En el rostro de Cristo resucitado, la Iglesia contempla su tesoro y su alegría ( Juan Pablo II )
Fecha: Viernes 14 de Abril de 2006
Pais: Chile
Ciudad: Talca
Autor: Mons. Horacio Valenzuela Abarca
1. La Resurrección del Señor nos vuelve a llenar el alma con la misma alegría que brotó de un sepulcro hace dos mil años. Se ha cumplido para nosotros la promesa de Dios (Hch 13, 32-33).
2. Cerca del amanecer, a una hora misteriosa, el cuerpo de Jesús, herido y muerto ha sido inundado por el amor de Dios. En la soledad del sepulcro, Jesucristo inauguró para nosotros la vida eterna que nos regaló en el Bautismo (CIC 646).
3. En la madrugada del domingo las mujeres regresan corriendo del sepulcro para comunicar que encontraron a Cristo vivo (Lc 24, 9-10). Sin darse cuenta, han sido testigos del acontecimiento que cambió la historia de la humanidad para siempre.
4. Hoy volvemos a proclamar esa misma noticia que llenó de luz los rostros sombríos de los primeros amigos del Señor. Ellos pudieron comprobar más tarde que el cuerpo resucitado de Jesús era el mismo que fue martirizado y crucificado: vieron y tocaron las huellas de su pasión (Lc 24, 40).
5. El Señor encerrado en el oscuro sepulcro por la intriga del pecado y del demonio, sale de allí animado por la fuerza luminosa del Espíritu Santo. Jesús resucita y comienza a caminar de regreso al Padre con toda la Iglesia que es su pueblo, su cuerpo.
6. En esa madrugada de Domingo nació una nueva forma de vivir y de morir, alimentada por esa certeza que el Papa Juan Pablo II nos dejó grabada en su visita a Chile: …que el amor siempre puede más, que el amor vence siempre… que el amor es más fuerte (Discurso Parque O´Higgins, 1987).
7. Gracias a la Resurrección de Cristo se escribió el Evangelio y nació la Iglesia para comunicarlo a todos los pueblos y testimoniar la presencia viva del Señor con nosotros
8. Todos los años durante cincuenta días celebramos esta verdad culminante del cristianismo; sin ella, nuestra fe estaría vacía, la esperanza defraudada y el amor derrotado (1 Co 15, 14).
9. El amor de Cristo por el Padre y por nosotros ha transformado la cruz en instrumento de vida. En la cruz el amor de Dios, humilde y desarmado, se ha mostrado más fuerte que la muerte con todos sus aliados de ayer y de hoy.
10. ¡Cuánta esperanza sale de la cruz como un perfume! ¡Cuánta esperanza para los que llevan en la vida pesados dolores y cruces!: Niños enfermos, miseria, libertad perdida, injusticias, violencia en la familia, hogar en ruinas, trabajo inestable, amor traicionado, vicio que nos vence.
11. Estamos seguros que cualquiera situación de muerte, si trabajamos y vivimos con inocencia amando a Dios, orando, confiando en Él, terminará en vida, en alegría, en luz. Todos los dolores unidos al dolor del Señor tienen un valor inmenso para dar vida.
“La vida humana culmina en la visión y en el amor de Dios” ( P. Hurtado ).
12. Cristo vive con nosotros y nos habla en su Palabra que da vida. Nos acompaña en la Eucaristía
“tesoro inestimable; no sólo su celebración sino también al estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia.”(E. E. 25). El Señor vive también y nos tiende la mano en el rostro viviente y doloroso de cada persona con sus penas y alegrías, con sus frustraciones y angustias y su esperanza en un futuro mejor.
13. Si miramos con realismo nuestra época de progresos y adelantos sorprendentes descubriremos también densas sombras de sinsentido y violencia que se instalan en hogares, regiones y países enteros. Son estos los síntomas de la enfermedad de fondo de este tiempo: la búsqueda de uno mismo olvidando a Dios y al hermano. La enfermedad de nuestra sociedad está en el corazón; es un problema de amor.
14. Nuestros males se pueden atribuir a muchas causas pero al analizar cualquier abuso, crimen o injusticia descubrimos pronto que el amor ha estado ausente, débil o enfermo. Si el diagnóstico es equivocado, los remedios pueden ser inútiles y hasta dañinos.
15. No tienen ningún futuro humano los programas personales y sociales que buscan el progreso de la sociedad dejando fuera a Dios. Él es la única fuente del amor que nos hace amar a todos sin distinción ninguna. El Papa Benedicto XVI nos ha escrito en su primera Encíclica:
“El amor es divino porque proviene de Dios y a Dios nos une… y nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa…”(DCE 18)
16. Nuestro mundo rural nos enseña que siempre se cosecha lo que se siembra. Si sembramos sin Dios cosecharemos frutos sin alma, soluciones que no serán humanas. Los caminos parecerán suaves pero no llevarán a ninguna parte que valga la pena.
17. El amor de Dios que resucitó a Jesucristo puede dar vida hacer nuevas todas las cosas. Necesitamos hoy renovadamente encontrar ese amor en Cristo vivo; único camino, única esperanza para que nuestros pueblos en Él tengan vida.
18. En su Carta, el Papa nos recuerda que el verdadero amor por los demás se alimenta en el encuentro con Cristo que nos impulsa no sólo a dar cosas, ideas, proyectos sino a darnos a nosotros mismos.
19. Más adelante, el Papa nos dice,
“La conciencia de que, en Cristo, Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él para los demás…con el fin de que el amor de Dios se difunda en el mundo” (DCE 33).
En la alegría de la Pascua hagamos nuestra la oración final del mensaje del Santo Padre dirigida a la Madre del Señor:
Santa María Madre de Dios
Tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
A la llamada de Dios
Y te has convertido en fuente que brota de Él.
Muéstranos a Jesús. Guíanos a Él.
Enséñanos a conocerlo y amarlo,
Para que también nosotros
Podamos llegar a ser capaces
de un verdadero amor
y ser fuentes de agua viva
en un mundo sediento.
† HORACIO VALENZUELA ABARCA
Obispo de Talca