El evangelio de hoy podría sorprendernos, porque a primera vista podría parecer que el actuar de Dios para con sus trabajadores, es injusto.
Sin embargo, leído en su contexto, descubrimos un elemento esencial de Dios: su desbordante generosidad, especialmente con “los últimos”, a quienes les quiere entregar sus dones, a ellos y a todas las personas, para que todos se salven. ¡Así es Dios!
Una generosidad que en Chile la hemos experimentado abundantemente en los dones de la naturaleza, en el progreso humano, religioso, tecnológico y científico, en tantas personas que han sido ciudadanos ejemplares en su compromiso de construir la Patria.
En este año de gracia del Señor, nuestra mirada se fija obligatoriamente en una persona que, por ser tan actual y cercano, no nos deja a nadie indiferente:
El P. Alberto Hurtado.
Quizás, interpretando el sentir de muchos, quisiera en este día solemne de fiestas patrias, enviarle una carta.
Querido P. Hurtado:
El 8 de marzo de 1943 visitaste Puerto Aysén para encontrarte con los jóvenes y proponerles un estilo de vida que no se ahogue en placeres, sino que abrace la vida dura de la acción social y de la fe, para reflotar las energías morales de la Nación: la responsabilidad, la fraternidad, el sacrificio, privilegiando a los más pobres.
Tu visita, más que respuestas, planteó desafíos, caminos a seguir, propuestas de sentido: a la vida, a la justicia y al servicio con los pobres, valores patrios bien enraizados en una fe profunda y exigente.
No pedías “poco”, exigías mucho, o todo, porque conocías la generosidad y la entrega entusiasta de los jóvenes, sufrías con la pobreza y la injusticia, te enfurecías frente a la pasividad, la indiferencia y la hipocresía de ciertos actores sociales que ocupaban puestos de honor, más que de servicio.
Tu voz profética y tu acción decidida te hacían llegar con la misma pasión y el mismo cariño hasta el joven y el obrero, el político y el juez, el rico y el pobre, el sacerdote y el educador, el intelectual y el artista, el empresario y la mujer, los padres, los hijos y los abuelos.
Tu presencia era incuestionable, en la verdad.
Tú no mirabas a corto plazo, le dabas trascendencia a tus proyectos para pensar y construir una patria justa, fraterna y en paz.
Fuiste educador, formador, director espiritual de generaciones de jóvenes.
Algunos te insultaron, te quisieron silenciar, te quitaron la mirada y el saludo, te rodearon de chismes deshonrosos, te ofendieron tildándote de politiquero, y no te reconocieron como el sacerdote que realmente eras.
Tal vez porque querían un sacerdote que bendijera su corrupción, hipocresía y maldad.
No te conocían. Aunque te veían largas horas rezando, alimentando tu fe en íntima comunión con Dios, escudriñando la Palabra de Cristo, celebrando la Misa tan compenetrado en el misterio, no veían en ti a un hombre de Dios, porque tenían su espíritu, su mente y su corazón sucios y orgullosos.
Hoy te celebramos como un ciudadano chileno ejemplar, y en todo el mundo serás reconocido SANTO, hombre de Dios.
Hoy, en que también en Aysén alabamos a Dios y le agradecemos por la Patria que nos dio, como don y tarea, te queremos invitar a visitarnos de nuevo, desde la grandeza de santo, sacerdote, patriota, héroe de la justicia, de la solidaridad y de la paz, campeón y estrella de Chile que brilla en el mundo entero con el mismo resplandor que brilla delante de Dios.
Ven a visitar a nuestra patria. También Aysén te espera. Espera tu mirada, tu palabra, tu profecía. Ven para ayudarnos a entender lo que vivimos, gozamos y sufrimos, con los ojos de Dios.
Ven para dinamizar nuestra acción, con el amor, el corazón, la mente y las manos de Dios.
¿Qué nos dirías hoy a los habitantes de Aysén, que gozamos de una riqueza y de un potencial de recursos infinitamente superiores a cuando viniste aquí hace más de 60 años, y sin embargo no gozamos de una suficiente felicidad?
Sé que empezarías por preguntarnos: “¿Es Aysén una región agradable para vivir en ella?
