Segundo Mensaje a la Iglesia y al pueblo de Chile sobre la visita del Santo Padre
1. Si el Papa se hospedara en mi casa...
Hace pocos días, visitaba un apartado villorrio del Valle de Elqui, y hablaba a la gente de la venida del Papa. Pregunté a una señora si estaría dispuesta a recibir al Santo Padre en su casa, si él se lo pidiera.
Contestó que sí. “Somos pobres -dijo-, pero ¡cómo no va uno a querer recibir al representante de Cristo!”.
“Y ¿cómo se prepararía usted para recibido?”, insistí.
La señora pensó unos instantes. Y luego, con mucha serenidad y convicción, respondió:
“Iría a la Iglesia, rezaría un largo rato y me confesaría. Y le pediría a mi esposo y a mis hijos que hicieran lo mismo. Para recibir al Santo Padre, lo primero, me parece, es estar en gracia de Dios”. Luego vendría lo demás: la pieza, la cama, el desayuno...
2. El Papa trae un mensaje para mí
Hoy llamamos a todos los católicos a hacer lo mismo.
El Santo Padre va a proclamamos el Evangelio y a celebrar con nosotros la Eucaristía. Pero sólo la gracia de Dios puede disponernos a acoger en forma vital la Palabra y a participar dignamente del Cuerpo del Señor.
Juan Pablo II tiene algo que decir, en nombre de Cristo, al niño; al adolescente; al joven que ve el futuro incierto.
Tiene algo que decir al hombre que no encuentra trabajo; al que trabaja y no gana lo suficiente para atender a su familia; al que no sabe qué sentido dar a su trabajo y a su vida.
Tiene algo que decir a la mujer; a la esposa; a la madre; a la dueña de casa, a veces abrumada por los problemas de la familia y del hogar; al anciano y a la anciana que no ven lugar para ellos en la sociedad.
Tiene algo que decir al enfermo, angustiado y cansado de sufrir; al que la muerte de un ser querido ha dejado solo, triste o desamparado; al que no puede desprenderse del vicio del alcohol o de la droga; al que se siente desorientado; al que teme al futuro; al que ha perdido la fe o el deseo de vivir.
Tiene algo que decir a nuestros gobernantes y a nuestras Fuerzas Armadas; a los políticos; a los empresarios y dirigentes sindicales; a obreros, pobladores y campesinos; a intelectuales, artistas, universitarios y profesionales. .
El mensajero de la paz y de la vida tiene algo que decir también a quienes plantean los difíciles problemas de la búsqueda de la justicia y de la convivencia humana, en términos de guerra y de muerte.
Cristo tiene algo que decimos a cada uno de nosotros por medio de su Mensajero. Y debemos preparamos para acoger ese mensaje con la mente libre, el corazón limpio, el ánimo dispuesto. Yeso es estar en gracia de Dios.
3. ¿Cómo preparamos para recibir al Papa?
Lo dijimos ya en el Mensaje a la Iglesia y al Pueblo de Chile del domingo de Pentecostés. Voy a repetirlo, precisado y actualizarlo, ahora que sólo faltan seis meses para su llegada.
- Perseveremos en -más aún, intensifiquemos- la Campaña de Oración a la que convocamos desde un comienzo: rezo de la oración para preparar la Visita del Papa, el Santo Rosario, adoración al Santísimo Sacramento en nuestras Iglesias, celebración del Mes de María -que ya se acerca- con más fervor que nunca.
La oración es como una lluvia que fecunda todos nuestros trabajos preparatorios a la visita.
- Recibamos en nuestro hogar el altar familiar “Cristo es la Vida” y usemos los fascículos que lo acompañan, que se ofrece en estos días a las familias de Chile.
Esta imagen nos hará pensar en Cristo y nos ayudará a unirnos con El en la oración.
