El testimonio de un misionero en África

Pbro. Sergio Lorenzini:

El testimonio de un misionero en África

La revista “Chile Misionero” en su última edición publica una interesante entrevista al Pbro. Sergio Lorenzini, sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago que lleva más de siete años misionando en Sudáfrica. A continuación ofrecemos un extracto de dicha entrevista.

Viernes 17 de Febrero de 2006
Entrevista Padre Sergio Lorenzini

“Abrirse a estilos distintos es el principal desafío de un misionero"

A sus 42 años, este sacerdote diocesano lleva siete años misionando en Sudáfrica y ahora se prepara para trabajar en el emblemático barrio Soweto, cuna de la lucha contra el régimen del apartheid por parte de la población negra. Aquí habla de su fuerte convicción por la misión, de la dura realidad de pobreza y sida que ha visto en ese país y de lo que se siente al pertenecer a una iglesia que es minoría.

Se le ve más entusiasmado que nunca. En su interior no hay cuestionamientos ni dudas respecto del paso que dio al pedir permiso al Arzobispo de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz, para partir como misionero a África hace ya más de siete años. Él, junto al sacerdote Roberto Guzmán, fueron los primeros sacerdotes diocesanos en ser enviados por la Arquidiócesis de Santiago para cumplir con el mandato de los obispos latinoamericanos de “dar desde nuestra pobreza”.

El padre Sergio Lorenzini estuvo disfrutando en Chile de unas vacaciones que, al final de cuentas, resultan siempre muy trabajadas pues él está permanentemente difundiendo su experiencia misionera a todos los lugares donde le invitan. No se queja ni se cansa, al contrario, es un convencido de que sin el apoyo, la oración y la confianza de la Iglesia que le ha enviado, su misión carecería de sentido.

“La misión no sólo responde a un interés mío. Yo soy enviado por la Diócesis y me interesa compartir mi experiencia con el pueblo de Dios, de Santiago, porque voy como misionero en su nombre. He visto tanta gente, estuve también en el último retiro de los sacerdotes, he ido a celebrar misas a Lo Hermida, en Peñalolén, y en otras parroquias, en muchas partes”, explica contento.

Cuenta que después de seis años, la diócesis de Johannesburgo que lo acogió en Sudáfrica, lo ha destinado ahora a una nueva parroquia en el populoso barrio Soweto, famoso por ser éste el lugar donde un grupo de adolescentes y jóvenes empezaron a protestar contra la política del apartheid.

“Mi nuevo destino implicará caminar junto a la población más famosa de todo el continente africano pues tiene una historia fascinante e importante. Sólo para que los chilenos se ubiquen someramente contaré que Johannesburgo es una ciudad que nació hace como 100 años, porque alguien descubrió que allí había oro. Después, en el año 1948, asumió un gobierno racista y no se permitió a los negros vivir ahí. Pero como igual necesitaban la mano de obra barata para trabajar el oro, escogieron un lugar en el sudeste de Johannesburgo y de ahí viene el nombre del pueblo Soweto que son las siglas en inglés de South Western Township. Curiosamente, mi nueva parroquia está en el sudoeste de Soweto también”,dice mientras muestra un mapa de este ya no barrio sino ciudad, que hoy a 100 años de fundada cuenta con tres millones de habitantes, es decir, la mitad de la población santiaguina.

Su nombre "Thabang" significa "contento"

¿Cómo ha cambiado la realidad de Soweto en este tiempo?

“Es un lugar inmenso, no tiene una parroquia sino al menos 25. Allí encuentras de todo: desde la miseria absoluta hasta barrios mejores, todos de negros, que constituyen cerca del 95% de su población. Incluso dicen que si ves allí a un hombre blanco hay dos opciones: o es un hombre de negocios o es un cura”.

¿Cómo es la nueva parroquia que lo acogerá?

