Este día en que mundialmente y con sobradas razones se celebra a la Mujer, damos gracias por las maravillas de Dios, que en la historia de la humanidad y de nuestra patria se han cumplido en la mujer y por su intermedio.
Es un momento apropiado para preguntarnos, siguiendo a nuestro recordado Juan Pablo II, «¿no se ha obrado en ella y por medio de ella lo más grande que existe en la historia humana, es decir, el acontecimiento de que Dios mismo se ha hecho hombre?».
La Iglesia da gracias por todas las mujeres y por cada una. Por las madres, las jóvenes y también las abuelas; por las esposas; por aquellas que se consagran a Dios; por tantas mujeres dedicadas a servir a personas sedientas de amor; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, corazón de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan, cargadas muchas veces con una gran responsabilidad social. Todas ellas asumen, juntamente con los varones, la responsabilidad común por el destino de la humanidad.
Agradecemos por todas las manifestaciones del genio femenino y por los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres; por todas las virtudes y dones que debemos a su fe, su esperanza y su capacidad de amar, de acoger y de servir a los demás; por todos los frutos de santidad femenina. Quiera el Señor que estas manifestaciones sean reconocidas debidamente y valorizadas, para que se traduzcan en común beneficio de ellas, de la Iglesia y de la humanidad, especialmente en nuestros días.
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 8 de marzo de 2006
