Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias 2005
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Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias 2005

Iglesia Catedral de Melipilla, 18 de Septiembre de 2005

Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2005
Pais: Chile
Ciudad: Melipilla
Autor: Mons. Enrique Troncoso Troncoso

1.- Aquí cabe hoy día toda la Patria, unida en un acto de alabanza y acción de gracias al Padre Dios. En la fiesta de la Independencia Nacional el país celebra su historia y su identidad como pueblo soberano y libre con todas sus raíces, sus gestas heroicas y su desarrollo espiritual y material, de antes y de ahora.

Es momento especial para recoger toda esa realidad y ese devenir y presentarlo como alabanza y ofrenda al Señor de la Historia. Es reconocer la presencia amorosa del Padre común, inspirando y acompañando nuestra historia; y también reconocer tantos valores humanos y cristianos en las múltiples actividades de los chilenos, sobre todo cuando aman y sirven a sus hermanos. Entonces, toda esa vida la presentamos aquí en oración.

Por tanto, esta alabanza en el día de hoy quiere expresar una sincera gratitud al Dios de bondad que nos ha dado este territorio vasto y tan variado; gratitud por lo que somos, como fusión de razas, con rica diversidad de regiones, y con una peculiar historia, donde caben heroísmo, altibajos de entendimientos y enfrentamientos; gozos, dificultades y esperanzas. Y gratitud especial por el gran don de la fe cristiana que nos hace conscientes de nuestra grandeza y dignidad, nos invita a ser verdaderos hermanos, nos consuela en las tristezas y dolores, y a la vez nos alegra y fortalece para vivir, trabajar y hacer un camino que un día será pleno y con una meta de vida eterna y perfecta.

Y en estos momentos de alegría y de fiesta, queremos recordar especialmente lo más positivo de la historia y las riquezas espirituales que se siguen viviendo hoy.

Hagamos presente particularmente a nuestras familias, a tantos hogares que antes y ahora viven el gozo del amor esponsal y filial; familia que es creación directa del mismo Dios desde la creación y reconocida como el elemento natural y fundamental de la sociedad. Calificada por el recordado Papa Juan Pablo como el “patrimonio más originario y sagrado de la humanidad” (meditación del 17-04-1994). Mencionemos igualmente a tantas organizaciones que unen a la gente, la organiza y trabajan por objetivos comunes, como son las Juntas Vecinales, Sindicatos, Cooperativas, o Instituciones similares; los Partidos Políticos, los organismos de desarrollo y promoción humana y social, o de Investigación y capacitación, etc. Gracias a Dios hay una inmensa red de estos organismos y a los cuales debemos sumar una gran cantidad de entidades de solidaridad para ayudar a discapacitados, ancianos, niños, enfermos, etc. Son muestras de valores vivos, de amor fraterno y servicio desinteresado.

Enseguida mencionemos tantos servicios públicos y privados que organizan, orientan y ayudan a la salud, a la educación, la producción y el comercio, el trabajo en sí mismo como realización y cooperación, las artes y el deporte, la vivienda, las comunicaciones, el transporte, etc., etc.

Y abarcando todo este conjunto, la Iglesia y el Estado. La Iglesia, para llamar continuamente a la fe, a la conversión, al amor, a vivir por los grandes ideales del Evangelio de Jesús que animará la vida completa. Y el Estado, para aunar toda la vida social, las organizaciones y desafíos para construir un país en que todos participen y sean iguales como indica el ideal democrático.

¿Cómo no estar contentos de nuestra Patria? ¿Cómo no reconocer y dar gracias por toda esa riqueza en el interior?

En todo lo mencionado, vemos muchos frutos y continua labor y esfuerzo con inmensos valores. Sin desconocer, por supuesto, las debilidades, fallas y defectos, en esas mismas instancias que por ser humanas tendrán grandeza y miseria a la vez. Los cristianos decimos: es la mezcla de gracia y de pecado en nuestra existencia terrena.

