Testimonio de una vida coherente
El año 1974, cuando ingresaba a la enseñanza media, conocí a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, hoy Siervo de Dios, en el entonces Obispado de Osorno, en calle Brasil de esta ciudad. Guardo un grato recuerdo de aquel encuentro, el que por variados aspectos no podré olvidar.
Todavía, como si fuera ayer, tengo presente la primera impresión. Yo era un joven que encuentra a un obispo vistiendo el hábito capuchino, de mirada penetrante y que, con sencillez franciscana, me sirve él mismo una taza de té. Cómo olvidar aquella tarde, en la que él, puedo imaginarme, apremiado por las labores de su servicio en la Iglesia, sin embargo se dio el tiempo para dialogar conmigo, rezar juntos y hablarme, hasta bien entrada la noche, acerca del amor de Dios para con nosotros. Tampoco podré olvidar que personalmente me acompañó al terminal de buses de Osorno y que, en la despedida, me obsequió una hermosa cruz.
Sería presuntuoso pretender abordar en este espacio los datos e hitos de su vida, menos aún su obra en el Vicariato Apostólico de la Araucanía, actual diócesis de Villarrica, y en nuestra diócesis de Osorno. Es mi deseo en esta oportunidad detenerme brevemente en un aspecto que sobresale en la vida del Siervo de Dios y que es de vital importancia en lo personal de cada uno de nosotros y en la vida de nuestra Iglesia diocesana: el testimonio y la coherencia de vida de Mons. Francisco Valdés.
El Siervo de Dios fue un capuchino, dotado de grandes cualidades humanas, espirituales, intelectuales y artísticas. Se destaca frecuentemente su gran celo misionero, su fervor y elocuencia en la predicación de la Palabra del Señor. No conoció abatimiento en la obra de la evangelización; al contrario, fue un entusiasta y audaz pregonero de la Buena Noticia. Sus obras, tanto en la diócesis de Villarrica como en Osorno, aún hoy son huella evidente de su espíritu. Todo ello, ¿dónde encuentra su primera y más profunda explicación?
La respuesta está evidentemente en su fe inquebrantable en Cristo Salvador, en su pasión por la Iglesia y en su profunda devoción a la santísima Virgen María. Todo este tesoro inagotable de gracia, el Siervo de Dios, supo hacerlo realidad, transparentándolo en su vida personal y en el servicio extraordinario a favor de la Iglesia y de todos los hermanos que el Señor mismo puso en el camino de su vida.
Qué abundancia de expresiones se oyen sobre él, reconociendo al hombre de Dios que, en la sencillez y serenidad de lo cotidiano, supo ser un fiel testimonio de Cristo, con su vida, palabra y obras. Ante semejante don de la Divina Providencia la Iglesia diocesana se siente invitada a entonar su Magnificat, pues entre nosotros el Señor ha obrado grandes realidades que lejos sobrepasan las perspectivas humanas y nos impulsan a suplicar la gracia divina a fin que, contemplando la vida del Siervo de Dios, podamos también nosotros amar profundamente a Cristo y donarlo a nuestros contemporáneos con la palabra y con el humilde testimonio de nuestra vida.
Gracias, Monseñor Caviedes
La Iglesia en Osorno recuerda con sentimientos de gratitud profunda los años que Mons. Miguel Caviedes la ha servido como su pastor diocesano (1981-1994). Los fieles han quedado gratamente impresionados por su humildad, modestia y sencillez.
Le correspondió la gran tarea de conducir a la diócesis por medio de una pastoral orgánica. Gran visión tuvo respecto de este desafío; prosiguió metódicamente y en modo muy constante a establecer a todo nivel las estructuras necesarias para ello. Ayudó a los sacerdotes en la conformación de los consejos pastorales parroquiales, mientras dio vida a los planes pastorales diocesanos y a las diversas comisiones y departamentos. Personalmente se ocupó que la labor pastoral se llevara adelante con objetivos claros, medios adecuados y óptima utilización de recursos, etc. Con paciencia condujo esta labor, cuando los resultados al respecto no eran los esperados. Sabía escuchar y atendía las sugerencias del presbiterio, al tiempo que mantuvo las decisiones tomadas. Su profundo conocimiento de los documentos eclesiales le ayudó enormemente a conformar la diócesis según las indicaciones y el espíritu plasmado en ellos.
