Talca, Diciembre de 2007.
Agradezco a ustedes que me hayan distinguido como “persona destacada en la defensa y promoción de los Derechos Humanos”. Es un hermoso gesto que valoro y que tiene mucho sentido. Para un sacerdote, en este caso un obispo, esta distinción va más allá de la persona porque el sacerdote intenta prolongar a Cristo en el mundo de hoy porque así se lo ha pedido la Iglesia.
Después de agradecerles a ustedes sólo deseo entregar un pensamiento.
En Jesucristo encontramos a quien ha vivido y enseñado con más fuerza el valor de la dignidad humana y la defensa de sus derechos vitales.
Dignifica a la mujer en su diálogo con la mujer samaritana y al perdonar a la mujer sorprendida engañando a su marido.
Dignifica a los enfermos y a toda persona débil. Basta ver cómo sana a los leprosos, hombres marginados de la sociedad y condenados a vivir aislados por su enfermedad.
Le da importancia a los niños al decir que de ellos es el Reino de los Cielos. Por eso pide tener un corazón limpio como los niños.
Hasta el final de su vida muestra el valor de la dignidad.
Al buen ladrón clavado en la cruz le dice “Hoy estarás conmigo en el cielo” y ese ladrón redimido, un pato malo, parece ser el primer santo de la Iglesia canonizado directamente por Jesús. Se llama San Dimas.
Jesús sanó a tanta gente herida en el camino. Él puede sanar las heridas que dejó el régimen militar desde 1973. Sólo Él puede suavizar nuestras asperezas y nuestras tensiones que hacen tanto daño.
Al pensar en este día Internacional de los Derechos Humanos les ruego mirar a Jesucristo, mirarlo con respeto y con cariño y en Él encontramos cómo abordar las dificultades y los traumas sobre la dignidad humana atropellados por el abuso de una sociedad excesivamente centrada en el poder, en el dinero y no en las personas como debería ser. No es que los pobres estén más pobres, pero sí algunos se han enriquecidos demasiado y las diferencias crean amarguras y resentimientos.
Vivimos en un mundo bastante impersonal, la televisión nos hace más individualista y menos comunitarios. Existe demasiada soledad.
Miremos a Jesús y sabremos qué hacer.
Que tengan una Navidad serena y de paz para que puedan encontrarse con Jesús el Niño Dios, nacido humildemente en Belén. Él nos ayuda a entender.
Muchas gracias y que Dios les bendiga,
Obispo Carlos González C.