2.- Junto a toda esta realidad histórica de antes y de ahora, junto con dar gracias y alabar a nuestro Dios, sentimos el llamado interior a mirar también los desafíos y tareas de hoy y del futuro. Con el himno Te Deum podemos decirle al Señor ¡A ti, oh Dios, te alabamos!; ante todo por todas las bendiciones recibidas, especialmente en este ultimo año, abarcando crecimiento económico, desarrollo de planes sociales y de ayuda para la salud y para los pobres; el catastro de la “gente que vive en situación de calles” que fue presentado públicamente en el día del Padre Alberto Hurtado, Día Nacional de la Solidaridad. Y siguiendo tantas enseñanzas de este gran chileno sentimos fuerte el llamado a luchar con plena decisión para seguir erradicando la miseria de muchos, y sobre todo las enormes desigualdades económicas que persisten entre los más ricos y los más pobres. Seguir buscando soluciones para los pescadores y tantos hermanos sin un trabajo estable, de modo que disminuya la cesantía.

Este año quisiéramos recordar la hermosa homilía del Padre Hurtado en Chillán el año 1948, que increíblemente mantiene mucha actualidad. Él decía: “El ¡A ti, oh Dios, te alabamos!, tiene también otro sentido: mezcla de dolor arrepentido por la tarea no cumplida, la Patria alza su voz pidiendo el auxilio del cielo para cumplir la misión confiada, para ser fiel a esa misión que Dios ha querido estampar en la austeridad de nuestras montañas y campos. La austeridad primitiva desaparece: el dinero ha traído fiebre de gozo y placer. El espíritu de aventura, de las grandes aventuras nacionales, se debilita más y más. La fraternidad humana, que estuvo tan presente en la mente de nuestros libertadores al acordar como una de sus primeras medidas la liberación de la esclavitud, sufre hoy atroces quebrantos al presenciar como aún hoy miles y miles de hermanos son analfabetos, carecen de toda educación técnica, desposeídos de toda propiedad, habitando en chozas indignas de seres humanos, sin esperanza alguna de poder llegar a sus hijos una herencia de bienes materiales que les permitan una vida mejor”.

Estamos seguros que el Padre Hurtado hoy nos urgiría a seguir luchando contra la pobreza extrema y la miseria que aún hay en Chile. Y ese desafío no solo compete a las autoridades y a los poderes del Estado, ya que es una materia que concierne a todos los chilenos.

El Padre Hurtado remece nuestra conciencia al decirnos: “que se acaben en las familias cristianas los odios, prejuicios y luchas y que suceda un inmenso amor fundado en la gran virtud de la justicia, de la justicia primero, de la justicia en seguida, luego aún de la justicia, y superadas las asperezas del derecho por una inmensa efusión de caridad” (“Fundamento del amor al prójimo”, 1943).

3.- Podemos seguir alabando a nuestro Dios por las actuales reformas y modernizaciones en el ejercicio de la justicia en Chile, cuyos primeros frutos comienzan a recogerse. Y a la vez queremos pedir la gracia de seguir trabajando en la competencia cada vez más alta de los jueces antiguos y nuevos para reafirmar la confianza debida en los poderes públicos.

Podemos alabar al Señor por el avance en la reconciliación nacional, por la verdad alcanzada en muchos casos de violaciones a los derechos humanos. Alabemos al Señor por el protagonismo femenino en el país, que significa igualdad de responsabilidades y oportunidades y que beneficia a todos con la complementariedad entre el talento femenino y el talento masculino. Así los formó Dios en los albores de la historia al crear al hombre varón y mujer; unidos en la misma vocación de cuidar y cultivar la tierra y de ejercer un señorío servicial junto a todas las criaturas surgidas de la mano providente de Dios.

