Desde hace largo tiempo, la Iglesia ha venido expresando su preocupación por la difícil situación que está viviendo el profesorado chileno. La profundidad y aceleración de los cambios que experimenta el sistema educacional se ha proyectado en el campo laboral del Magisterio con particular intensidad.
Hoy en día estamos enfrentados a la dolorosa situación que sufre un gran número de profesores y sus familias, al verse privados de su fuente de trabajo.
Creemos que es una medida cuyos efectos en la vida nacional pueden ser insospechadamente graves, por las consecuencias que acarrea en el significativo número de exonerados, en el resto del Magisterio, e incluso, a futuro, en los propios alumnos.
En estas circunstancias, la Iglesia llama, una vez más, a encontrar vías de solución que signifiquen un reencuentro con mecanismos participativos y consensuales. Los anuncios de creación de Comisiones para reestudiar el problema de los profesores exonerados, puede ser un principio de solución, en la medida que por su composición y facultades garanticen su ecuanimidad. La incorporación de representantes de las Organizaciones Gremiales debiera ser un requisito necesario para esta garantía.
A los profesores que están sufriendo esta dolorosa medida les expresamos nuestro más profundo afecto y solidaridad. A todos los educadores les reiteramos el llamado que les hiciéramos en nuestra última Carta Pastoral “a asumir plenamente sus responsabilidades profesionales y ciudadanas, como lo señala su rica tradición, y a forjarse, por su protagonismo histórico, su propio porvenir”.
† Javier Prado Aránguiz
Obispo de Iquique
Presidente Área Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 19 de enero 1987