¿Qué nos dirías sobre la equidad y la justicia social? ¿Crees que las reformas y las leyes, impulsadas en estos años, por cuan buenas sean, logran cambiar el corazón y la mente de las personas, para que la justicia llegue a las personas y a las estructuras de nuestra patria, infundiendo la confianza y la credibilidad necesarias sobre todo en los más humildes y carentes de poder?
¿Qué nos dirías de la “pobreza escondida” en tantas familias,
que lleva a la deserción escolar y a la delincuencia juvenil,
al abandono de tantos niños de sus hogares,
a la alcoholización
a la violencia intrafamiliar y social,
entre otros problemas humanos y sociales?
¿Qué les dirías a los jóvenes, frecuentemente sumergidos en la soledad, el miedo a la frustración, y ansiosos de búsquedas de espiritualidad, a veces saciadas en los vicios e incluso en situaciones delictivas?
¿Qué nos dirías sobre la responsabilidad social de las empresas que explotan los abundantes recursos naturales de nuestra región, y sus beneficios se notan tan poco en el bienestar de las personas, en un mayor entusiasmo de participación ciudadana, en las organizaciones sindicales, en el trato laboral, en el desarrollo humano y comunitario de nuestra sociedad?
¿Qué nos dirías en este tiempo de elecciones, sobre el modo de hacer política, poniendo el corazón y las propuestas para servir las necesidades reales de la gente, más que acentuar intereses personales, partidistas o de modelos de poder y no de servicio?
¿Qué le dirías a los comunicadores sociales para que sean más objetivos en la verdad, siendo la voz también de los que no tienen voz o poder, y siendo eco de los hechos y de su significado en la proyección de la vida en nuestra región, y sobre todo cuidándose de sumisiones a personas o grupos de intereses particulares?
¿Qué le dirías a la Iglesia de Aysén para que en su misión evangelizadora sea más incisiva en anunciar a Cristo y su evangelio, con las evidentes implicancias personales y sociales de verdad, justicia y mayor vida fraterna y pacífica?
¿Qué le dirías a los artistas y educadores para que infundan la belleza, la alegría, la esperanza y la confianza en cada corazón de los ayseninos?
P. Hurtado:
Hoy nos pides, desde tu elevada estatura de patriota Santo, lo mismo que les pedías a los jóvenes de Puerto Aysén cuando nos visitaste.
Y lo mismo que exigías a todo ciudadano que vive en estas tierras: comprometernos con nuestros mejores esfuerzos y capacidades para que en Chile y en Aysén, cada persona pueda vivir feliz, y que experimente en su vida de cada día que es escuchado, respetado, valorado y responsable en la misión de construir una Patria libre, justa, solidaria, fraterna y en paz.
La respuesta está en cada uno de nosotros, sea cual sea el lugar que tenemos en la sociedad.
Y el que más tiene: poder, riqueza, capacidad intelectual, experiencia, fe, confianza…, que “dé más hasta que duela”, ya que Dios y los hermanos nos lo demandarán.
Ven a visitarnos, padre Hurtado, y danos tu fe, tu valentía y tu alegría para ser fieles discípulos de Cristo, y así construir el Aysén agradable y saludable que todos quisiéramos.
Hoy nos hemos reunido delante de Dios, para alabarlo y darle gracias por confiar entrañablemente en nosotros, por amarnos, perdonarnos y confiarnos la noble, hermosa y gran misión de ser los constructores de una patria más divina, donde el ALMA DE CHILE se agranda en la felicidad de cada uno de sus habitantes.
En esta responsabilidad compartida de “hacer patria”, la Iglesia de Aysén, hoy como ayer, ofrecerá sus mejores capacidades con personas generosas y entusiastas, para que desde su fe construyamos un PROYECTO DE PAIS que, camino al bicentenario de la Nación, junto con significativas infraestructuras, vayamos construyendo desde las conciencias, un capital humano y una organización social del cual las futuras generaciones se sientan grata y humildemente orgullosas.
A Dios todo honor y gloria
le rinda esta patria nuestra. AMÉN.
† Luis Infanti della Mora
Obispo Vicario Apostólico de Aysén