- Leamos, estudiemos y meditemos, ojalá en comunidad, la Palabra de Dios -el Evangelio, el Nuevo Testamento o toda la Biblia-, para encontrar en ella el criterio orientador de nuestra vida, de nuestras opciones ideológicas y de nuestros compromisos de acción.
- Pongámonos al día en la catequesis. La estructura actual de nuestra catequesis se mantiene igual para la preparación de los niños a la primera comunión y de los adolescentes a la confirmación. Pero, para los que pasaron de la edad habitual y no han recibido los sacramentos correspondientes, debe darse una catequesis de adultos, que prepare a todos los sacramentos no recibidos y que sea adaptada, en cuanto a contenido, estilo y duración, a las posibilidades y necesidades de los adultos.
Los fascículos que se están publicando en algunos diarios y revistas forman parte de esta catequesis. Pero debe ofrecerse, además, en cada diócesis, una catequesis de adultos, explícita y adaptada.
- Pongámonos al día en los sacramentos. Si no fuimos bautizados, si no somos confirmados o no hemos hecho la primera comunión o nunca nos hemos confesado; si no somos casados por la Iglesia; si, estando enfermos o ancianos, no hemos recibido la unción de los enfermos, preparémonos para recibir esos sacramentos, para lo cual se dará en su parroquia una especial ayuda.
Si hace mucho tiempo que no nos confesamos o que no comulgamos, hagámoslo, por cierto con la disposición y la preparación debidas.
Una nueva alegría va a inundar nuestro ser. Vamos a sentir como si naciéramos de nuevo. Vamos a estar en condiciones de acoger al Santo Padre y a su Mensaje.
- Hagamos acciones y gestos inspirados en el Evangelio: reconciliémonos con un antiguo amigo con quien estamos peleados; perdonemos a quien nos ofendió; pidamos perdón a quien ofendimos; ayudemos a quien lo necesita; cooperemos activamente en una obra buena; seamos más justos, menos egoístas, más austeros; practiquemos la mansedumbre, la pureza y la misericordia... La vida es la verificación de la fe y del amor.
- Integrémonos más plenamente en la vida de nuestra Iglesia; participemos más activamente en nuestra comunidad eclesial de base, en nuestra parroquia, en las asociaciones, movimientos y obras de la Iglesia. Esforcémonos en implementar las Orientaciones Pastorales dadas por los Pastores para los años 1986 - 1989.
La visita del Santo Padre dará a la vida de nuestra Iglesia un poderoso impulso. Pongámonos en situación de aprovechado y de prolongado por muchos años, para que, con la fuerza de ese impulso, la Iglesia ayude a hacer un Chile justo y fraternal, abierto a la fe, animado por el amor y lleno de esperanza.
4. ¡Doce millones de cirios encendidos!
En la Vigilia Pascual -la noche del Sábado Santo- el diácono entra en la Iglesia en tinieblas, llevando encendido el Cirio Pascual, que representa a Cristo Resucitado.
“¡La luz de Cristo!”, anuncia. Y poco a poco, el clero y los fieles van acercando al Cirio Pascual las velas apagadas que traen en sus manos y las encienden con su luz.
Cuando el Cirio Pascual llega al altar, la Iglesia entera está iluminada. Centenares de cirios encendidos simbolizan al pueblo de Dios que se encuentra en gracia, porque Cristo les ha comunicado su vida, así como el Cirio Pascual les comunicó su luz.
Cuando, en la tarde de su llegada, el Santo Padre suba al Cerro San Cristóbal, al Santuario de María Inmaculada, y extienda su mirada sobre el pueblo de Chile, ¡que, desde Arica a la Antártica y de cordillera a mar, vea la noche iluminada por doce millones de cirios encendidos: ¡Doce millones de chilenos en gracia de Dios!
† Bernardino Piñera C.
Arzobispo de La Serena
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
y de la Comisión Nacional Visita Santo Padre
Domingo 28 de septiembre de 1986, Día de la Oración por Chile