Sigamos alabando al Señor por tanta juventud que se ha mostrado activa y con amor, desde el Encuentro Continental de Jóvenes y en su presencia activa en el servicio a los pobres y en la campaña de construcción de “un techo para Chile”. Y refiriéndonos a los jóvenes ponemos en las manos del Señor a los conscriptos fallecidos dramáticamente en Antuco, igualmente a sus padres, a sus hermanos y compañeros de armas. Alegrándonos por otra parte con la juventud que se expresó festivamente junto al Papa Benedicto XVI en el reciente Encuentro mundial de jóvenes, en Alemania.

Y al estar viviendo un año electoral, nuevamente recurrimos a la hermosa enseñanza del Padre Hurtado, que dice: “la formación política de la juventud debe inculcar la primacía de los intereses nacionales sobre los partidistas, la abnegación y disciplina en el servicio del partido, pero más aún en el servicio de la nación; no debe fomentar el odio a los otros partidos y debe hacer posible el espíritu de comprensión para llegar a entenderse cuando haya intereses superiores en juego. A hondar divisiones en la familia nacional es crimen de lesa Patria; acortar distancias es trabajar por la grandeza del país.” (“Humanismo Social”).

Y en este mismo sentido hermosamente recordaba este mismo hombre santo: “queridos jóvenes: tienen que preocuparse de sus hermanos y de su Patria, porque ser católicos equivale a ser sociales. No por miedo a algo que perder, no por temor de persecuciones, no por ser anti-algunos, sino porque ustedes son católicos deben ser sociales, esto es, sentir en ustedes el dolor humano y procurar solucionarlo”. Y agrega: “Jóvenes católicos, no puedo silenciarlo: en este momento falta formación, porque faltan sacerdotes. La crisis más honda, la más trágica en sus consecuencias es la falta de sacerdotes, que partan el pan de la verdad a los pequeños, que alienten a los tristes, que den un sentido de esperanza, de fuerza, de alegría a esta vida.” (Encuentro en el Teatro Caupolicán, 1943).

4.- La Patria es una misión que cumplir.

La mirada del pasado necesariamente reclama la mirada de futuro, y para ello encontramos gran inspiración en el pensamiento del Padre Hurtado quien concibe la Patria como una misión que cumplir. Es una idea muy original que vincule la Patria como tal a una vocación recibida y por lo tanto a una misión confiada por el Creador. Y así como cada persona se desarrolla plenamente en la medida en que asume su misión, así también la Patria cuando vive esa fidelidad asegura la paz en su interior y una actitud de servicio hacia el exterior.

A este respecto vale la pena escuchar a este hombre santo:

“Una nación, más que por sus fronteras, más que su tierra, su cordillera, sus mares, más que su lengua o sus tradiciones, es una misión que cumplir. Querer que la Patria crezca no significa tanto un aumento en sus fronteras sino el cumplimiento de su misión. ¿Cuál es la misión de mi Patria? ¿Cómo puedo realizarla? ¿Cómo puedo colaborar yo en ella? Dios ha confiado a Chile esa misión de esfuerzo generoso, su espíritu de empresa y aventura, ese respeto del hombre, de su dignidad, encarnado en nuestras leyes e instituciones democráticas….

La misión de Chile queremos cumplirla: nos sacrificaremos por ella. Nuestros Padres nos dieron una Patria libre, a nosotros nos toca hacerla grande, bella, humana, fraternal. Si ellos fueron grandes en el campo de batalla, a nosotros nos toca serlo en el esfuerzo constructor.

Pero esta misión ha dejado de cumplirse, porque las energías espirituales se han debilitado, porque las virtudes cristianas han decaído, porque la religión de Jesucristo, en que fuera bautizada nuestra Patria y cada uno de nosotros, no es conservada, porque la juventud, sumida en placeres, ya no tiene generosidad para abrazar la vida dura del sacerdocio, de la enseñanza, de la acción social. Es necesario, antes que nada, producir un reflotamiento de todas las energías morales de la Nación: devolver a la Nación el sentido de responsabilidad, de fraternidad, de sacrificio, que se debilitan en la medida que se debilita su fe en Dios, en Cristo, en el espíritu del Evangelio”. (Te Deum en Chillán, 1948).


