En su habitual comunicación mensual con los fieles de la diócesis de de San Bernardo Monseñor Juan Ignacio González se refiere a algunos hechos de especial significación para la vida del país, como la imposición que ha hecho el Gobierno obligando a
Fecha: Martes 13 de Noviembre de 2007
Autor: Mons. Juan Ignacio González
San Bernardo, 11 de noviembre de 2007
Queridos sacerdotes, religiosas y religiosos y laicos de nuestra diócesis:
1. Como todos hemos comprobado, durante los días pasados se han agudizado los conflictos con las autoridades públicas con ocasión de un intento de imponer la venta obligatoria de la llamada píldora del día después. La Iglesia, por medio de las autoridades de la Conferencia Episcopal, han levantado con claridad su voz y yo mismo he escrito una carta a los dueños de una de las cadenas de las farmacias alabando su fortaleza y el testimonio que dan al oponerse a este abuso. Al final, el gobierno ha impuesto su voluntad doblegando la resistencia de las farmacias y ridiculizando la objeción de conciencia que algunos habían levantado para oponerse a algo que consideran inmoral, usando una disposición legal que le permite establecer el listado de la venta de medicamentos como obligatorio, aun cuando todos sabemos que la píldora del día después nadie la considera como tal.
2. Todos los cristianos somos hombres y mujeres de paz, que buscamos que exista comprensión, amor y caridad en la vida social. Pero esa paz – hemos de tenerlo muy claro – sólo se puede fundar en la verdad para que sea cierta y duradera. Por eso muchas de las soluciones que los hombres proponen a los problemas humanos en vez de arreglar las dificultades las aumentan, como ocurre en la caso presente. Como nos ha dicho el Papa Benedicto XVI en Aparecida sólo “quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis”, para luego concluir: “si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y al no haber camino, no hay vida ni verdad”.
3. Al leer estas palabras y meditarlas cómo no pensar en la situación que estamos viviendo. Detengamos un momento en ella. ¿A quien de nosotros no nos preocupa el alarmante aumento del embarazo juvenil. ¿Pero cuales son las soluciones? Aquí aparece con fuerza la visión de la realidad con Dios o sin Dios, como dice el Papa.
Sin Dios, es decir desde una perspectiva sólo naturalista, de genero, se trata de levantar la falsa bandera de que toda persona y todo joven tiene derecho a satisfacer sus deseos sexuales, porque ellos forman parte de su naturaleza y no hay reglas preestablecidas, ni normas morales, ni es posible para nadie erigirse en juez de estas situaciones y conductas. Se trata, eso si, de evitar a toda costa que de esas relaciones se siga al embarazo, que viene a ser una consecuencia molesta y amarga. Para ello el Estado despliega su autoridad y sus medios – que son de todos los chilenos - e impone su visión por medio de la distribución masiva de preservativos, el reparto a generalizado de anticonceptivos en los consultorios públicos y, en última instancia, la imposición de la venta de la píldora del día después, para todas la personas que no hayan adoptado las medidas “oportunas” a su tiempo. Resultado: aumento generalizado de la actividad sexual de los jóvenes, promiscuidad, perdida del respeto mutuo, etc. Que prueba mas evidente que el comportamiento de jóvenes estudiantes que ha grabado escenas aberrantes de carácter sexual y las han subido a la Internet para mostrarlas a todo el mundo. Muchas personas se han escandalizado. Quienes trabajamos con los jóvenes sabemos que todas esas cosas están ocurriendo.
Con Dios. Se trata de un problema social que deba ser estudiado y asumido desde sus causas y que tiene connotaciones espirituales profundas. Entre esas causas están, la ausencia de los padres del hogar, la pornografía y la sexualidad mostrada salvajemente en los medios de comunicación, la programación televisiva que atrae por la inmoralidad, la desnudez, la exhibición abierta de una sexualidad degradante, etc. A ello debe agregarse una falta de educación en la afectividad que hace que nuestros jóvenes no tengan elementos para descubrir como reaccionar frente a una enseñanza de la sexualidad más biológica que ética, teniendo todos estos procesos como telón de fondo la desaparición del matrimonio legal y el establecimiento de la mera convivencia como la regla general en las relaciones entre una mujer y un hombre. La verdad sobre el matrimonio ha sido rechazada por la ley y a tal llega el desprecio sobre la institución esencial de toda sociedad humana, que se está intentando la unión legal entre personas del mismo sexo como si fuera matrimonio. Por último, a este brevísimo análisis, agréguese la falta de pudor en el vestir y en la expresión de los sentimientos entre el hombre y mujer, especialmente entre nuestros jóvenes.
