Al recibir la designación de miembro de la Orden de Isabel La Católica en el grado de Encomienda de Número
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Al recibir la designación de miembro de la Orden de Isabel La Católica en el grado de Encomienda de Número

Fecha: Miércoles 22 de Marzo de 2006
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Juan Luis Ysern

Santiago, 22 de Marzo de 2006



Quiero dejar constancia de mi agradecimiento a Su Majestad, Juan Carlos I de Borbón, Rey de España, por el honor con que me ha distinguido al designarme miembro de la Orden de Isabel La Católica en el alto grado de Encomienda de Número. Igualmente a usted, señor Embajador, por todo lo que le ha correspondido en este acto. También a todos los presentes que me honran con su presencia y me estimulan en los esfuerzos que, desde cualquier parte, se deben realizar en orden al desarrollo de las personas y grupos humanos, manteniendo y fortaleciendo la identidad cultural, como lo requiere el respeto a la dignidad de la persona humana. Y, ciertamente, hago constar mi agradecimiento a tantos colaboradores que, de diversas formas, han participado en la labor que me ha tocado realizar.

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En diversas oportunidades he manifestado que, para la labor de evangelización en Chiloé, he considerado necesario prestar una muy especial atención al tema cultural. Es un tema clave en lo que atañe a la dignidad de la persona humana ya que, como dice el Concilio Vaticano II, “Es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y plenamente humano si no es mediante la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores naturales. Siempre, pues, que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura se hallen unidas estrechísimamente”. (G et S, n 53). Les aseguro que estas afirmaciones del Concilio me han hecho reflexionar mucho.

Cada persona y cada grupo humano únicamente pueden actuar como corresponde a la persona humana, con el entendimiento y la voluntad, cuando actúan según su propio modo de entender. El modo de entenderse cada uno a sí mismo, a los demás, a las cosas todas y al propio Dios. El modo de entender la forma de relacionarse con todos y con todo. Si no se tiene en cuenta la cultura de las personas, se podrá acostumbrar a esas personas a actuar de una determinada manera, pero se habrá cometido un grave atropello, impidiendo que cada persona crezca como sujeto protagonista de su propio desarrollo.

Al aplicar estos principios a Chiloé, se ha de tener en cuenta que el Archipiélago tuvo mucha importancia en tiempo de la Colonia. Era un lugar estratégico. España tuvo una gran influencia en su modo de ser. Y aunque Chiloé no estuvo exento de sufrir atropellos, no obstante, fue mucho mayor, y mucho más significativa, la actitud de diálogo. Esto produjo un auténtico encuentro con los pueblos originarios. Encuentro que quedó plasmado en una cultura propia que caracteriza a Chiloé. Resultado debido, de un modo muy especial, a la destacada y profunda labor de los misioneros que llegaron a Chiloé. Todavía permanece viva la institución de los “Fiscales” cuya influencia en la formación de criterios y actitudes en cada lugar ha sido enorme.

Cuando se abrió el Canal de Panamá, Chiloé perdió su importancia estratégica y vino a quedar en zona marginal. Esta marginalidad y su condición de insularidad dejaron a Chiloé caminar según su propia inercia de modo que, hasta la actualidad, ha podido mantener su identidad cultural de una forma muy nítida. Del mismo modo su patrimonio natural, sus bosques, la riqueza de su mar se pudo mantener casi sin tocar.

Poco a poco fue llegando a Chiloé la influencia de revolución industrial. Digo “poco a poco”, pero sería mejor decir: “muy poco a poco”. Hay que tener en cuenta que no existían caminos suficientes, ni menos aún red de corriente eléctrica, etc, lo que hacía poco viable el desarrollo industrial. Ha sido en las dos últimas décadas del siglo XX cuando se han ido multiplicando los caminos, se ha extendido la red de corriente eléctrica, instalado los servicios de agua potable, etc., y ha sido cuando, podemos decir que, repentinamente, ha llegado a Chiloé la revolución industrial. Es decir, la revolución industrial llega a Chiloé en los momentos en los que en el mundo ya comienza la revolución tecnológica con todo el fenómeno de la globalización.

Según esto, hablando en forma muy global, sin entrar en mayores precisiones que se tendrían que hacer, podemos afirmar que Chiloé pasa repentinamente desde la etapa preindustrial, que es una etapa de autosubsistencia, a la etapa de la revolución tecnológica y de globalización, saltándose toda la etapa industrial. Es un salto gigantesco.

Pero, aunque el salto es enorme, no obstante, creemos que podría darse por los caminos de encuentro y no de atropello, por los caminos del diálogo entre culturas y no por los de imposición. El poder del ambiente dominante es muy fuerte y se impone sin dar lugar al diálogo. Esto impide a Chiloé avanzar como protagonista de su propio desarrollo. Dicho de otro modo, esto impide que Chiloé siga siendo Chiloé.

