1.- “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Nuevamente resuena en nuestro mundo el canto de la Navidad y su mensaje, que viene a alegrar y colmar de sentido nuestra vida y nuestra historia.
¿Por qué nos gozamos en esta fiesta? Porque el Hijo de Dios, Eterno como el Padre, nace en nuestro mundo en una carne semejante a la nuestra. En María se unen el cielo y la tierra, lo divino y lo humano. La historia cambia para siempre y nuestra historia personal adquiere una dimensión eterna. Dios nos regala, por Cristo, ser sus hijos y nos da la posibilidad de ser hermanos y hermanas de todo hombre y mujer.
2.- Esta es una realidad sólo asequible por la Fe. Pidamos al Señor el don de la Fe; que aumente nuestra Fe para poder comprender en toda su hondura y agradecer con gozo el regalo tan grande de Navidad, que es Cristo el Salvador. Imploremos este don para nosotros, y también para todos los hombres y mujeres que quieren acercarse a este Misterio con un corazón sencillo y bien dispuesto.
3.- La fiesta de Navidad nos plantea desafíos bien concretos y muy serios, absolutamente alejados de ese tono de “cuento infantil” con que se la ha querido revestir. Desafíos que en este año de la canonización de San Alberto Hurtado adquieren una especial urgencia, movidos por la enseñanza y el testimonio de este gran santo chileno. Les planteo algunos que en este momento me parecen más importantes.
4.- El primero es el de trabajar por la paz: “en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Esto no es “cuento de niños”, sino tarea de adultos, ya que la paz verdadera se fundamenta –así nos los recordó insistentemente el Papa Juan Pablo II- en la verdad, la justicia, el amor, la libertad y el perdón. Luchar por estos valores a nivel familiar, laboral, eclesial y nacional es una tarea ineludible, de la cual ningún compatriota puede considerarse eximido, y menos los que en Navidad queremos acoger a Jesucristo como Rey de Paz.
5.- Tenemos, luego, el desafío, enorme, de la solidaridad y el compartir. En la Navidad Jesús comparte nuestra condición humana para darnos la posibilidad de compartir nosotros su Vida Divina. Y en esto se fundamenta este desafío que califico de “enorme”. Ya que nuestra sociedad chilena es una sociedad quebrada interiormente por las desigualdades escandalosas que se dan entre nosotros, especialmente en lo que se refiere a las oportunidades educacionales que se ofrecen a nuestros niños y jóvenes. Los recientes resultados de la PSU son un tremendo llamado de atención a toda la comunidad nacional y un desafío urgente para las nuevas autoridades que pronto asumirán las más altas responsabilidades en orden al bien común del país.
6.- La Navidad es fiesta de vida y de familia. Más aún, es la fiesta de la Vida verdadera que Dios nos ofrece en Jesús y en la Santa Familia de Belén.
En nuestra Patria, en que durante años nos jugamos por la defensa de la vida, ahora hemos llegado a un punto en que de hecho nos estamos cerrando al don de la vida. Nos estamos dejando invadir por una cultura no cristiana que privilegia otras cosas y cada vez nacen menos niños. Si seguimos así pronto nos convertiremos en un país de ancianos, dificultosamente mantenidos por un grupo cada vez más pequeño de jóvenes que tendrán otras “prioridades”.
Tenemos que jugarnos por la vida y por la familia. Ahí está la verdadera riqueza de un país. Si somos generosos con el don de la vida y el cuidado de la familia, el Señor bendecirá abundantemente nuestra generosidad, ya que cada niño que nace es un aporte hermoso, único y original a nuestro mundo; y cada familia está llamada a ser una verdadera “comunidad de vida y de amor”, célula fundamental de la Patria y de la Iglesia.
La responsabilidad de la vida y la familia es de todos. Especialmente de quienes nos confesamos cristianos. Y particularmente de quienes ejercen los Poderes Públicos del Estado, que tienen como obligación primera favorecerlas y cuidarlas con apropiadas políticas educacionales, laborales, tributarias, de salud, vivienda, etc.
7.- Deseo, en estas fiestas navideñas, hacer llegar un cariñoso saludo a todos mis compatriotas. Pido al Señor y a la Virgen Madre una especial Bendición para todas las familias de Chile.
† Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc.
Obispo de Valparaíso