Muy queridos amigos, muy queridos hermanos y hermanas, que leen o escuchan este mensaje de Navidad de parte del Arzobispo de Antofagasta.
Es muy fácil caer en lugares comunes, que a veces con toda buena voluntad se dicen en esta fecha como “noche de Paz”, como “toda la felicidad del mundo”, como “que el Señor nos bendiga con el amor”, en fin son todas cosas muy buenas, necesarias, tal vez brotan de un corazón en pedir y querer todas esas cosas.
Pero Navidad va mucho más allá. No son ideas, no son cosas, las que deben ser como lo primero en estas fiestas de Navidad.
Lo primero es la persona de Jesucristo. De un Dios que se hace hombre, un Dios que camina con nosotros, y que cambia absolutamente todo el sentido de la Humanidad. Cambia absolutamente todo el caminar de los hombres, que ya no es un destino sin ningún norte, sino que todo lo contrario, es un destino ya seguro, en el que participamos igual con carne y hueso, de este niño que se hace uno de nosotros.
Ese es mi mensaje. Querer pasar por sobre el bullicio, por sobre las luces, por sobre el champagne, pasar a lo fundamental: que Dios quiere tanto al ser humano, quiere tanto al hombre, que su hijo se hace uno de nosotros.
Y ahí adquieren fuerza, sentido, todas las demás decisiones nuestras de regalar, de alegrarnos, de juntarnos para cenar, todo eso nace de aceptar que Dios nos quiere tanto, que ha hecho que su hijo único sea uno de los nuestros.
Es por eso que con esa convicción profunda, de que un Dios camina con nosotros, porque Dios se ha hecho uno de nosotros, y les deseo de corazón que tengan una muy feliz Navidad, bendecidos por el Señor, con los valores muy concluyentes del pesebre de Belén, que es el amor, que es la sencillez, que es la alegría, que es la paz que cantaron los demás ángeles.
Que el señor los bendiga a todos.
†Pablo Lizama Riquelme
Arzobispo de Antofagasta