Saludo a la Arquidiócesis de Concepción de Mons. Ricardo Ezzati A.,sdb.
Fecha: Miércoles 27 de Diciembre de 2006
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Ricardo Ezzati Andrello
1.- A todos los discípulos de Jesús que peregrinan por las ciudades y pueblos de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y el saludo fraterno y cordial de quien, en nombre del Señor será vuestro pastor. La gracia y la paz que les deseo fue anunciada por los Ángeles cuando el Hijo Unigénito del Padre, hecho hombre, nació en Belén, de la Virgen; es la gracia y la paz que el Padre nos regala todos los días, para que, animados por el Espíritu Santo y sostenidos por el auxilio materno de Santa María, caminemos alegres y esperanzados, anunciado al Señor por los senderos del mundo, testigos y artífices de la presencia de su Reino en la historia.
2.- El martes, 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, el Señor Nuncio Apostólico me comunicó que el Santo Padre Benedicto XVI me pedía que aceptara ser Pastor de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción. A pesar de mis múltiples limitaciones personales, acepté esta nueva llamada, confiado en la sabia conducción del único Buen Pastor, y buscando responder al llamado de mi vocación, con la misma confianza y abandono de los Apóstoles. Como ellos, he sido llamado a “remar mar adentro” y, como ellos, quiero responder en actitud de abandono y de fe: “En tu palabra, Señor, echaré las redes”(Lc.5,5).
3.- Con esa actitud espiritual, me presento antes Ustedes, como un humilde “siervo de Cristo Jesús, llamado y escogido para proclamar el Evangelio de Dios”(Cfr. Rom. 1,1). Me siento agradecido de compartir con Ustedes el don de ser hijo de Dios, en virtud del Bautismo, y el privilegio de ser miembro de la santa Iglesia Católica. Al mismo tiempo, alabo la infinita misericordia del Padre ya que, por la Ordenación Episcopal, me ha confiado la misión de ser para Ustedes, “maestro, santificador y pastor, encargado de actuar en nombre y en la persona de Cristo” (cfr. Pastores Gregis n. 10). El ministerio episcopal es una tarea de amor. Por eso, a imagen del Buen Pastor al cual procuraré inspirarme continuamente, asumo el llamado de ser padre, hermano y amigo de todos Ustedes. Y, para ello, confío en la gracia de Dios y en la ayuda de toda la Comunidad arquidiocesana.
4.- En su admirable Providencia, el Señor ha dispuesto que mis pasos se unieran a la marcha de la Iglesia, que peregrina en Concepción y Arauco. Una marcha que comenzó en el lejano 1563, en La Imperial, guiada por su primer obispo, el insigne Fray Antonio de San Miguel, y que, después, desde Penco y finalmente en Concepción, ha seguido acompañando al pueblo fiel, a lo largo de varios siglos. Una historia que manifiesta la conducción de gracia y el ardor misionero de muchos pastores ¿Cómo no agradecer el pastoreo de tantos obispos y arzobispos? ¿Cómo no dar gracias a Dios por el generoso ministerio de Don Antonio Moreno y por su servicio pastoral de estos últimos diecisiete años? Cada uno de ellos, sostenido por la gracia de Dios, ha sido un signo de Cristo Pastor, que une a los suyos en la comunión de la Iglesia y en el camino hacia el Padre. En estos días he reflexionado acerca del significado de la sucesión apostólica y he orado para que el Señor me ilumine para continuar por la senda trazada por quienes me han precedido.
5.- Sé que la Iglesia es del Señor. Nosotros somos humildes trabajadores de su Viña. Esto me da confianza y serenidad. Es lo que he experimentado, desde que el recordado Juan Pablo II, me nombró para la sede episcopal de Valdivia primero y después, para la titular de La Imperial, con la tarea de colaborar con el Arzobispo de Santiago. Con asombro agradecido, quiero obedecer a la voluntad de Dios, manifestada en la elección del Papa, para que la Vida abundante del Señor llegue a ser el don más precioso que ilumina y alienta el camino de cada hombre y de cada mujer.
