Homilía pronunciada en la Eucaristía en el día de la Pascua del Padre Alberto Hurtado. Santuario del Padre Hurtado, 18 de Agosto de 2005
Fecha: Jueves 18 de Agosto de 2005
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Alejandro Goic Karmelic
Distinguidas autoridades, queridas hermanas y queridos hermanos:
El 18 de agosto de 1952 Alberto Hurtado pasó de este mundo al Reino definitivo. Vivió su Pascua, el paso de este mundo a Dios, a quien él amó con toda su vida, con todas sus fuerzas, con todo su corazón.
Yo me acuerdo en mi ciudad natal, allá en el sur, en Punta Arenas. Siendo un niño, en esa época de 12 años, sin todavía tener mayor conocimiento de lo que era Alberto Hurtado, recuerdo que en la ciudad, como en todo el país, corrió una voz y esa voz decía: ha muerto un santo. El sentir del pueblo de Chile reconoció, en el día de su pascua, que realmente un santo había estado en medio de nosotros y por eso el 20 de agosto cuando el amigo entrañable de toda su vida, el Obispo de Talca, Manuel Larraín, hacía la homilía de despedida de Alberto, en parte de ella dijo que “una gran visita de Dios pasó por Chile”.
Una gran visita de Dios pasó por Chile, porque es evidente que la santidad y la fuerza de la coherencia cristiana de Alberto Hurtado fue la de un santo, la de un hombre que realizó en su vida, en plenitud la voluntad de Dios en su existencia.
Los textos bíblicos que acabamos de escuchar y que son de esta Misa del bienaventurado Alberto reflejan de alguna manera lo que fue su vida.
En la primera lectura escuchábamos al apóstol Santiago que nos decía que la fe sin obras es una fe que no vale. No es que las obras no salven, sabemos que la salvación de Dios es un don gratuito de su amor, pero aquél o aquella persona que ha descubierto a Jesucristo y que lo ama como su Señor no puede no hacer el bien, hace de su vida un don para los demás. Y eso fue lo que hizo Alberto Hurtado, porque amó a Dios con todo su corazón, porque Dios se le manifestó en su vida él manifestaba esa fe, con las obras que hacía. Y por eso en el Evangelio se nos ha recordado ese momento de la historia final de la humanidad y de cada hombre, cuando, en el atardecer de nuestra vida seremos juzgados por el amor: "porque tuve hambre y me dieron de comer, porque tuve sed y me dieron de beber, porque estaba enfermo y me fueron a visitar, preso y fueron a verme, desnudo y me vistieron", por eso entren al Reino; es decir, porque el creyente y el que no teniendo el don de la fe tiene el corazón sensible a las necesidades de los demás, el que sabe reconocer desde la fe en el rostro del sufriente bajo cualquiera de las formas del sufrimiento humano; al mismo Jesús se lo está haciendo... al mismo Cristo.
Y por eso todo lo que Alberto Hurtado hizo, el Hogar de Cristo, la Asociación Sindical Chilena, los enormes artículos de profundidad que escribió, los libros, la conducción de la Acción Católica, la dirección espiritual, las conferencias, los retiros, etc. ¿qué fueron? El fuego que tenía por dentro y que sentía la urgencia de darlo a conocer. ¡Una gran visita de Dios a nuestra patria! Y la Iglesia 53 años después acogiendo el sentir del pueblo de Dios lo va a declarar santo y desde el 23 de Octubre podemos invocarle diciéndole: San Alberto Hurtado, ruega, ruega por nosotros; ruega por este Chile que tú amaste, por este Chile en el que tú fuiste un cristiano ejemplar, un patriota ejemplar, un héroe, como hoy escribiera en un diario de la capital un hermano jesuita.
Sí, Alberto Hurtado fue un patriota ejemplar, un cristiano ejemplar, un héroe de Chile, porque vivió para los demás.
Permítanme brevemente traer tres palabras de él esta tarde.
La primera es el comprender que la santidad es la mayor fuerza de atracción de la Iglesia. No hay mayor testimonio en la Iglesia que la santidad de sus hijos. La santidad de Alberto Hurtado nos atrae, aquí llegan miles de peregrinos a venerarlo en sus despojos mortales y él sigue haciendo el bien a través de sus hermanos jesuitas y a través de tanta gente que se inspira en él, sigue haciendo el bien. Leo algunas palabras sobre la santidad que él nos decía:
“Ser santo, quiero ser santo, seguir a Jesús de cerca y nunca perderlo, la santidad, decía, una gran confianza en Dios, el mundo necesita vidas santas entregadas a Cristo, lo que va a transformar la tierra es la santidad, en esta hora del mundo, nos decía, Dios pide santidad. La santidad hace renacer la vida, menos proselitismo y más santidad, menos palabras y más testimonios de vida. Un santo decía, hace al mundo más rico, más bello, más bueno”.
