Homilía del Padre Obispo Alberto Jara Franzoy en la Eucaristía del 18 de Septiembre de 2005
Hermanos en el Señor,
Autoridades de la provincia y de la ciudad:
1.- Este año el 18 de Septiembre, Fiesta de la Independencia de Chile, ha caído en día domingo y por eso hemos querido –como en otras ocasiones- hacer nuestra Acción de Gracias y Oración por la Patria con la celebración de la Eucaristía, acción de gracias y súplica por excelencia.
En cada Santa Misa, antes de hacer presente el Sacrificio Redentor de Jesucristo, siempre nos alimentamos con la Palabra de Dios.
Así lo hemos hecho hoy. Y siguiendo la lectura de las Escrituras que hacemos cada domingo, hemos escuchado trozos del libro del profeta Isaías, de la carta de San Pablo a los cristianos de Filipos y del Evangelio escrito por San Mateo.
Fijémonos en la última de ellas.
Hoy llega esta Palabra a nosotros, cuando Chile engalanado celebra un nuevo aniversario de su vida independiente; cuando, por las celebraciones patrias, tomamos mayor conciencia de formar una nación: una comunidad con características muy propias, de hombres y mujeres nacidos en esta hermosa región del mundo y unidos con lazos de sangre, con una cultura e historia común.
Es una comunidad de personas en la que cada una debe tener una activa participación en la construcción de esta patria que es Chile, nación que se acerca rápidamente a la celebración de su bicentenario de vida autónoma.
2.- Podemos ver en las páginas del Evangelio que hoy se proclamó una invitación a todos los miembros de esta nación a ser activos constructores del país que anhelamos, a que nadie quede marginado o se margine en la edificación del Chile que soñamos.
Se nos habla de una viña que hay que trabajar y que requiere de obreros que la cultiven y la hagan dar fruto. Ella necesita trabajadores; en varios momentos del día su dueño sale a contratarlos. “Vayan ustedes también a mi viña”, les dice.
Podemos imaginar a Chile en esa viña que hay que cultivar y que debe dar frutos. Es la patria que juntos debemos construir y en la que nadie debiera quedar marginado, en la que todos debemos aportar y en la que todos debemos también recibir los frutos.
Podrá haber algunos compatriotas que asuman roles de mayor significado dentro del cultivo de la viña. De hecho en pocos meses más vamos a elegir democráticamente a quien presidirá en los próximos cuatro años el gobierno de Chile y elegiremos también a gran parte del Parlamento que tiene por misión dictar las leyes necesarias para el desarrollo de la patria. Pero todos tenemos una tarea que cumplir; no solamente ellos.
3.- Para todos debiera haber trabajo en la viña de la patria y todos debieran beneficiarse con los frutos alcanzados.
Pero, desgraciadamente, muchos quedan marginados para un aporte mas significativo y muchos reciben por su trabajo unos escasos racimos..
Las oportunidades de un mejor futuro –según sea el lugar donde se habite y el medio familiar y cultural en que se nace- son muy dispares en nuestra patria.
Entre nosotros hay grandes y gravísimas desigualdades; alcanzando “niveles escandalosos” -como lo decíamos los Obispos de Chile en Abril pasado. Hay “salario, jubilación o montepíos insuficiente;…calidad de la vivienda, acceso a los bienes de consumo, salud, educación” que muestran grandes diferencias.
En nuestro proceso de crecimiento la concentración de los bienes se ha ido acrecentando notablemente; y entre los países en camino al desarrollo aparecemos a la cabeza en el índice de desigualdades.
Y la riqueza atrae a la riqueza. Es un círculo vicioso que es muy difícil romper y que, de continuar así, tendríamos en un mismo territorio varios Chiles distintos, con expectativas muy diversas, llegando a surgir graves peligros para la convivencia nacional y para la paz. Ya hay algo de esto.
