Convocados por la Comisión Nacional de Pastoral de los Trabajadores, nos hemos reunido representantes de trece Diócesis de Chile y de movimientos apostólicos de obreros, para reflexionar acerca de la realidad del Trabajo Humano en nuestro país. Nos inspira el vivir una experiencia cercana a los trabajadores y trabajadoras y a sus justas esperanzas, preocupaciones y anhelos.
El mero examen de la realidad nacional evidencia que el modelo económico sustentado en los últimos años, si bien parece haber arrojado los resultados positivos que algunos destacan y celebran, presenta, sin embargo, graves aspectos de exclusión de las mayorías, que nos interpelan y obligan a actuar.
En efecto, una víctima clara del modelo ha sido precisamente el Trabajo Humano. Observamos que en nuestra comunidad nacional se ha instalado la precarización del empleo, la tercerización, el abuso en la extensión de la jornada laboral, la falta de respeto y hasta la persecución de las iniciativas de organización de los trabajadores.
Sin duda el camino hacia la anhelada Justicia Social se construye sobre el posicionamiento de aquellas características lamentablemente ausentes en la realidad del modelo laboral chileno: el salario justo, la negociación colectiva real, sectorial y extendida, la participación y la dignidad de los hombres y mujeres del mundo del trabajo.
Luego de que los Obispos denunciaran la “escandalosa desigualdad”, hoy parece existir consenso en que es insostenible tal desigualdad en la distribución o participación en la riqueza que el propio país genera. Curiosamente ninguna de esas opiniones consensuadas lo asocia al actual deterioro de las condiciones laborales.
Queremos ser muy claros en este sentido, la desigualdad tiene su principal origen en la falta de trabajo, en la existencia de trabajo inhumano y en el desmantelamiento de la seguridad social. (Cfr. Compendio de la Doctrina Social. Nº 302 y 303)
Muy atrás ha quedado el afán de las personas de buscar legítimamente su realización a través del trabajo. Hoy la mayoría simplemente debe contentarse con “tener trabajo”. Tal constatación nos obliga a actuar en la recuperación de la dignidad y sentido trascendente del mismo.
Nuestra tarea urgente es ir en pos de la Justicia, primer peldaño de la Caridad. “La Caridad comienza donde termina la Justicia” (cfr: Alberto Hurtado, Humanismo Social. 1947).
En esta línea propiciamos un cambio en la institucionalidad laboral y comprometemos nuestra participación en la consecución de una nueva lógica que recupere el sentido original de preeminencia de la persona por sobre el capital, como lo destaca con fuerza la Doctrina Social de la Iglesia (cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Nº 276 y 277).
En el plano de la organización del Estado es útil que se institucionalice el encuentro constante. Parece apropiado retomar la idea de crear un Consejo de Diálogo Social, con una ley que lo organice y recursos provenientes del presupuesto nacional, que trabaje constantemente en el tema del trabajo, en el marco de un Estado comprometido con el Bien Común.
Revisando primero nuestras propias prácticas y omisiones, como Iglesia queremos entregar nuestro aporte a la construcción de la Justicia Social en nuestro país. Presentes en todas las comunidades de nuestra Nación nos son muy cercanos los rostros sufrientes de los trabajadores y trabajadoras que ven atropellados sus derechos.
Desde nuestra perspectiva, lucharemos por rescatar los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y el mensaje profético y actual del Padre Alberto Hurtado, los que pueden ser inspiradores para que todos, católicos y no católicos, podamos construir una Nueva Cultura, que tenga en su centro el derecho humano fundamental del trabajo.
Santiago, 6 de julio de 2005