El quince de noviembre de 1955, en la ciudad del Vaticano, S.S. Pío XII firma la Bula que crea la Diócesis de Osorno definiendo sus límites territoriales. Hoy, al celebrar los cincuenta años transcurridos desde ese acontecimiento, tiempo que ha visto la abnegada labor de tantos pastores al frente de una multitud de laicos para construir juntos lo que es esta Iglesia Particular, no puedo sino recordar la invitación que nos hizo S.S. Juan Pablo II para introducir a la Iglesia Universal en su tercer milenio. El Papa nos llamó a: “recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro” (Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte n.,1). Creo que estas palabras nos marcan perfectamente cual debe ser hoy nuestra actitud.
Porque cuando miramos el pasado, recorriendo tanto la enorme tarea cumplida por mis antecesores para ir estructurando espiritual y materialmente esta diócesis, como la generosa acogida que les ha brindado todo el pueblo de Osorno, católicos o no; cuando veo las vocaciones sacerdotales, diaconales y religiosas, surgidas de ese mismo pueblo; cuando recorro los templos y otros edificios pastorales levantados con el esfuerzo de todos a lo largo y ancho de nuestro territorio, y cuando, junto con tantas otras bendiciones imposibles de enumerar, contemplo la cantidad de fieles que se reúnen para asistir a la santa Eucaristía u otros sacramentos, no me cabe sino elevar mi oración agradecida a Dios, Uno y Trino, que nos ha colmado de bienes, e invitar a todos los osorninos para que nos unamos en ella.
Porque cuando enfrentamos en el presente a una realidad de cambios profundos en nuestra cultura, nos tenemos que volver hacia el apasionamiento que nace del Evangelio para vivir un camino que seguimos sin renegar del mundo, caminar que asumimos con sencillez y serenidad procurando enfrentar los desafíos que la sociedad nos presenta. Ampliemos, pues, nuestra oración agradecida por el pasado para pedir a Dios que hoy nos de Su fuerza, ya que sabemos que sólo a través de nuestra unidad con ella y en ella, la Iglesia ha podido enfrentar y superar, en el pasado, los inevitables problemas y dificultades.
Porque, con esta nuestra fortaleza nacida de la conciencia que somos hijos de Dios que es infinitamente bondadoso frente a nuestras debilidades; como discípulos de Cristo que conoce nuestra humanidad, y guiados por el Espíritu Santo, que nos conduce por caminos que muchas veces no sabemos discernir, tenemos la confianza necesaria para enfrentar con alegría al futuro. No queremos que sea un optimismo ingenuo, sabemos que nuestro aporte, personal en cada caso, y colectivo en la comunión de la Iglesia, es importante para la victoria final de Cristo el Señor, en la que creemos firmemente.
Es por ello que, para terminar nuestra oración, quiero invitarlos a que la transformemos en un himno de alabanza a Dios que, con todas nuestras flaquezas ha sido capaz de construir una Iglesia en Osorno, comunidad que, superando sus muchas tareas aún pendientes, siente gratitud por su pasado, vive con pasión el presente y se abre con confianza al futuro. A Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, honor y gloria por los siglos de los siglos.
† René Rebolledo Salinas
Obispo de Osorno