4.- Hace tiempo que se está buscando terminar con esta situación. Gracias a Dios, pareciera que hoy hay una mucho mayor conciencia de este fenómeno; y por esto se escuchan algunas propuestas de solución muy coincidentes en los postulantes a la Presidencia de la República y al Parlamento, para buscar desarraigar este problema: amplia educación pre-escolar, ayuda a quienes acceden a la Universidad, apoyo al proceso de regionalización, preocupación por la agricultura familiar campesina, etc.
Hoy, 18 de Septiembre, aniversario de nuestra Independencia, junto con dar gracias a Dios por los grandes beneficios que ha otorgado a nuestra patria, queremos pedirle que nos ilumine a todos para encontrar los caminos adecuados y que nos ayude a crecer en la verdadera solidaridad, la que deberá manifestarse en primer lugar por la vivencia de la justicia.
Al bienaventurado Padre Alberto Hurtado, cuya canonización lo destacará como un ejemplo a seguir, le pedimos que obtenga para todos nosotros un corazón amante de la fraternidad y la justicia, como él nos reveló en su paso junto a nosotros, para construir juntos un Chile más equitativo y más fraterno.
5.- La página del Evangelio que hoy fue proclamada nos hablaba de distintos grupos de obreros que fueron contratados a distintas horas para trabajar en la viña. Uno en la madrugada, otro cuando se iniciaba la mañana, otros al mediodía y al principiar la tarde y, finalmente, otro grupo, al caer el sol.
Comentando esta página de San Mateo el sabio doctor de la Iglesia San Gregorio Magno interpreta las diversas horas de la llamada poniéndolas en relación con las edades de la vida. “Es posible –escribe- aplicar la diversidad de las horas a las diversas edades del hombres. En esta interpretación nuestra, la mañana puede representar ciertamente la infancia. Después, la tercera hora se puede entender como la adolescencia: el sol sube hacia lo alto del cielo, es decir crece el ardor de la edad. La sexta hora es la juventud: el sol está como en el medio del cielo, esto es, en esta edad se refuerza la plenitud del vigor. La ancianidad representa la hora novena, porque como el sol declina desde lo alto de su eje, así comienza a perder esta edad el ardor de la juventud. La hora undécima es la edad de aquellos muy avanzados en los años…”.
Para todas las edades y grupos humanos hay trabajo en el Chile que queremos construir, más fraterno y solidario, más equitativo y justo, más unido y en paz.
6.- Al niño habrá que formarlo desde muy pequeño creando en él un corazón generoso y pidiéndole que se abra al servicio de cualquiera que requiera una ayuda. Desarrollar sus capacidades y hacer que crezca en un ambiente de amor y seguridad será la manera de incorporarlo ya al trabajo de la viña.
Los jóvenes deberán ser también obreros de la construcción de un Chile mejor, al buscar comprender con una mirada limpia la realidad del mundo que deben enfrentar y corregir y al profundizar con lucidez e inteligencia en la verdad del hombre que todos debemos ser. También deberán clamar con fuerza, como conciencia viva de la sociedad, por este mundo nuevo y aportar todo su dinamismo y entusiasmo en su construcción.
También los hermanos y las hermanas de la tercera edad, al aportar su mirada serena y sabia sobre Chile y su historia, al unir por su vida más dilatada las distintas generaciones y crear comunión, al cultivar los valores de acogida y de mayor humanidad, estarán trabajando en la viña; también al poner su tiempo, libre de mayores responsabilidades, al servicio voluntario de tantas obras de bien.
Para todos hay trabajo en la viña de la patria y todos debemos asumir nuestra responsabilidad.
7.- Nos acercamos a la celebración de los doscientos años de nuestra independencia como nación.
Este acontecimiento debe encontrarnos a todos laborando juntos en el engrandecimiento de nuestra nación, haciendo de ella una hermosa viña donde todos puedan gozar de sus frutos y beber el vino de la alegría, la hermandad y la unión.
Que el Señor nos bendiga y nos conceda su gracia. Amén.
† Alberto Jara Franzoy
Obispo de Chillán