5.- Hermanos todos: recuperemos el espíritu de servicio.

Con este llamado resonando en el corazón nos parece que el alma de Chile se verá robustecida si todos nosotros, animados y guiados por quienes sean elegidos para cargos de representación popular, recobramos el sentido de servicio y la opción preferencial por la vida en todos sus aspectos.

Recuperar y crecer en el espíritu de servicio con el espíritu de Jesucristo que no vino a ser servido sino a servir, espíritu que fue encarnado por el Padre Alberto Hurtado en su apostolado multifacético que ejerció en sus 16 años de sacerdocio en Chile. Un servicio que mira al país en su conjunto, privilegiando a los más pobres. Un servicio que no se mira a sí mismo, sino que se hace pedagogo de las nuevas generaciones para que aprendan el arte más bello que persona alguna puede aprender: servir, servir más, servir mejor. Este espíritu se opone radicalmente a un individualismo autoreferente que debilita nuestra convivencia nacional. Y debilita también nuestras relaciones exteriores con otras naciones del mundo cuando se priorizan los acuerdos económicos por sobre otro tipo de intercambios científicos y culturales que enriquecen el alma de los pueblos.

Aprendamos a vivir en este espíritu como parte de nuestra cultura que incluya siempre la solidaridad y la igualdad. En un mundo que aspira tantas veces sólo a tener lo material y a buscar éxitos fáciles sin tomar en cuenta a los demás, tengamos mucho cuidado en no seguir endiosando a la economía; la ponemos siempre en el primer lugar y ya se nota que nos está esclavizando; a través del consumismo a veces creemos estar encontrando la felicidad. Sepamos reaccionar a tiempo, pues ahí no está la verdad y eso no nos ayuda a amar y a servir mejor. En cambio poner las cosas al servicio de quien más nos necesita nos hace crecer y nos ayuda a vivir verdaderamente en amor.

Y el espíritu de servicio adquiere su máxima expresión cuando decide ponerse al servicio de la vida, en sus más variadas expresiones. Servicio de la vida de cada ser humano desde su gestación hasta su muerte natural. Es el servicio a aquellas personas más débiles de la sociedad o aquellas cuyas limitaciones requieren un mayor apoyo en su desarrollo. Es el servicio en la calidad de vida de un pueblo optando por los valores más altos del amor, de la justicia y de la solidaridad.

Por nuestra parte, queremos volver a proclamar que queremos ser una Iglesia servidora de la vida. Hoy esto quiere destacar con intensidad que todos podamos vivir en paz en esta larga y angosta geografía que Dios nos ha dado a los chilenos.

Entre los cristianos de diversas comuniones (y con hermanos presentes de otros credos) creemos firmemente que la voluntad de Jesús de Nazareth es que tengamos vida, para eso ha venido al mundo, para darnos vida y darla en abundancia.

Terminamos invocando nuevamente el pensamiento de ese gran chileno que fue el Padre Alberto Hurtado, cuya canonización nos llena de alegría por tratarse de un santo contemporáneo, comprometido, alegre y muy vigente. En el Te Deum que hemos ya citado, él concluye con una frase que hacemos plenamente nuestra:

“¡A ti, oh Dios, te alabamos! hemos dicho y ¡A ti, oh Dios, te alabamos! hemos de repetir a cada instante, pidiendo al cielo que Dios siga protegiendo la Patria querida, bendiciendo a sus gobernantes y esforzando a su pueblo para ser fieles a la misión que El nos confiara” (Te Deum en Chillán, 1948).


† Enrique Troncoso Troncoso
Obispo de Melipilla

Melipilla, 18 de septiembre de 2005.

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