Los sacerdotes lo recuerdan por su siempre amable disposición para recibirlos y escucharlos. Procuró la unidad en el personal consagrado en todo orden. Para concentrar la labor pastoral y contar, también físicamente, con un centro adecuado, dio vida a la edificación de la casa Betania, lugar de retiro y oración, que ofrece también estupendas posibilidades para encontrarse y confraternizar.
Ayudó al presbiterio a contemplar su vida y acción en el contexto de la Iglesia universal, a fin de ampliar el horizonte y no limitarse a los pormenores cotidianos de la parroquia.
En las obras sociales de la diócesis estuvo siempre presente con palabras de ánimo y estímulo, suscitando también nuevas expresiones. Con su total respaldo comenzó la labor en nuestra ciudad el “Hogar de Cristo” y se crearon algunos comedores infantiles.
Los fieles y sacerdotes me han participado que Monseñor Caviedes fue un pastor abierto a cuanto sucedía en la diócesis, pronto a ayudar, vigilante y preocupado del pueblo de Dios.
Al Señor las gracias por haber distinguido a nuestra diócesis con un obispo solícito que en su servicio supo transparentar los rasgos de Cristo, el Buen Pastor.
Gracias, Monseñor Goic
El día 25 de noviembre de 1994, monseñor Alejandro Goic Karmelic tomó posesión como Obispo de la Diócesis de Osorno. El Padre Roberto Koll es nombrado Vicario General y Ecónomo Diocesano, estableciéndose, desde el primer día, un trabajo de conjunto muy coordinado con el nuevo Obispo, actividad que se reforzó por la profunda amistad generada entre ambos.
El trabajo pastoral de Mons. Goic en Osorno se caracterizó por la participación en él de equipos integrados por laicos y/o consagrados, en la medida de lo posible, además de la incorporación o reforzamiento de la presencia diocesana de congregaciones religiosas. Preocupación constante fue dotar a la diócesis de infraestructura adecuada para el mejor desarrollo de estas labores. Debe destacarse la construcción del Edificio “San Mateo”, que, además de concentrar en un lugar central todas las dependencias del Obispado, contribuyó tanto al financiamiento diocesano como al desarrollo urbano de Osorno por la construcción de la galería comercial que conectó distintas arterias urbanas, dotada, también de un lugar de encuentro para actividades culturales y pastorales en el Aula “Mons. Francisco Valdés Subercaseaux”. Otras obras que merecen destacarse, en este aspecto, han sido la nueva casa para el obispo; la Casa Pastoral de calle Manuel Antonio Matta; segunda etapa, capilla, del Convento de Pilauco para las Carmelitas Descalzas; Hogar Betsaida en Pilauco; nuevo templo parroquial de San Pablo; inicio de la construcción del Campo de Oración “Nuestra Señora de Osorno”, en Pilauco, todo esto, sin perjuicio de las numerosas capillas o centros de pastoral que se construyeron en diversas parroquias de la Diócesis.
Pero no sólo en lo material permanece la huella de Mons. Alejandro: el inicio de la Causa de Beatificación del primer obispo diocesano, Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, junto con la creación de la Fundación que lleva su nombre para difundir su espiritualidad en el ámbito profesional y cultural; la creación de la Fundación Misiones de la Costa para prolongar la labor misionera de los Padres Capuchinos en los sectores más pobres del territorio diocesano; la reaparición del Boletín “Hacia la Cumbre” en julio de 1995, fundado por Mons. Valdés, pero cuya publicación se encontraba suspendida por falta de financiamiento; la Escuela de Verano, desde 1997 y la Escuela Ministerial, desde el 2000, acompañadas de muchas otras iniciativas pastorales, marcan su incansable labor en este campo.
Finalmente, y quizás lo más trascendente, debe destacarse la palabra que el Pastor nos dejara en sus documentos, especialmente en sus Cartas Pastorales, diez en total, dedicadas especialmente a los jóvenes, sacramentos e Iglesia, y al tema del dinero.
El Padre Adrián de Vet, hablando a nombre de los consagrados y agentes pastorales dijo en la Misa de despedida de Monseñor Goic: “Monseñor, en estos nueve años lograste dar a esta Iglesia osornina una cara renovada, más inserta y con más personalidad, una comunidad eclesial encaminada. Los católicos estamos orgullosos de nuestra Iglesia local. Nos has hecho sentir convocados a ser puentes que lleven a todos los hermanos a conocer, a amar e intimar con Jesucristo y vivir así su Evangelio”... Hermosas palabras para referirse a un Obispo que ha sabido ser fiel a su lema episcopal “Cristo es mi vida”.
† René Rebolledo Salinas
Obispo de Osorno