Todavía la cultura chilota tiene espacios de autenticidad, pero, lamentablemente, es mucho lo que rápidamente se va perdiendo, ante la avasalladora fuerza de la economía de mercado. Agravado además, por la actitud, fácilmente contagiosa, de convertir incluso la expresión cultural en objeto de mercado.

Algunos consideran la defensa de la identidad cultural como el esfuerzo por mantener a un grupo humano haciendo siempre lo mismo. Esto no es aceptable. Es quedar anclado en el pasado, desligándose del progreso y desarrollo. La identidad cultural no es permanecer haciendo siempre lo mismo, sino crecer continuamente sin dejar de ser el mismo. Por esto, una vez más, afirmamos con profundo convencimiento que esa forma de defender la identidad cultural es dar un golpe mortal a la cultura que se quiere defender. La cultura de un grupo humano es vida y la vida es crecimiento y el crecimiento es cambio permanente. Quedar estático es quedar muerto.

Este crecimiento, lejos de encerrarse sobre sí, es un proceso de permanente diálogo con quienes aparecen en el camino, por distintos y distantes que sean. Es un proceso que implica una actitud de observación, una actitud de auténtico sentido crítico que permite seleccionar lo mejor entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo propio y lo ajeno y, finalmente, una actitud de creatividad para actuar de forma nueva, sin perder el protagonismo.

El ambiente dominante actual tiene otra forma de proceder. No deja posibilidad para este diálogo, sino que se impone con una fuerza enorme, masificando a las personas que así se convierten en agentes, o mas bien pacientes, funcionales al sistema.

Ante esta realidad, hemos dicho muchas veces que la cultura de Chiloé es una cultura en grave peligro de extinción. Si no se actúa con prontitud, tomando las medidas adecuadas, en algún tiempo más, Chiloé habrá dejado de ser Chiloé. Su patrimonio cultural se habrá perdido, al mismo tiempo que se habrá perdido su patrimonio natural.

Todavía estamos a tiempo de hacer algo. Creo necesario que estudiemos con responsabilidad la situación y que compartamos nuestra reflexión en orden a la labor a realizar. Por mi parte, cuando recibo reconocimientos por la labor realizada, siento que la labor es considerada como válida. Pero es una labor que no puede quedar centrada en una persona. Es verdad que hay un grupo de personas que es consciente del problema y, de una forma u otra, se realiza una colaboración mutua. Pero es urgente que la labor se generalice, sin quedar reducida al esfuerzo de un pequeño grupo de personas.

El encuentro de España con los pueblos originarios de Chiloé, como decíamos antes, ha venido a quedar fraguado en la cultura chilota. La acción directa de España quedó finalizada el 15 de enero de 1826 con el tratado de Tantauco. Tratado especialmente querido por el pueblo williche porque Chile se comprometió a respetar los derechos de los ciudadanos. Entre tales derechos están los llamados títulos de Realengo concedidos por el Rey a los indígenas.

Con esto, España dejaba una base muy sólida para la historia de Chiloé. Quiero advertir que, al hablar de historia, no me estoy refiriendo a la secuencia en el tiempo de los hechos del pasado, acontecidos hasta este momento. Esto es más bien cronología. Ciertamente, las cosas, los animales, las personas y grupos humanos tienen cronología. Pero la persona humana, hecha a imagen de Dios, tiene la posibilidad de dar sentido a la cronología. Este proceso de dar continuamente sentido a la cronología es la historia. Así entendida la historia, hemos de decir que solamente las personas tienen historia. Las cosas y los animales sólo tienen cronología. La historia, de este modo, es una tarea que ha de ser responsablemente realizada. Esta forma de proceder implica mantener siempre la identidad cultural. Es la tarea de crecer permanentemente como sujeto protagonista del propio camino, dando siempre sentido a la vida.

Para los creyentes esta responsabilidad es mucho mayor en cuanto que su tarea no sólo es hacer historia, sino señalar el sentido último de la historia. El hombre convierte la cronología en historia y el creyente convierte la historia en escatología consciente. No pretendo ahora filosofar. Solamente estas indicaciones para poder entendernos.

Vista la defensa de la identidad cultural como historia, tarea de sentido actuando de forma responsable, al fijar la mirada en Chiloé, quiero hacer referencia de una forma muy especial al tratado de Tantauco. Se trata de un hito importante en el proceso de sentido de Chiloé.

En la historia de Chiloé, el Tratado de Tantauco es un hito que podemos calificar de “Patrimonio Monumental”. Entiendo aquí como “Monumento” según la etimología. “Monumento” viene de un verbo latino muy clásico “moneo” que podemos traducir por “aconsejar” . Por lo tanto, este “Patrimonio Monumental” viene a ser la herencia recibida de nuestros mayores, del padre, que hemos de conservar con cariño y que, al mismo tiempo aconseja y advierte para seguir adelante.

