Ha nacido en nuestra Patria una nueva esperanza.
Nuestro pueblo ha despertado con un renovado entusiasmo. Chile entero siente pasar como una brisa de alegría.
Es una hora de gracia: el Vicario de Cristo viene a visitamos.
En el nombre de Jesucristo llamamos a toda la Iglesia e invitamos a todos los hombres de buena voluntad a preparar la llegada a nuestra Patria de Juan Pablo II, el Pastor de la Iglesia Universal.
Preparar su visita es hacer un renovado esfuerzo para que los pobres reciban la Buena Nueva, los afligidos encuentren consuelo y los mansos y humildes lleguen a “poseer la tierra” (Mt. 5,4).
Preparar su visita es promover el diálogo y la comunicación al interior de la familia; es fortalecer nuestra participación en las comunidades cristianas.
Preparar su visita es seguir esforzándonos para que se respete la dignidad del hombre y se logre establecer un clima de libertad y de cordura en nuestra convivencia nacional.
A quienes hayan ofendido a un hermano les suplicamos que le pidan perdón.
A quienes hayan sido ofendidos, que sepan perdonar.
Con este fin les proponemos un gesto, sencillo pero capaz de renovar el ambiente a lo largo de nuestra Patria: depositar junto al Pesebre, cada cual en su Iglesia o Capilla, un compromiso sellado con su firma que diga:
“Perdona, Señor, mis ofensas,
así como yo perdono a los que me han ofendido”.
En la humildad del Niño del Pesebre se nos manifiestan el poder y la bondad de Dios.
Con la modestia de este gesto abriremos un camino que nos llevará a la paz tan ansiada.
Nosotros también hemos hecho un gesto sencillo. Al terminar nuestra Asamblea Plenaria, y como signo de nuestro arrepentimiento por lo que debimos hacer y no hicimos o hicimos mal, hemos peregrinado hasta el Santuario de Lo Vásquez, hemos encomendado a María, Madre de Chile, nuestra misión apostólica. De Ella queremos aprender a servir con alegría y paz a todos los hombres y mujeres de Chile. Como Ella queremos estar siempre al lado de los que sufren y de los que buscan la verdad y el bien.
Hermanos:
Toda visita ilustre suele producir un entusiasmo, por lo general pasajero.
De la visita del Santo Padre esperamos mucho más. La vemos como un paso del Señor que habrá de producir la conversión de nuestros pensamientos, de nuestros criterios y de nuestra manera de vivir.
¡Que el Santo Padre nos acerque a Dios!
¡Que Dios nos llene con su gracia y nos haga mejores!
Entonces Chile podrá mirar, con renovada esperanza, su futuro.
Los Obispos de Chile
Santiago, diciembre 16 de 1986
