1. Diversas personas y directivos de establecimientos educacionales han requerido la opinión de las autoridades de la Iglesia diocesana acerca de los acontecimientos que estamos viviendo en relación con nuestros jóvenes, que han salido a las calles de nuestras ciudades a protestar, haciendo diversas peticiones a las autoridades.
2. En primer lugar es importante tener presente que si bien muchas de las peticiones que están haciendo nuestros estudiantes a las autoridades del gobierno puede ser legitimas, ninguna de ellas pueden justificar la violencia física o verbal y la destrucción de los bienes que son comunes a todos los chilenos que hemos presenciado. Es cierto sin embargo, que la gran mayoría se ha pronunciado pacíficamente. Como todos sabemos la violencia sólo engendra mayores dificultades para un diálogo que es necesario.
3. Por estas razones, sin entrar a analizar los temas puntuales que subyacen en el conflicto que el país ha presenciado, esta Vicaría para la Educación hace un llamado a los jóvenes para que no se dejen instrumentalizar por quienes quieren aprovecharse de su actuales dificultades, restándole con la violencia legitimidad a sus peticiones. Reconociendo que la juventud esta llena de idealismos, también hay que reprochar que el abandono de las formas civilizadas para hacer presente su parecer es un signo alarmante.
4. Como se ha informado ampliamente, hay instancias de diálogo entre las autoridades educacionales y los representantes de los alumnos; es necesario por tanto, confiar en ellas y mantener la calma para que sin presiones indebidas se lleguen a superar los problemas.
5. Sin perjuicio de que todos hemos de hacer esfuerzos serios para evitar la continuación de un conflicto que perjudica nuestra convivencia, es necesario señalar que los acontecimientos que hemos presenciado en estos días deben llevar a una profunda reflexión a nuestra sociedad – particularmente a los actores principales del conflicto – acerca de nuestro sistema educativo, que como toda obra humana tiene elementos positivos y otros que necesariamente hay que corregir, porque provocan inequidades y discriminaciones injustas.
6. También estos acontecimientos son una expresión evidente de un descontento que toca el alma de nuestros jóvenes y cuyas expresiones estos días son la manifestación de una educación que en muchos casos ha abandonado la formación moral de nuestra juventud, construyendo un sistema educacional fundado en una libertad mal entendida. Como enseña la Iglesia: “Constituye una responsabilidad estricta de la escuela, en cuanto institución educativa, poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y perfecciona a la psicológica. Pero no se da libertad ética sino en la confrontación con los valores absolutos de los cuales depende el sentido y el valor de la vida del hombre” (Congregación para la Educación Católica, La Escuela Católica. N. 30)
7. Los procesos que estamos viviendo, que con la ayuda de Dios y la contribución de cada uno esperamos que tengan un término satisfactorio, son responsabilidad de todos nosotros. Desde los padres y madres de familia, pasando por los entes morales y la Iglesia, pero tocando especialmente a las autoridades educacionales, llamadas en primer lugar a evaluar su significado y proponer por las vías propias de un sistema republicano los cambios oportunos, salvaguardando siempre la libertad y el derecho de los padres a la educación cristiana de sus hijos.
Pbro. René Aguilera Colinier
Vicario para la Educación
San Bernardo, 2 de junio de 2006