4. Cada una de la realidades señaladas tienen su enfoque según Dios. El ejercicio de la sexualidad por su íntimo significado está rodeado de un respeto sagrado que ha hecho que en todas las civilizaciones se considere contraria a las normas elementales de la convivencia social su exhibición pública. Por esta razón la trasgresión que de esta norma elemental hacen los medios de comunicación provoca consecuencias graves en toda persona normal que se enfrenta a esas imágenes y particularmente en nuestros jóvenes. La educación en la afectividad y en el conocimiento de la sexualidad humana siempre estuvo reservada a los padres y mayores de las familias, que con palabras adecuadas y en el tiempo oportuno –distinto para cada joven –explicaba el misterio asombroso del amor humano y la transmisión de la vida. Cuando llegó el Estado y estimo necesario suplir a los padres en esta misión esos hijos recibieron en el aula explicaciones insatisfactorias, a medias, biologicistas, etc. sin muchas distinciones y generales para todas nuestras niñas y niños, destruyendo de paso la inocencia de muchos, despertando a destiempo lo que aún dormía en otros y en dejando en todos la sensación de que lo importante es prevenir los efectos –embarazos no deseados –de la actividad sexual. Más adelante, ese mismo Estado usando de las herramientas de una democracia erigida en regla moral, determinó que ya la institución matrimonial no era sostenible como camino para toda la vida y entonces introdujo el divorcio que la Iglesia llamó “cáncer” porque carcome y mata la institución más esencial de la vida humana, para llegar luego – como se ha dicho- a intentar la unión de personas de igual sexo como si fuera matrimonio. El asalto definitivo que se prepara es lograr convencer a la mujer que ella es la única dueña del ser que lleva en su seno y por tanto puede determinar legalmente quitarle la vida: es el aborto, un “crimen” - como lo llamó el Concilio Vaticano II – que termina quitando la vida al mas inocente de los seres y deja para siempre herida a una mujer.
5. Como nos dice el Papa Benedicto en Brasil “el mundo necesita de vidas limpias, de almas claras, de inteligencias simples que rechacen ser considerados criaturas objetos de placer. Es necesario decir no a aquellos medios de comunicación social que ridiculizan la santidad del matrimonio y la virginidad antes del casamiento”. Cuanta fortaleza y audacia nos falta para oponernos a tanta insensatez y que caros pagaremos nuestros silencios, especialmente si no secundamos decididamente una verdadera cruzada a favor de la pureza, en contra de quienes creen que cada ser humano es un poco una bestia incapaz de vivir conforme a normas y principio morales. Hoy mas que nunca es necesario crear un clima favorable a la vivencia de la virtud de la pureza cristiana y para ello es indispensable que cada uno es su ambiente sepa dar el “buen olor de Cristo”, pero también tenga la audacia de exponer con fortaleza y humildad la enseñanza de Cristo sobre este importante aspecto de la vida humana y sobretodo, dar un ejemplo claro de coherencia en esta materia. Esto es especialmente necesario en el tiempo actual para todos los que trabajamos directa-mente en los apostolados de la Iglesia. Desde nuestras palabras y acciones hasta nuestra forma de vestir han de ser expresión del respeto al cuerpo que es templo de Espíritu Santo.
6. Otro aspecto de enorme gravedad e importancia para la libertad de la Iglesia y nuestra convivencia social es descubrir que la autoridad política quiere introducir en nuestra vida un concepto de no discriminación con el que pretende que la ley reconozca que las diferencias – sean cuales sean - nunca puede ser motivo de distinción, exclusión, restricción o preferencia arbitraria, concepto que presentado de manera suave y con sagacidad quiere decirnos que una persona que elige una condición sexual contraria a la naturaleza humana, (homosexualidad, lesbianismo, etc,) no puede por esa razón ser excluido en cualquier ámbito que sea y que quien e cualquier manera haga algo que pueda hacer que una persona se sienta discriminada por esta razón y otras cometería un delito que se crea y se agrega al Código Penal. La fe cristiana es por naturaleza contraria a toda discriminación arbitraria, pero ello no significa que los comportamientos de cada uno de nosotros no tengan una significación moral y en cuanto tales puedan ser observados y juzgados como conforme a la ley de Dios o contrarios a ella.
Esta ley fue propuesta en los últimos meses de la administración del Presidente Lagos y ha continuado su avance legislativo en el Congreso silenciosamente. El Proyecto en cuestión fue redactado e impulsado con el apoyo del los grupos homosexuales a fin de que quienes tienen esa condición se conviertan en un grupo protegido legalmente contra cualquier tipo de “discriminación” y toda especie de “menoscabo” en razón de su “orientación sexual”. Si este Proyecto llegara a ser ley ningún sacerdote ni fiel católico podrá referirse a esas “orientaciones sexuales” –por ejemplo a la homosexualidad y el lesbianismo como conductas “intrínsecamente desordenadas”, según las califica la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el Catecismo e la Iglesia Católica (n. 2357) y tampoco podrá citar los numerosos párrafos de las Sagradas Escrituras que censuran esos vicios, porque podrá ser procesado y sancionado con penas aflictivas de hasta cinco años de cárcel.
