Estimados(a) hermanos(a) en el Señor:
1.- Juntos estamos celebrando la gran fiesta de Navidad. La fiesta de la Navidad es el misterio del amor misericordioso de Dios que irrumpe en nuestra historia y en la vida de cada persona con el nacimiento de su Hijo. Es el gran regalo que Dios nos ha dado,
• que siendo grande, se hizo pequeño;
• que siendo fuerte se hizo débil;
• que siendo eterno habitó entre nosotros.
Jesús nacido en Belén, dice el Papa Benedicto es el “regalo por excelencia”, que Dios nos ha entregado.
Navidad, es la fiesta que nos centra en la fragilidad y la esperanza que trae el Niño recién nacido en Belén, llamado Jesús, quien yace “envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2, 10-12), es un Niño indefenso, recién nacido en una cueva en medio de los animales, que devuelve la dignidad a cada niño que nace, que da esperanza a quien yace en la duda y en el desaliento.
Jesús, ha venido para curar a los heridos de la vida y para dar nuevo sentido incluso a la muerte. En aquel Niño, dócil y desvalido, que llora en una gruta oscura y fría, Dios ha destruido el pecado y ha puesto el germen de una humanidad nueva, llamada a llevar a término el proyecto original de la creación y a transcenderlo con la gracia de la redención.
2.- El Niño Dios, al nacer en Belén, ha entrado en la historia concreta de su tiempo:
• época de conflictos sociales y de muerte;
• de injusticias y llantos;
• de explotaciones y esclavitudes;
• de guerras y conflictos bélicos;
• de odios y rencores.
Pero a este pueblo oprimido y doliente, que caminaba en tinieblas, se le apareció "una gran luz". Es la luz que irradia de la humildad de Jesús nacido en el pesebre de Belén. Es la luz que vuelve a iluminar a toda la humanidad y da pleno sentido a nuestra naturaleza iluminando y perdonando nuestro pecado.
El nacimiento del Niño Dios también ilumina nuestras actuales circunstancias históricas. Son muchos los acontecimientos alegres y dolorosos que hemos vivido durante este año, tanto en Chile como en toda la humanidad.
Por ello, nos gustaría que el nacimiento del Niño Dios, nos iluminara y nos ayudara en nuestras actuales circunstancias históricas, para que con su luz y su paz podamos seguir construyendo una nación donde todos nos reconozcamos como hermanos, hijos de un mismo Dios, y podamos vivir como tales en dignidad y con la calidad de vida que demanda nuestra condición de “imagen y semejanza” del Señor.
Los Obispos de Chile hemos señalado, que desde el pesebre de Belén, miramos la calidad de nuestra convivencia. Estamos concluyendo un año que, si bien no ha sido fácil para los chilenos en varios campos, también ha abierto caminos, por la fecunda vía del diálogo, para buscar soluciones a temas pendientes de la sociedad, como una mayor justicia social y una educación de calidad. Eso sí, nos sigue preocupando este clima de violencia latente en la convivencia diaria del hogar, que también se percibe en barrios, colegios, estadios y en distintos ámbitos de la vida social y que cada cierto tiempo estalla en polémicas destempladas, y descalificaciones.
La fiesta de Navidad, que nos hace mirar el pesebre de Belén, nos une de modo especial a las personas que sufren la pobreza, la soledad, la enfermedad o el abandono. Pensamos hoy en quienes se encuentran sin trabajo, con sus familias en crisis, lejos de sus seres queridos o agobiados por la desesperanza. Con los más pequeños quiso Dios celebrar su presencia en medio de nosotros. Hacia sus sentimientos volcamos los nuestros en esta Nochebuena.
El Niño de Belén nos ha traído el regalo de la paz, por ello que en esta “noche de paz”, volvemos a señalar con toda fuerza: necesitamos educar para la paz. El Papa Benedicto nos ha dicho: “la familia es la primera e insustituible educadora de la paz”. Sólo desde el diálogo honesto y respetuoso que se aprende en el hogar se logra superar la tentación de la violencia y se abren las puertas a soluciones justas.
En la paz del pesebre se inspira nuestra intención para esta nochebuena: que el Niño Jesús nos bendiga con su gracia, pacifique nuestros espíritus y nos conduzca por el camino del diálogo para que nuestra convivencia familiar, cívica y social sea cada día más respetuosa de la dignidad de todos, por el bien de nuestro pueblo, y particularmente de los más postergados.
Nuestro país, según todas las ultimas mediciones sociales y de producción, ha crecido económicamente, pero por otra parte, las mediciones sociales sobre el grado de satisfacción que vivimos nos señalan que ha ido disminuyendo, la felicidad en los chilenos.
Estamos perdiendo las fuentes de la alegría y de la esperanza. El pesimismo y la cuota de fatalismo que nos ha caracterizado en nuestra cultura, ha ido aumento en estos tiempo, lo que no deja de preocuparnos.
Este fenómeno de la falta de esperanza y optimismo, ha sido el tema de la segunda encíclica que nos ha regalado Benedicto XVI, titulada: “Spe Salvi. La Esperanza de nuestra Salvación. Para nosotros los creyentes, la causa de nuestra esperanza es JESUCRISTO, el Hijo de Dios hecho hombre y nacido en Belén.
Todos necesitamos tener esperanzas – más grandes o más pequeñas –, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar” (N. 31)
En el espíritu de Navidad, tiempo de esperanza manifestamos la convicción de que “la presencia de Dios, la amistad con el Hijo de Dios encarnado, la luz de su Palabra, son siempre condiciones fundamentales para la presencia y eficiencia de la justicia y del amor en nuestras sociedades” (Benedicto XVI). Acogiendo la invitación de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida, deseamos que cada uno de nuestros fieles puedan:
“conocer a Jesús, que es el mejor regalo que puede recibir una persona; que habiéndolo encontrado sea para cada uno de nosotros lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y encontrado el Señor lo podamos dar a conocer con nuestro testimonio, con nuestra palabra y con nuestras obras, para que se convierte en nuestra alegre esperanza”.(DA 29)
María la Virgen Madre que ha dado a Luz a su Hijo en Belén nos acompañe y obtenga de su hijo su bendición para cada uno de nosotros y nuestras familias, a todos los Magallánicos les deseo una muy feliz Navidad. -
† Bernardo Bastres Florence
Obispo de Magallanes
Punta Arenas, Navidad de 2007.-