Ante los acontecimientos ocurridos en la Nunciatura Apostólica que han causado expectación en el país y perplejidad entre los mismos católicos y con el fin de recordar algunos principios y establecer la verdad de algunos hechos, declaramos lo siguiente.
l. Los Obispos de Chile solidarizamos con el señor Nuncio en los momentos difíciles que, junto con el personal de la Nunciatura, está viviendo. Lo apoyamos fraternalmente y deseamos que este asunto se resuelva de acuerdo con sus deseos, que son los del Santo Padre y, estamos seguros, los de todos los católicos de Chile. Y aprovechamos la oportunidad para expresarle públicamente nuestro afecto y gratitud por su incansable y eficiente servicio de seis años a la Iglesia en Chile.
2. Queremos recordar que cuando una persona ha recibido asilo en una Embajada, debe considerársela como si se encontrara fuera del territorio nacional y bajo la jurisdicción del país cuya Embajada lo ha acogido.
Así nuestra Embajada en España concedió amplio asilo durante la Guerra Civil Española, a personas de uno y otro bando, hasta el punto de tener que arrendar nuevos locales para darles cabida, todas las cuales recibieron el privilegio de la inmunidad diplomática.
Calificar la condición del asilado corresponde exclusivamente a quien concede el asilo. En este caso el juicio de la Santa Sede sobre los hechos y su decisión de otorgar asilo diplomático deben ser respetados por el Gobierno, en conformidad a una larga y no desmentida tradición de nuestra Cancillería.
3. El salvoconducto no es en ningún caso un “perdón legal”, un “indulto” o la condonación de una pena. Ni va en contra de resolución judicial alguna. Ni implica juicio alguno sobre la culpabilidad o no culpabilidad del asilado.
A la justicia chilena corresponde, si lo estima fundado, el seguir el juicio en contra de los asilados. Solicitar al país que los reciba, una orden de arraigo en contra de ellos. Y, si fueran declarados culpables, pedir su extradición.
4. Los asilados en la Nunciatura llegaron a ella en calidad de buscados por las fuerzas de seguridad. Las acusaciones en su contra, y las órdenes para su detención fueron posteriores al asilo concedido por la Santa Sede. No pueden afectar al asilo. En caso contrario el derecho de asilo perdería su eficacia: siempre se podría acusar a un asilado de algún delito, obligándolo con ello a abandonar su asilo.
5. La Iglesia Católica condena todo terrorismo y toda violencia. Nosotros hacemos nuestra la súplica del Santo Padre, víctima él mismo del terrorismo, cuando en Irlanda del Norte, dirigiéndose a los violentistas, les decía: “Os suplico de rodillas que abandonéis los senderos de la violencia y volváis a los caminos de la paz” (Discurso en Drogheda el 29 de septiembre de 1979).
6. Al conceder el asilo, el señor Nuncio ha querido, sin duda, evitar daños mayores. No se hace siempre lo que se quiere, sino lo que se puede. Y entre varios males se permite el “mal menor” para evitar males mayores o para lograr bienes mayores. Es la doctrina del más grande de los teólogos católicos, Santo Tomás de Aquino: “En el mundo, los que gobiernan pueden tolerar algunos males... a fin de que no surjan males peores”. (Summa Theológica, 2a. 2, q. 10, a 11)
7. La entrada de estas cuatro personas a la Nunciatura no se debió en manera alguna a un deseo del señor Nuncio de darles asilo, sino a una insuficiente vigilancia por parte de quienes deberían haberla evitado, aún reconociendo que esa vigilancia pueda resultar difícil.
8. Debemos recordar que no es lícito en un Estado de derecho presentar como responsables de delitos a determinadas personas antes que haya una sentencia del tribunal correspondiente.
En este caso nos parece que de parte de algunos medios de comunicación social, y también de parte de órganos de difusión del Gobierno, hubo afirmaciones contrarias a la verdad y no sólo a la caridad cristiana.
9. Este Gobierno ha concedido salvoconductos a personas asiladas en otras Embajadas, en circunstancias parecidas a las actuales, y lo ha hecho en repetidas oportunidades. ¿Por qué el Gobierno de Chile habría de ser menos deferente con el Santo Padre que con los Jefes de Estado? Más aún cuando él ha recibido la promesa, que le fue hecha directamente, de que el pedido de salvoconductos hecho por el señor Nuncio sería examinado con la máxima solicitud y benevolencia.
10. Esperamos que el Gobierno conceda los salvoconductos solicitados por el señor Nuncio y esperados por el Santo Padre. Se lo pedimos respetuosamente. La cordialidad de las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de Chile no puede sino favorecer a ambos y al país entero.
A los presbíteros y diáconos, a los religiosos y religiosas y a todos los fieles, les pedimos que oren sin cesar para que este ingrato incidente encuentre muy pronto una feliz solución. Y que, en toda celebración de la Eucaristía se incluya en la “oración de los fieles” una petición especial por esta intención que la Iglesia en Chile hace suya hasta que el asunto quede superado.
† Bernardino Piñera C.
Arzobispo de La Serena
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† José Manuel Santos A.
Arzobispo de Concepción
Vicepresidente
† Juan Francisco Fresno L.
Arzobispo de Santiago
† Fernando Ariztía R.
Obispo de Copiapó
† Sergio Contreras N.
Obispo de Temuco
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile