Carta Pastoral a los campesinos
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Carta Pastoral a los campesinos

Fecha: Martes 14 de Agosto de 1979
Referencia: 500/79
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Grupo de Obispos

I. INTRODUCCION

Tal como lo hemos hecho varias veces en los últimos tiempos, dirigimos con respeto y con cariño nuestra palabra solidaria y fraternal a todos los que laboran en el campo chileno: a los asignatarios de tierras y a los que no quedaron asignados; a los asalariados, a los minifundistas y a los pequeños propietarios. Nos dirigimos también a los empresarios agrícolas y a todos los que, por un motivo o por otro, tienen que ver con la producción agrícola y con el bienestar de los campesinos.

Hacemos nuestras las palabras recientes de Juan Pablo II a los campesinos de México: "En vista de una situación que continúa siendo alarmante, no muchas veces mejor y a veces aun peor, el Papa quiere ser vuestra voz, la voz de quien no puede hablar o de quien es silenciado, para ser conciencia de las conciencias, invitación a la acción, para recuperar el tiempo perdido, que es frecuentemente tiempo de sufrimientos prolongados y de esperanzas no satisfechas" (Saludo a los Indígenas y Campesinos).


II. LA REALIDAD CAMPESINA

1. VIRTUDES, DEFECTOS Y PROBLEMAS


Al comunicarles nuestra visión de la realidad campesina, nos basamos en los innumerables contactos que tenemos con ustedes. No somos técnicos ni especialistas. Somos solidarios de sus esperanzas y de sus angustias, de sus alegrías y de sus sufrimientos.

Vemos en el mundo campesino muchas virtudes. Ustedes han conservado tradiciones valiosas: el sentido de familia, de solidaridad, de acogida. Son esforzado s, tienen deseos de superación, se abren al progreso. Tienen también la capacidad de cooperar entre ustedes, de organizarse, de salir de sus propios egoísmos.

Vemos también defectos, que ustedes conocen mejor que nosotros: el alcoholismo, por ejemplo, cierto individualismo y desconfianza de los demás, a veces la apatía o la rutina.

Pero también somos testigos de sus problemas: de la situación económica, incierta para algunos y dolorosa para muchos, del deprimido nivel de las organizaciones campesinas y de las dificultades para adquirir educación y cultura, que afectan tanto a ustedes como a sus familias, impidiendo muchas veces su desarrollo integral y su participación responsable en la vida social, económica, política y cultural del país.

Con el Santo Padre, con la Conferencia de Puebla, reafirmamos nuestra voluntad de luchar por que la dignidad de cada hombre -que se funda en que Cristo se hace presente en él- sea reconocida, respetada y exaltada en cada uno de los campesinos de Chile.

2. EL CONTEXTO MUNDIAL

La realidad que ustedes están viviendo se da dentro de un contexto, mundial y nacional.
A nivel mundial se dan algunos problemas relacionados entre sí: la erosión y el mal uso de las tierras de cultivo; el aumento de la población mundial que exige la producción de mayores cantidades de alimentos; el costo de las maquinarias, de los fertilizantes y de las semillas; la complejidad de los mercados de los regímenes de comercialización y de los aranceles; las profundas desigualdades entre países ricos y países pobres; la urgencia de desarrollar económica y socialmente al campesinado que, siendo el principal productor de alimentos, es muchas veces víctima de desnutrición y de miseria.

3. EL CONTEXTO NACIONAL

A nivel nacional, ustedes han visto sucederse diversas políticas económicas y sociales que buscaban aumentar la producción y a la vez darles mayor bienestar y desarrollo.

Hoy día estamos en un régimen de economía de tipo liberal. Se privilegia la libertad, sin pensar que los campesinos se encuentran en situaciones muy desiguales para aprovechar de esa libertad. Se alienta la iniciativa y la eficiencia empresariales, se quiere libre competencia en el mercado, no sólo nacional sino internacional, aun cuando muchos no estén en condiciones de competir con éxito y vayan quedando postergados, hasta el punto de tener muchas veces que abandonar sus campos para enfrentar un porvenir incierto.

Les pedimos, sin embargo, que usen al máximo del margen de libertad de que dispongan: de su capacidad de iniciativa, de su espíritu de superación, de su trabajo, de sus posibilidades de estudiar o de aprovechar la asistencia técnica, del crédito -aunque sea de difícil acceso-, con el fin de salir adelante. Pero al mismo tiempo les pedimos que no dejen atrás a los que carecen de capacidad, de conocimientos o de recursos. Más vale dar un paso adelante junto con los demás, que diez pasos pero avanzando solo.

4. PREDOMINIO DE LOS VALORES ECONOMICOS

El sector campesino, en general, vive una situación que se ha vuelto más difícil y muchas veces angustiosa, por la readecuación de las estructuras sociales y económicas a la nueva política económica. En todo esto nos parece que se aprecian más los valores puramente económicos que el justo salario, el derecho al trabajo, el derecho de asociarse y otros derechos sociales. Esta prioridad de lo económico posterga la preocupación por los problemas humanos del mundo campesino. Decimos, como pastores, que esto es contrario al espíritu del Evangelio y a la Doctrina de la Iglesia, que ponen la economía al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía.

5. SITUACION ECONOMICA

La actual política agraria está cambiando profundamente la estructura de la agricultura chilena. En este cambio, los más perjudicados son los pequeños propietarios, minifundistas y asignatarios de tierras que no pueden adaptarse a las estructuras del libre mercado ni competir con los empresarios agrícolas del país ni mucho menos a nivel internacional. Entran a esta libre competencia en inferioridad de condiciones. Otro resultado ha sido el que bien conocemos en el sector asalariado, tanto permanente como temporal: la cesantía y los bajos ingresos. Estos dos problemas, graves y urgentes, se interrelacionan entre sí.

6. LA TENENCIA DE LA TIERRA

Para el campesino la tierra es fundamental. Su cultura y su vida están arraigadas en ella. Ella es su horizonte y su esperanza. Vive para hacerla producir. Por eso algunos hechos nos han preocupado y no dejan de inquietamos.

a) En el proceso de asignación de tierras, quedaron marginados cerca de la mitad de los ex-asentados, produciéndose así un problema humano, familiar y social, que debemos considerar en toda su magnitud.

b) En el proceso de regulación de predios, expropiados y devueltos a sus antiguos dueños, muchos asentados fueron despedidos y aún están sin trabajo.

c) La mayoría de la tierras que quedaron en poder de CORA y de CONAF se han licitado, siendo de hecho y por diversas razones, muy pocos los campesinos que pudieron optar a ellas. Por lo tanto, han debido en muchos casos abandonar esas tierras, que a muchos vieron nacer, con todas las consecuencias que esto trae.
Otros, de partícipes en la gestión productiva, pasaron a simples asalariados.

d) Los remates de maquinarias y de animales en los predios reformados, que se hicieron con el fin de saldar deudas pendientes con CORA, dejaron desmantelados muchos de esos predios, quedando los futuros asignatarios sin medios necesarios de trabajo.

e) Como resultado de este proceso vemos que se vuelve poco a poco al sistema de latifundio, en que la mayoría de las tierras queda en manos de unos pocos, mientras los campesinos vuelven al régimen de inquilinaje, etapa que, en Chile, se había tratado de superar.

7. LA SITUACION DEL ASIGNADO

Quienes lograron ser asignados se vieron en la necesidad, no sólo de hacer producir la tierra, lo que es ya difícil, sino de aprender el manejo de las relaciones comerciales, crediticias, bancarias o tributarias, que hacen aún más compleja, en lo inmediato, la situación. Si a esto añadimos que la mayoría produce para el mercado interno y se ha visto privado, de hecho, de capital de operación, de crédito razonable y de fácil acceso a la asistencia técnica, no es de extrañar que se desalienten y vendan sus derechos a la tierra, o la arrienden, buscando la posibilidad de ser asalariados antes que empresarios. Cálculos prudentes indican que ya más del 400/0 de las parcelas han sido transferidas a otros dueños.

8. SITUACION SOCIO-CULTURAL

a) Aspecto personal. A través de nuestros contactos personales, hemos constatado en muchos campesinos un sentimiento de frustración y de fracaso, de incertidumbre, de miedo de perder su fuente de trabajo. En otros, una resignación pasiva ante "el destino" o "la suerte del pobre".
Pocos son los que están mejor que antes, o han logrado adaptarse al nuevo esquema económico, sin sufrir ajustes dolorosos. Pocos son los que enfrentan el porvenir con optimismo.

b) Trabajo. Un trabajo permanente y remunerado con justicia se torna cada día más difícil de conseguir. Sabemos que muchos han vendido sus enseres y sus animales para pagar deudas o para dar de comer a sus hijos. Otros ganan o producen tan sólo para subsistir. Muchos trabajan en el Plan de Empleo Mínimo, para no quedarse desocupados. Influenciados por el sistema individualista reinante, no pocos se vuelven oportunistas, egoístas, poco solidarios, y hay quienes se tornan hasta desleales con sus compañeros, para asegurarse para ellos mismos un trabajo permanente.

c) Organizaciones. Vemos con honda preocupación -y en esto nos hacemos eco de las quejas de los mismos campesinos- el debilitamiento progresivo y aun la desaparición de muchas organizaciones campesinas, que costaron tantos esfuerzos. Algunas medidas legislativas han contribuido a que esto ocurra, ya sea quitando financiamiento a las organizaciones, ya sea suspendiendo temporalmente el derecho a reunión y a elección de dirigentes. Algunas medidas del Plan Laboral empeorarán sin duda la situación de los campesinos, haciéndoles difícil organizarse y llegar a una negociación colectiva, en la que tengan poder real para tratar y obtener justicia. A muchos campesinos les falta coraje y decisión para dialogar, para participar activamente y para aunar esfuerzos en la búsqueda de una mejor justicia social y de un mayor desarrollo.

Por otra parte, nos alienta saber que existen muchos campesinos con vocación de servicio a sus hermanos: hombres maduros, con sentido gremial, que aportan sus experiencias de participación, de igualdad y de solidaridad a la juventud campesina. Y aun, hombres de fe comprometida, que se responsabilizan por su comunidad cristiana, asumiendo en ella diversos ministerios laicales.

A todos los exhortamos a preocuparse de su propia educación y de la de sus hijos. El analfabetismo debe desaparecer de nuestros campos. Los niños no deben abandonar la escuela antes de tiempo, cualquiera que sea el sacrificio que esto signifique. Los jóvenes y los adultos deben recurrir a los centros de educación de adultos -como el Instituto de Educación Rural para formarse como empresarios agrícolas progresistas y como líderes de organizaciones campesinas, y no emigrar hacia las ciudades donde las más de las veces, no encuentran trabajo ni vivienda.


III. REFLEXION DOCTRINAL

1. La realidad que acabamos de describir, vamos a mirarla ahora desde el punto de vista de nuestra fe, a la luz del Evangelio.

2. Dios creó el universo, creó la tierra y la puso al servicio de todos los pueblos y de todos los hombres. En la base de las diversas formas jurídicas de la propiedad y de la regulación de la actividad económica y social debe colocarse por lo tanto el destino común y universal de los bienes. Juan Pablo II decía en Puebla que "sobre toda propiedad existe una hipoteca social"; y que "el hombre, todo hombre, es el gestor de la vida económica y social, su principio, su centro y fin" (Discurso inaugural de la Conferencia de Puebla, 67).
3. El orden establecido por Dios en la creación, el hombre lo ha roto por el pecado. Básicamente éste es el egoísmo, que nos aleja de Dios y nos separa de nuestros hermanos los hombres. En vez de reconocer a Dios como tal y de amarlo, el hombre hace de sí mismo un pequeño Dios y quiere subordinarlo todo a su interés o conveniencia. Abandonamos a Dios y nos fabricamos ídolos, a los que rendimos culto. Estos son el sexo, la riqueza y el poder.

El sexo deja de ser un signo y una expresión del amor, para convertirse en posesión y dominación del otro.

La riqueza deja de ser responsabilidad de compartir y pasa a ser un medio para explotar a nuestros propios hermanos.

El poder, en vez de ser la ocasión de servir, pasa a ser posibilidad de sojuzgar a los demás.

El pecado es personal. Está en el corazón de cada uno de nosotros, y de allí debemos sacarlo por la conversión y la penitencia.

Pero es también social. Está, por decirlo así, infiltrado en las estructuras de nuestra vida política, económica, social y cultural. Hay un pecado colectivo, del que todos somos culpables, que distorsiona la creación, y es causa de la miseria, de las deficiencias en la participación y en la organización, que tenemos que superar.

4. Jesús, Dios hecho hombre, al encarnarse, al nacer, al vivir, al morir y al resucitar, nos ha liberado del pecado. Ha reconciliado al hombre, más aún, a la creación entera, con el Padre. Por Jesús, Dios nos vuelve a hacer hijos suyos y por lo tanto hermanos los unos de los otros. Nos libera del egoísmo y de la violencia, de todo mal y de toda idolatría.

Durante su vida terrena, Jesús, por sus palabras y por sus acciones, liberaba a los hombres de la enfermedad y del pecado. Les hacía así más fácil relacionarse con Dios -como hijos con su Padre- y con los hombres -como hermanos entre sí-.

Jesús reconciliaba a ricos y pobres, a un Zaqueo que era recaudador de impuestos y a un Pedro que era un sencillo pescador, a un Simón que era un nacionalista anti-romano y a un Mateo que servía los intereses romanos.

San Pablo escribirá algún tiempo después: "Ya no hay judío ni griego, ya no hay esclavo ni libre, ya no hay hombre ni mujer, todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". O sea, todas las discriminaciones, religiosas, nacionales, sociales, económicas, quedan superadas en Cristo.

Desde el cielo, al que asciende resucitado, Cristo nos envía su Espíritu, que convierte nuestro corazón egoísta en un corazón de hijo y de hermano.

Desde entonces, el hombre tiene una tarea bien clara y es la que queremos compartir con ustedes, campesinos chilenos. Esta tarea consiste no sólo en desarraigar el pecado personal que pueda existir en cada uno de nosotros, sino también en erradicar el pecado social que impregna las estructuras en medio de las cuales vivimos. Tenemos que desarmar -sin violencia, sin odio, pero con firmeza, con constancia- las estructuras de pecado que nos aprisionan y construir todos juntos un orden social en que los hombres sean libres, en que todos participen responsablemente, que dé bienestar a todos y servicio a todos. "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo", nos dice el Señor. Y la voluntad del Padre es que los hombres vivamos como hermanos, compartiéndolo todo bajo su mirada. Construir el Reino de Dios aquí en la tierra es nuestra gran obra colectiva. Y el Reino de Dios es un Reino "de justicia, de amor y de paz". Esta es la gran tarea que nos compromete a todos.


IV. INVITACION A LA ACCION

1. La liberación de que hemos hablado -liberación del pecado personal y liberación del pecado colectivo- tiene que manifestarse en la vida Y en la historia. Dios cuenta con nuestra participación, con nuestro trabajo, con nuestro esfuerzo, con nuestra paciencia. Ese Reino de Dios, cuyas grandes líneas él nos ha propuesto, nosotros debemos construido, aquí y ahora.

2. Lo primero será la conversión de nuestro propio corazón. Tenemos que hacemos responsables de nuestra propia vida, no seguir siendo meros juguetes de los acontecimientos. Somos sujetos, activos constructores de la historia, no simples objetos pasivos. Debemos abrir nuestro corazón al amor, ver en todos los hombres nuestros hermanos, abrimos a sus necesidades, hacemos solidarios de sus problemas. Ser personas libres y responsables, empeñados en crecer y hacer crecer a los que nos rodean.

3. A nuestros primeros padres, en el paraíso terrenal, el Señor les dijo: "dominen la tierra".

Ustedes deben poner la tierra al servicio del hombre, ya que para eso la hizo el Señor.

Los invitamos por lo tanto a que, como cristianos, pongan su esfuerzo en mejorar la producción. Para eso les urgimos a estudiar con tesón, a prepararse con ahínco, a llegar a dominar todas las técnicas agrícolas que les sean necesarias, como también todo lo referente a la comercialización de los productos, para que cumplan plenamente su función de alimentar al país -o de producir para la exportación aquello con cuyo producto el país pueda comprar lo que pudiera ser necesario o conveniente traer de fuera-.

4. Les invitamos por fin a dedicarse a sus organizaciones campesinas, a cooperar con ellas, a aceptar en ellas cargos de responsabilidad. La unión es la fuerza de los débiles. Ustedes lo saben y deben promover y defender sus organizaciones.

5. La Iglesia Católica es solidaria con ustedes, campesinos, que son parte de ella. Hemos recorrido juntos cuatro siglos de historia. Las parroquias rurales, las misiones en los campos, las grandes asociaciones de otros tiempos -como los Obreros de San José-, son una prueba de que siempre la Iglesia y los campesinos han marchado juntos. En estos últimos 20 años las Centrales del Instituto de Educación Rural a lo largo de todo Chile, el Instituto de Promoción Agraria (INPROA), que fue precursor y asesor en el proceso de la Reforma Agraria; el apoyo dado al movimiento cooperativo y sindical; y, en los últimos años, el Instituto Nacional de Pastoral Rural (INPRU), que prepara animadores y dirigentes, adultos y juveniles, -a la vez que sacerdotes, religiosos y religiosas- para una presencia cristiana operativa en el mundo campesino, y los esfuerzos que se hacen en varias diócesis, son testigos de nuestra participación en la promoción del campesinado.

Ese esfuerzo, estamos dispuestos a mantenerlo y a acrecentarlo, hasta donde lleguen nuestras posibilidades.

6. Queremos dirigimos también a ustedes, autoridades responsables de la política agraria.

Sabemos el empeño que pone el Gobierno por aumentar la productividad de la tierra y por lograr una mayor eficacia en el proceso de producción y de distribución. Creemos sin embargo útil recordarles que muchos campesinos se encuentran, a la partida, en situación de inferioridad ante las leyes del mercado y necesitan protección. No se puede sacrificar ni a un solo hombre, ni mucho menos a un importante sector de la población, al logro de metas, aunque éstas fueran favorables para los demás. A ustedes les corresponde apoyar al campesinado, hasta que logre un nivel que le dé las mismas oportunidades que a los demás.

Queremos en particular señalarles dos puntos que nos preocupan. Que se revise el Plan Laboral, en forma de que los campesinos queden por lo menos en el mismo nivel de eficacia gremial que el que alcanzaron en la ley antigua. Y segundo, que en la Ley de Cooperativas se respete el principio tradicional de que "cada hombre tiene un voto".

7. También nos dirigimos a ustedes, profesionales y técnicos especializados en los problemas del agro, agradeciéndoles la ayuda que prestan a los campesinos, compartiendo con ellos su ciencia y su experiencia. Sabemos que no siempre esa ayuda técnica es recompensada con riquezas materiales. Les instamos sin embargo a seguir dándola y a acrecentada, asegurándoles que el Señor les premiará el servicio que presten a sus hermanos campesinos y que recibirán también de ellos la gratitud que siempre han dispensado a quienes les ayudan.

8. Queremos dirigirnos también a ustedes, empresarios y patrones agrícolas. Sabemos de 10 que algunos de ustedes hicieron en otros tiempos por el bien de los trabajadores de sus campos. Sabemos que se inspiraban para hacerlo en esa misma formación religiosa que muchos de ustedes recibieron en sus hogares, muchas veces profundamente religiosos, y en los colegios de la Iglesia. Sabemos también que no ha sido fácil, para muchos de ustedes, adaptarse a la nueva mentalidad campesina, a la adultez del mundo trabajador. Ustedes estaban más habituados a la beneficencia que al cumplimiento de la justicia. Les pedimos que, profundizando en su fe, sepan reconocer en los trabajadores asalariados, sean ellos temporales o permanentes, colaboradores suyos con igual dignidad de hijos de Dios, y que merecen respeto. Les pedimos que reconozcan los sindicatos agrícolas, que cooperen con ellos, que busquen juntos la mayor justicia, que alienten la participación de todos en la construcción del bienestar y de la paz en el agro.

9. A todos por fin les recordamos la imploración apremiante y actual del Santo Padre Paulo VI, que Juan Pablo II quiso recordar en su discurso a los campesinos de México: "Hay que actuar pronto, y en profundidad. Hay que poner en práctica transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes" (Saludo a los Indígenas y Campesinos, 11 citando Populorum Progressio, 32).


V. CONCLUSIONES

Por medio de este documento, hermanos campesinos, hemos querido darles una palabra de apoyo y de aliento.

Queremos que sean ustedes mismos los sujetos, los agentes de su propia liberación personal y familiar, económica y social, cultural y política.

A ustedes, presbíteros y diáconos, religiosos y religiosas que trabajan con los campesinos, les pedimos que sean en medio de ellos los testigos del amor de Dios, que compartan la vida y el quehacer del campesinado, que al evangelizarlo lo liberen, que al liberarlo lo lleven a participar, y que participando en la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra, ustedes y los campesinos chilenos lleguen a la comunión con Dios en la eternidad. (Cf. Puebla).

Ponemos estos anhelos y estas esperanzas bajo el amparo de la Virgen del Carmen, Patrona de nuestra Patria y de nuestros campos.

Pedimos al Señor Jesús que bendiga a todos los que viven y trabajan en el campo chileno.


† Francisco de Borja Valenzuela Ríos
Arzobispo-Obispo de San Felipe
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile

† Raúl Cardenal Silva Henríquez
Arzobispo de Santiago

† Carlos Oviedo Cavada
Arzobispo de Antofagasta

† Sergio Contreras Navia
Obispo de Temuco

† Orozimbo Fuenzalida F.
Obispo de Los Ángeles

† José Manuel Santos A.
Obispo de Valdivia

† Bernardino Piñera C.
Obispo Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile


Santiago, 14 de agosto de 1979

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