6.- Estas primeras palabras, quieren ser un saludo cordial para todas las personas y comunidades de la Arquidiócesis a quienes he sido llamado a servir en nombre del Señor.
- Recuerdo en primer lugar a los presbíteros y a los diáconos permanentes, a quienes agradezco su servicio ministerial en tantos campos pastorales de la querida Arquidiócesis. Deseo hacer mía la actitud propuesta por la Exhortación Apostólica “Pastores Gregis”, cuando dice: “El gesto del sacerdote que, el día de la ordenación presbiteral, pone sus manos en las del obispo prometiéndole ‘respeto y obediencia’…, es un gesto que compromete a ambos. El joven presbítero decide encomendarse al Obispo y, por su parte, el obispo se compromete a custodiar esas manos” (Ib.47). Queridos hermanos sacerdotes, espero que Ustedes puedan encontrar en su obispo esas manos siempre abiertas, así como yo espero encontrar en cada uno de Ustedes seguidores apasionados del Señor Jesús, en su Iglesia y para la vida del mundo.
- Saludo a los religiosos y a las religiosas presentes en el territorio de la Arquidiócesis. Recuerdo, en particular, a las Hermanas contemplativas, manos levantadas al cielo para interceder por todos. Aprecio mucho su presencia en el corazón y en el tejido eclesial. En la variedad de sus carismas y de sus instituciones, son un don inestimable de Dios Padre para nuestra Arquidiócesis. Saben que los y las aprecio y que cuento con su oración, con su comunión y con su generosa entrega misionera.
- Saludo a los fieles laicos, hombres y mujeres, jóvenes, adultos y ancianos; de una manera especial, a quienes han descubierto su vocación eclesial y se han comprometido en los vastos campos de la acción evangelizadora, al interior de la Iglesia y en su compromiso de contribuir a la construcción de una sociedad más justa y fraterna.
- Saludo a todas las familias cristianas, a las diversas comunidades eclesiales, a las parroquias, a los movimientos y grupos apostólicos, a las comunidades educativas y universitarias, a las diversas instituciones que operan en el campo de la caridad, de la solidaridad y de la cultura cristiana.
- Mi deferente saludo a quienes ponen sus vidas y talentos al servicio del bien común en las diversas reparticiones públicas de la Región, de las Provincias y de las Comunas que abarca la Arquidiócesis. A todas las Autoridades mi respeto y la disponibilidad a colaborar en lo que se refiere al bien común de toda la población y, especialmente de las personas más desposeídas y necesitadas.
- Un recuerdo especial para los que sufren, los pobres, los que carecen de vivienda o de trabajo digno, los enfermos, los abandonados, los privados de libertad. Deseo estar cerca de quienes necesitan una luz de esperanza y de quienes buscan razones que den sentido a la vida. .
- Recuerdo finalmente a los seminaristas, el corazón de la Iglesia Particular. Los exhorto a cuidar el don que han recibido, a desarrollar todas sus potencialidades vocacionales y a ser testigos, junto a los jóvenes sus coetáneos, del gozo de la llamada divina.
7.- Queridos hermanos y hermanas, las fechas del anuncio y de la publicación de mi nombramiento como Arzobispo de la Santísima Concepción están marcadas por dos fiestas emblemáticas: Santa María de Guadalupe y San Juan Evangelista. Los invito, pues, a acercarse, junto conmigo, a una página sugestiva del Evangelio que presenta a María Santísima como madre de Jesús y madre nuestra. Leemos: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre… Jesús viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tiene a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.”(Jn.19,25-27).
El texto del Evangelio propone una luminosa metodología pastoral que quisiera asumir con renovado fervor: acoger a María en nuestra casa.
En la Ciudad que lleva su nombre, Ella está en casa. Desde lo alto del Cerro no deja de interceder por todos sus hijos. La sentimos Madre nuestra, y queremos acogerla con todo el amor de los hijos. ¡Qué Ella nos muestre a Jesús, el fruto bendito de su vientre, y nos enseñe a hacer todo lo que El nos diga!.
Me encomiendo a sus oraciones.
Afectísimo en el Señor,
† Ricardo Ezzati A.,sdb