¡Qué proféticas palabras! Acaso Chile desde que Alberto pisó esta tierra y desde el reconocimiento de su vida bienaventurada y de su santidad no está haciendo a Chile más rico, más bello y más bueno. Los santos, termino, guardan el equilibrio perfecto entre una oración y una acción que se compenetra. Todos ellos se han impuesto horas, días, meses en que se entregan a la santa contemplación. Alberto todas las mañanas comenzaba su día en una oración tranquila ante el Señor y luego a la actividad inmensa, a la acción inmensa, pero en la acción estaba poseído por la belleza y la santidad de Dios.
Si estas palabras de Alberto Hurtado fueron válidas hace más de 50 años atrás, con cuanta mayor razón hoy, necesitamos laicos santos, mujeres consagradas santas, pastores santos, hombres y mujeres que vivan en profundidad el evangelio de Jesucristo, que sean testigos de la santidad de Dios.
La segunda palabra que quiero traer de Alberto es su pasión por la justicia, decía: “Una sociedad que no respeta al débil contra el fuerte, al trabajador contra el especulador, que no puede reajustarse constantemente para repartir las utilidades y el trabajo entre todos, que no permite al hombre corriente una vida moral, tal sociedad está en pecado mortal. Y la segunda frase que quiero citar de él, “La justicia, decía, es una virtud fundamental, pero impopular, es que hay muchos que están dispuestos a hacer la caridad pero no se resignan a cumplir con la justicia, están dispuestos a dar limosnas, pero no a pagar el salario justo, aunque parezca extraño es más fácil ser caritativo, claro que sólo en apariencia que justo, tal pretendida caridad no lo es, porque la verdadera caridad nos decía, comienza donde termina la justicia, caridad sin justicia no salvará los abismos sociales, sino que creará un profundo resentimiento, la injusticia causa enormemente más males de los que puede reparar la caridad. Qué palabras tan oportunas para nuestro Chile actual, para un Chile que consolidando su democracia se prepara a elegir las próximas autoridades en el parlamento y en la presidencia de la República.
Una vez más tomamos esta palabra de Alberto Hurtado para pedirles a quienes va a tener las responsabilidades del país, agradeciendo a Dios todos los logros hasta hoy conseguidos, que pongamos todos, especialmente los que van a asumir la conducción del país las mejores energías, los mejores esfuerzos para hacer que la justicia prevalezca en nuestra patria y para que los pobres que todavía queda un número importante y significativo, accedan a los bienes del desarrollo del país que es evidente.
Los logros conquistados hasta hoy nos permiten, con respeto pedirles, a quienes va a conducir a Chile en el futuro, que dediquen sus mejores esfuerzos a superar la injusta pobreza de los más pobres.
Y, en tercer lugar, con profundo respeto, una palabra precisamente a los servidores públicos, a los servidores de Chile, especialmente a los que tienen vocación para la vida política para el servicio del bien común.
“El deseo de los ciudadanos, decía, Alberto Hurtado es verlos de cabeza en los intereses de la patria estudiando con pasión los medios de hacerla progresar, de solucionar sus hondos problemas y al referirse a los políticos advierte contra aquellos que van a la política para brillar, para surgir, para destacarse, señala son motivos pobres, otros van para defender intereses de un gremio obrero o capitalista o lo que es más triste todavía, intereses puramente personales, para disfrutar de una influencia que se puede hacer pagar, motivo indigno y bochornoso; otros dice, van a defender intereses de su partido, motivo justo, pero insuficiente, porque sobre los intereses del partido están los intereses nacionales y otros termina diciendo, Dios quiera que sean muchos, van a la política para servir al país” y aquí un llamado especial a tantos hermanos de la fe que en los diferentes sectores de la vida nacional tienen esta maravillosa vocación de servicio publico que puedan realizar en sus vidas, lo que decía Alberto Hurtado, Dios quiera que sean muchos los políticos que van a la política para servir al país.
Estas tres palabras de Alberto Hurtado: la santidad, su pasión por la justicia y su llamado a los servidores públicos, para que hagan de esa vocación un servicio amoroso, generoso y entregado a Chile he querido traer en esta Eucaristía. Y así como hace 53 años Manuel Larraín dijo que Alberto Hurtado había sido una visita de Dios para Chile, quiera Dios que todos los que estamos en este hermoso lugar convertido en una catedral esta tarde, podamos de alguna manera, en medio de nuestras limitaciones, de ser una visita de Dios para otros hermanos. Los hombres que sirven en la vida pública, las dueñas de casa, los profesionales, los estudiantes, las mujeres consagradas, nosotros los pastores, en la medida que nos entreguemos a los demás, más allá de nuestra debilidad, estamos llamados a ser una visita de Dios para los otros.
Alberto Hurtado, bienaventurado tú y pronto san Alberto Hurtado, intercede por esta patria que tú amaste tanto y ayúdanos a todos los hombres y mujeres de Chile y de manera especial a los que tenemos el regalo de la fe, a ser los testigos apasionados de Jesucristo, el único Señor a quien sea el honor y la gloria, por los siglos de los siglos.
Amén.