“Yo voy a trabajar en una o dos de las parroquias de Soweto, todavía no lo tengo muy claro. Hay una nueva política por parte de la Diócesis de Johannesburgo en que los curas son cambiados de parroquia cada seis años. Este año, de los 42 sacerdotes diocesanos que somos, se modificó el destino de al menos 20. Aquí en Chile también se hace, pero por un poco más de tiempo. La parroquia nueva donde llego tiene dos iglesias: la más grande tiene una capacidad para 800 personas y se llama”Buen Pastor”, y la otra, con capacidad para 400 personas tiene el nombre de un beato congoleño, Isidoro Bakanja, un joven que murió después de las torturas de un hombre de negocios blanco que no lo dejaba practicar su fe”.

¿Cuás el a visión que tiene de su labor como sacerdote misionero?

“Creo que el desafío grande ha sido abrirme a estilos distintos más que llegar a cambiar a los demás con mi propio estilo. Los mismos desafíos pastorales han ido guiándome también a distintas perspectivas, por ejemplo el desafío inmenso del sida me ha ido obligando a salir más, a ser más compasivo con las situaciones de esa enfermedad que son terribles. Está el tema del crimen, la alta criminalidad en Sudáfrica me lleva a ser cuidadoso, pero a la vez no puedo permanecer encerrado. Es un crecimiento constante en mi experiencia personal. Además, sigue el desafío del idioma y todo lo que hay que saber de las demás culturas, aparte del inglés para el manejo global. A veces me encuentro con dificultad para encontrar la palabra en español, es terrible. La gente me puso un nombre: me dicen “Thabang, que significa contento, hace tiempo ya”

¿Le ilusiona llegar a Soweto?

“Claro, allí nació el comienzo del fin del apartheid. Una vez que el racismo se hizo ley pasaron muchos años, hasta la década del 70. En esa época el gobierno decretó que de ahí en adelante todo el mundo, incluyendo los negros, tenían que aprender en el colegio con el idioma ‘afrikáans’, que es el idioma de los blancos que estaban en el poder. Eso significaba que los negros debían aprender en un dialecto holandés por lo que decidieron organizarse y salir a la calle a protestar. En 1976 se vio a miles de estudiantes de secundaria protestando, usando una forma de danza como es su costumbre. Se produjo entonces una feroz matanza, las fotografías de eso dieron vuelta al mundo. Hoy a Soweto cada día lo visitan miles de turistas, en especial el lugar donde mataron a los jóvenes casi niños, convertido en un museo precioso, muy bien hecho”.

¿Se ha propuesto alguna meta al llegar allá?

“Tengo que llegar allá primero, tengo que conocer a la comunidad, darle espacio a su gente para que me conozca, ver lo que podríamos hacer juntos, entonces, no tengo nada claro aún”.

La dura realidad

En estos siete años como misionero, ¿ha tenido momentos ingratos?

“No sé si ingratos, pero sí difíciles por las tensiones con la violencia y la problemática del sida, el altísimo nivel de desempleo que tiene pésimo a las familias. Llevamos mas de 10 años con desempleo sobre un 30 por ciento”.

Entonces, ¿No han mejorado las condiciones de vida con el fin del apartheid?
¿Cuál diría que es el impedimento principal para que el pueblo surja?

“En el tema del trabajo es solo un asunto de política económica. La política neoliberal podrá incentivar inversión extranjera y aumentar las cifras macroeconómicas, pero el desempleo sube y sube y los más pobres no agarran pedazo de la torta. Por el lado del sida tenemos el problema que el Presidente de la república, Thabo Mbeki, no se pone la camiseta, sigue haciendo declaraciones torpes como ‘yo no conozco a nadie que haya muerto de sida’, es tremendo, porque cuando falta liderazgo en un tema de epidemia nacional no se puede avanzar mucho. Nunca ha mencionado la palabra sida en un discurso. Por otro lado, en Sudáfrica el sida es un tema abierto ya dejó de ser un tema escondido, se han inventado teleseries donde el tema es el sida. El gran esfuerzo ahora es hacer que la gente se haga el test, en los adultos hay mucha gente que está infectada y que no lo sabe por lo que infecta a más y produce la muerte de muchos. Todas las campañas están enfocadas hoy en día en hacerse el test”.