Para medir las situaciones de persecución religiosa que puede provocar este ánimo “anti-discriminatorio”, conviene conocer la situación creada en los países donde leyes de similar contenido ya fueron aprobadas. En este sentido los Obispos de Inglaterra reciente-mente solicitaron a las autoridades civiles que se les reconozca un derecho tan fundamental e indiscutible como el de poder impedir que los transexuales reciban las órdenes sagradas para evitar que los Obispos sean condenados con las nuevas normas de “discriminación indirecta”, en el caso de que prohíban esas ordenaciones. Sin embargo, dado que el gobierno británico rechazó el conceder una exención a la Iglesia en la nueva ley de adopción, es probable que este pedido sea negado. Por su parte la Conferencia Episcopal española se vio recientemente en la necesidad de salir al paso de un nuevo programa educacional impuesto por el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, el cual, siguiendo el mismo concepto de no-discriminación, hizo obligatoria en los colegios la materia, “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos”. Tal asignatura incluye temas como “preferencias sexuales, estereotipos que se reciben en la propia familia” y “conflictos éticos en el comienzo y en el final de la vida”, o sea, aborto y eutanasia. (cf. “El Mercurio”, 18 de septiembre del 2007).
Un ejemplo más cercano de esta misma situación lo tenemos en nuestra diócesis, contra la que se ha interpuesto un Recurso de protección por haber suspendido la facultad de impartir enseñanza religiosa católica a una profesora que reconoce públicamente su condición de lesbiana. Si tal recurso fuera acogido por la Corte de Apelaciones de San Miguel, podría llegarse a un conflicto grave, pues es moralmente imposible que la autoridad de la Iglesia avale que una persona de tal condición imparta clases de religión católica. Este proceso va de la mano también con un acuerdo entre el Ministerio de Educación, de Salud y el Movimiento de Liberación homosexual (Móvil) para introducir en los colegios un plan de aceptación de las conductas homosexuales pasando a llevar los derechos de los padres a la educación en la afectividad de sus hijos.
Por todo lo anterior es necesario oponerse con toda fuerza a este proyecto pues si no encuentra ahora una sólida oposición de parte de cada uno de nosotros fieles católicos, podremos tener que lamentar después –con justicia, pero sin eficacia– que se desencadene una verdadera persecución religiosa. En ese sentido el Santo Padre Benedicto XVI ha señalado: “no puedo ocultar mi preocupación por las leyes de las parejas de hecho“ (…) “una nueva forma de pareja que elimina la diferencia entre sexos” y que hace que “sea igual que se unan un hombre y una mujer que dos personas del mismo sexo”. Ante esto, Benedicto XVI reivindicó el derecho de la Iglesia católica a una “injerencia pública” para “defender el hombre, como criatura formada por alma y cuerpo, a imagen de Dios”.
7. Queridos hermanos y hermanas, el cuadro es sin duda triste y difícil. Quienes estamos llamados por el Señor a servir a la Iglesia desde el ministerio sacerdotal, la vida religiosa y como laicos con responsabilidades pastorales vemos en nuestro trabajo apostólico de cada día los efectos negativos de las políticas que en las materias que he tratado en esta carta se están produciendo en nuestras familias y en nuestro jóvenes.
Por ello es obligación moral de todos nosotros oponernos por todos los medios a nuestro alcance a estos ataques a los valores más esenciales de nuestra vida cristiana y cívica, denunciado claramente estas situaciones, enseñando con verdad las consecuencias de ellas a nuestras comunidades y dando un testimonio abierto y explicito de la verdad que llevamos como hijos de Dios y hermanos del Señor.
Hemos de tener muy claro que mientras mayores sean los desafíos que enfrentamos los cristianos mayor gracia de Dios se nos concede para responder a ellos, y, por tanto, la respuesta nuestra a esas gracias resulta esencial para asegurar que la fe cristiana y católica de nuestro pueblo no sea arrebatado por oportunismos políticos. Sin temores, unidos en la comunión de una misma fe, de unos mismos sacramentos y guiados por los pastores de la Iglesia, presididos todos por el Vicario de Cristo, nuestro Papa Benedicto, demos alegre-mente las batallas por la defensa de los derechos de Dios y de los cristianos que nos han sido encomendados, sabiendo que en el camino no nos faltara la cercanía, el consuelo maternal y el impulso de la Madre de Jesús, María, cuyo mes estamos celebrando.
† Juan Ignacio González
Obispo de San Bernardo