lo que diga o haga el contendiente será sujeto de sospecha.
Jesús, más que muchos, fue un rebelde que luchó por cambiar las cosas. Y si lo seguimos escuchando es porque fue fiel hasta las últimas consecuencias a su mensaje de amor y no se dejó vencer por la tentación del odio. Ahora Resucitado nos ofrece su Paz. En sus apariciones es su palabra más reiterada. Todavía más, declara dichosos a quienes tienen la audacia de creer en El sin necesitar pruebas. El nos invita a apostar por la paz y a evitarnos las dolorosas consecuencias del odio. Es urgente que volvamos a poner nuestra confianza en su fecundidad. Ella no significa pasividad, muy por el contrario exige mucho más compromiso, creatividad y audacia.
En nuestro país ya vivimos una larga y dolorosa historia para aprender a valorar los caminos de la paz. Tuvimos que recorrer un largo calvario para darnos cuenta de algo tan obvio: en la violencia ganan los violentos. Sólo por el camino del diálogo sereno y respetuoso es posible avanzar hacia condiciones más dignas para todos.
En esta fecha, quiero unirme a las palabras de Monseñor Goic y llamar a la calma, a dejar de lado odios y enfrentamientos que pueden ocasionar nuevas muertes. Y en especial me dirijo a los jóvenes, para que cultiven en ellos la no violencia activa, que no significa dejar de pelear por lo que consideran justo, si no que se trata de promover instancias de diálogo y cambio.
¡Feliz el Pueblo que se atreve a creer en los caminos de la Paz.!
Pbro. Galo Fernández Villaseca
Vicario de la Esperanza Joven
Arzobispado de Santiago