Y respecto a la realidad de la iglesia sudafricana, ¿ha mejorado, ha cambiado?

“Nuestra diócesis atraviesa un momento interesante, porque estamos haciendo por primera vez un Plan Pastoral. Aquí puede sonar curioso, pero es así. Se trata de un paso muy grande. Los sacerdotes extranjeros somos mayoría, el 75 por ciento pero latinoamericanos somos tres o cuatro, los demás son extranjeros del primer mundo, ya sea europeos o norteamericanos. El clero sigue siendo mayoritariamente extranjero, hay un gran problema de vocaciones, y para nuestra diócesis es peor todavía, porque hay un solo seminario para toda la diócesis”.

¿Qué puede contarnos de la realidad migratoria en Sudáfrica?

“En los tiempos del apartheid no había inmigrantes africanos, porque el país no era un lugar ideal para vivir entre quienes eran de raza negra. En ese tiempo muchos miembros del Congreso Nacional Africano se autoexiliaron y empezaron a pedir ayuda a otros países africanos y europeos. Entonces cuando llegó la democracia en 1994, se abrieron las fronteras para todos los que quisieran entrar. Era como devolver la mano, y hoy se calcula que en Sudáfrica hay unos cinco millones de inmigrantes, la mayoría es ilegal, indocumentada. Muchos vienen de Zimbawe, del Congo, Mozambique, de la Región de los Lagos, Ruanda, Burundi. Alrededor de la Catedral del Johannesburgo, que antes era ‘whites only’(sólo para blancos), hoy no sólo no hay blancos sino tampoco sudafricanos. Casi todos los que deambulan son inmigrantes”.

Parecido a lo que ocurre en Santiago, en los alrededores de la Catedral hay muchos peruanos inmigrantes……

Efectivamente. Yo creo, por ejemplo, que lo ocurrido en Francia recientemente es una muestra del mal manejo con los inmigrantes en algunos países, todo esto es un polvorín. Por otra parte, el inmigrante es un test a nuestra tan defendida actitud latinoamericana, yo creo que los peruanos en Chile nos demuestran que somos bastante xenofóbicos. Los inmigrantes nos pueden ayudar muchísimo a superar la mentalidad xenofóbica, a buscar la integración”.

¿Cómo son los sudafricanos con los inmigrantes?

Johannesburgo es como la Nueva York de África, llega mucha gente buscando una mejor calidad de vida. Pero allá son igual de despectivos con los inmigrantes. Los mismos negros sudafricanos les dicen a los demás ‘darkys’(negritos) siendo que son todos igual de ‘dark’. La xenofobia es estúpida en cualquier expresión que tenga. Estamos mal, porque se habla de derechos humanos y todo queda en nada cuando se enfrenta este tipo de problemas. Además, estamos analizando siempre la realidad desde el punto de vista del mercado, queremos abrir las fronteras para productos y no para la gente. Toda nuestra vida gira en torno al mercado y cuando llega la gente no sabemos qué hacer con ella, la echamos, es una brutalidad. Debemos abrir nuestros corazones a los extranjeros y empezar a construir el sueño bolivariano, necesitamos un bloque latinoamericano cultural”.

Finalmente, ¿lo han visitado allá algunos chilenos?

“Sí, estuvo tres días el padre Rolando Muñoz de la comunidad de los Sagrados Corazones durante una visita que hico por el Congo, Mozambique, Simbawe y Sudáfrica. También el padre Mariano Puga, que aprovechó de ir a verme porque somos amigos y él tenía unas reuniones de las fraternidades de Carlos de Foucault. Espero que vayan más a verme, las puertas están siempre abiertas.

Fuente: Revista “Chile Misionero” Nº 246, Enero-Abril 2006
Santiago, 17-02-2006