En el Tratado de Tantauco, Chile se compromete a respetar “inviolablemente” los bienes y propiedades de los ciudadanos de Chiloé. Se trata por lo tanto de la herencia que constituye el patrimonio de Chiloé. Al mismo tiempo se hace constar explícitamente el compromiso de respetarla inviolablemente en el camino a seguir.

Es verdad que es Chile quien asumió el compromiso que, dentro de nuestro contexto, hemos de considerar como compromiso de respetar la identidad cultural de Chiloé, pero también aparece pertinente esperar que España no olvide colaborar, según corresponda, en el proceso histórico de quienes se esfuerzan por mantener su identidad cultural, en cuya formación España tuvo tanto que ver. Y para ser justos, con mucho agrado hago constar que el mismo Rey de España, personalmente, me ha estimulado mucho en esta labor. Es normal que España pueda estar interesada en que Chiloé no deje de ser Chiloé y se mantenga con su impronta propia que, como dice su himno, es el “último reducto español”

Con esta misma mirada de “Patrimonio Monumental” hemos de ver a las Iglesias de Chiloé declaradas Patrimonio de la Humanidad. Gracias a Dios, cada día son más los que toman conciencia de que los edificios son la expresión de la mentalidad y cultura intangible del grupo humano que con esa expresión se expresa. Es en el corazón de las personas donde está la cultura viva que se ha de conservar. Pero, lamentablemente, son muchos los que consideran solamente la expresión cultural, olvidándose totalmente del grupo humano que vive esa cultura.

Para quienes consideran como cultura solamente la expresión cultural, en el caso de las Iglesias, basta con restaurar el edificio para mantener la identidad cultural, sin tomar conciencia de que esos edificios siguen manteniéndose con fuerza como expresión de una cultura viva en la comunidad. Considerar el objeto con el que la comunidad se expresa y no fijarse en la comunidad que con ese objeto se expresa es sumamente peligroso en estos momentos. El ambiente dominante puede convertir tales objetos, con mucha facilidad, en objetos de mercado y, en poco tiempo, transformar la comunidad de modo que viene a quedar servil al sistema, perdiendo su identidad.

El desafío es mantener la cultura que, todavía, se mantiene viva en las entrañas de la comunidad. Mantener vivo el intangible cultural sin cambiar de sentido la expresión tangible. En esta labor, sin duda, Chiloé tiene mucho que hacer, no puede dejar de ser sujeto de su camino, pero también el Estado Chileno que, manteniendo la soberanía que le es propia, tiene el deber de defender la identidad de los diversos grupos humanos que integran el país, y que, además, con relación a Chiloé, tiene la obligación de cumplir el Tratado de Tantauco, firmado con España, según el cual Chile ha de actuar de modo que los derechos de Chiloé sean “inviolablemente respetados”.

El fortalecimiento de la identidad no es quedar anclado en el pasado, ya lo hemos dicho, sino un compromiso muy fuerte con el futuro, buscando el crecimiento y desarrollo de cada persona en el encuentro auténtico con los demás, siguiendo su camino siempre en búsqueda de sentido cada día más humano. Del mismo modo que la mirada fija en el futuro no es desligarse del pasado, sino el compromiso auténtico con la historia vivida como tarea permanente de las personas y grupos humanos que mantienen firme el protagonismo heredado de sus mayores. Es mantener la identidad cultural, integrando todo lo bueno, verdadero y bello que se descubre en el encuentro con los demás y que ayuda a todos a crecer como personas dentro de una convivencia armónica y fraterna.

En varias ocasiones hemos dicho que, tanto la declaración de las Iglesias de Chiloé como Patrimonio de la Humanidad, si se asume como manifestación de lo que hemos llamado “Patrimonio Monumental”, por un lado, como la construcción del Puente de Chacao, por otro lado, si se plantean como servicio al desarrollo de Chiloé en el que Chiloé es el protagonista del desarrollo, vienen a ser expresiones muy coherentes de un mismo proceso. Si logramos esto habremos conseguido que Chiloé siga firme su camino hacia adelante sin dejar de ser el mismo Chiloé del pasado.

Para la Iglesia este camino se hace fascinante no sólo porque se trata de la defensa de la dignidad de las personas, tarea en la que todos estamos comprometidos, sino porque la Iglesia sabe que la clave para la realización plena de la persona humana es Cristo. A la Iglesia le corresponde invitar a todos para vivir el proceso de la historia como escatología, creciendo en la identificación con Cristo.

Muchas gracias.


† Juan Luis Ysern
Obispo emérito de Ancud
Presidente de Caritas Chile

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