Un pastor visionario

Monseñor Manuel Larraín:

Un pastor visionario

Como un sacerdote bueno y fiel enamorado de Jesucristo, definió a Monseñor Manuel Larraín, el cardenal Francisco Javier Errázuriz en la homilía pronunciada durante la solemne misa celebrada el jueves 22 de junio, en la Catedral de Talca, al cumplirse 40 años de la pascua de “don Manuel”.

Martes 27 de Junio de 2006
La Catedral de Talca se repletó de fieles en la noche del jueves 22 de junio pasado para recordar a Monseñor Manuel Larraín, al cumplirse 40 años de su fallecimiento.

La eucaristía de conmemoración de su pascua fue presidida por el Cardenal Arzobispo de Santiago, Monseñor Francisco Javier Errázuriz, y concelebrada por el actual obispo de Talca, Monseñor Horacio Valenzuela; entre otros obispos.

La diócesis de Talca recordó a Monseñor Manuel Larraín con una Semana Social, en la cual se reflexionó sobre el legado pastoral y espiritual de quien fuera su obispo entre los años 1939 y 1966.

Un regalo de Dios

“Con gozo y esperanza, en las vísperas de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, nos reunimos para celebrar los 40 años de la Pascua de don Manuel Larraín. Siento que es un verdadero regalo de Dios presidir esta celebración casi 45 años después de haber recibido de sus manos la ordenación sacerdotal. Le agradezco cordialmente a Mons. Horacio Valenzuela, obispo de esta querida diócesis de Talca, su invitación a agradecer y celebrar con todos ustedes. Vengo como sucesor de don Manuel en la Presidencia del CELAM, el Consejo episcopal latinoamericano que encontró en él a uno de sus visionarios fundadores y de sus primeros presidentes”, señaló el cardenal Francisco Javier Errázuriz en su homilía.

Un sacerdote bueno y fiel

El Arzobispo de Santiago señaló que Monseñor Larraín fue un sacerdote bueno y fiel enamorado de Jesucristo. “¡Son tantos los temas que animaban la vida de este gran pastor! Entre tanta riqueza espiritual, no olvidemos que este gran obispo, que este intelectual brillante que mucho aportó a la Iglesia, al Concilio y a la cultura; que este evangelizador ardiente, que supo comprender las necesidades globales de su tiempo y las más locales de los campesinos y los trabajadores, y aportar con iniciativas decisivas para ellos; que este padre de los sacerdotes que los quiso con especial predilección; que este señero obispo de horizontes amplios y aguda mirada; que este amigo de muchos en Chile y en Europa, reconocido en todas las latitudes de la Iglesia, fue ante todo un sacerdote bueno y fiel enamorado de Jesucristo que procuró llevar el Evangelio a los hombres y mujeres de su tiempo. Sus palabras en el Colegio Pío Latinoamericano, parecen ser la bitácora de su vida “la gloria del sacerdote no es ni el aplauso lisonjero, ni el éxito humano, sino la fidelidad hasta el sacrificio en la misión que la Iglesia le confía” .

“En ésta, su querida Iglesia Catedral, unidos entrañablemente a la Madre de Dios, a quien don Manuel dedicó su cariño y confianza y con quien desarrolló tantas tareas apostólicas, renovamos nuestra fe en Jesucristo y nuestro amor a la Iglesia. Junto a Ella, le pedimos al Señor que el testimonio espiritual, pastoral y teológico de este insigne obispo chileno siga alentando la fe de tantos que queremos vivir con heroísmo como discípulos y misioneros de Jesucristo, predicando al mundo entero la Buena Noticia que nos conmueve y nos recrea, para que nuestro pueblo tenga vida, vida digna y abundante, en Cristo, Nuestro Señor”, terminó señalando el Cardenal Errázuriz en su homilía.

Ver texto completo de homilía de Cardenal Francisco Javier Errázuriz.

Fuente: DOP Santiago
Santiago, 27-06-2006