Queridos amigos,
hemos leído con mucho interés el trabajo de Uds. acerca de la empresa -ciertamente inspirado en principios cristianos y en la Doctrina Social de la Iglesia-, que Uds. redactaron, por una común iniciativa de Uds. y nuestra, y que nos piden presentar al mundo empresarial.
Les agradecemos el esfuerzo que Uds. se han dado para difundir en el mundo empresarial los principios evangélicos que animan nuestra vida nacional, heredera de una larga tradición católica, y que Uds. quieren hacer penetrar más aún entre quienes comparten con Uds. las difíciles y fecundas labores de la empresa.
Hacemos nuestros todos los conceptos de Uds. que se inspiran en la Doctrina Social de la Iglesia y recomendamos vivamente a todos los empresarios del país la lectura y el estudio de este documento.
De acuerdo con lo que convinimos con Uds., vamos a agregar algunas reflexiones, que desbordan en algunas direcciones el contenido de su trabajo y que podrán tal vez servir para una reflexión ulterior sobre los temas que apenas vamos a insinuar.
1. Uds. se dirigen principalmente a empresarios privados, pero, como Uds. mismos lo dicen, mucho de lo que Uds. afirman acerca del empresario valdría también para quien, en un régimen socialista o estatal, tuviera a su cargo la dirección de una empresa. Aquí mismo en Chile, hay experiencias de empresas estatales que han sido, en muchos sentidos, modelos de eficiencia y de buena convivencia entre sus diversos estamentos.
2. Una serie de problemas que se suscitan en el mundo de hoy, en gran parte por el enorme desarrollo de la producción y del consumo, invitan a reflexiones muy profundas acerca de la responsabilidad de la empresa particular y de su evolución futura.
Uno de ellos es el despilfarro de las materias primas del universo. Se solía decir, a nivel mundial, que los ricos se comen la parte de los pobres. Hoy ya se puede decir que los padres se están comiendo la parte de los hijos. Este agotamiento de las materias primas sugiere que será necesario, tal vez en un futuro cercano, considerar con una concepción social más rigurosa cómo asegurar que las materias primas agotables sean repartidas equitativamente, no sólo entre todos los que en el presente las necesiten, sino también entre la generación presente y las venideras.
Se llega a una conclusión parecida cuando se considera el fenómeno de la polución del ambiente. Hoy día se sabe que ciertas empresas causan daño a la colectividad y que deberá tomarse decisiones, no sólo a nivel estatal sino internacional, para evitar el deterioro progresivo del ambiente.
Una tercera consideración nace del espectáculo de la sociedad de consumo. Sin duda todos debemos alegramos que una parte creciente de la población pueda abastecerse fácilmente y en abundancia de todo lo que necesita para su sustento o para su agrado. Pero considerando que son muchos más todavía los que no tienen acceso a bienes de consumo, que la publicidad se encarga de avivar deseos que, al no poder satisfacerse, producen frustraciones y tensiones sociales peligrosas, al considerar por fin la polución del ambiente que muchas de las industrias que producen estos bienes de consumo y el mismo uso de esos bienes lleva consigo, y el agotamiento de las materias primas que es provocado al menos en parte por esta hipertrofia consumista, cabe preguntarse si no será necesario en un futuro próximo revisar no solamente las estructuras de nuestra economía sino el espíritu mismo que la anima y si el retorno a la pobreza evangélica, a una vida más sobria y más sencilla, pero más pareja para todos los habitantes del mundo, con menos exigencias sobre las materias primas disponibles y con efectos menos perjudiciales para el ambiente, no se habrá de convertir en la meta de la economía, cambiando así sustancialmente la actual escala de valores.
3. Cabe por fin preguntarse si acaso el principio de la competencia tendrá en el futuro el valor estimulante que se le reconoce en el presente. El desarrollo del cooperativismo, en muchos países del mundo, tiende a probar que la cooperación, ejercida con eficiencia, se revela en muchos casos tan o más fecunda que la competencia y ciertamente parece más conforme al ideal cristiano de una sociedad fraternal.
4. Uds. tratan en forma ciertamente de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia el problema del lucro y ven en él una prioridad, que es necesario aprender para realizar la totalidad de los fines de la empresa y no un fin en sí. Se podría quizás ir más allá y decir que en el futuro, en una sociedad con menos estímulo consumista que el actual, el simple deseo de realizarse como hombre de empresa y de servir al bien común podría convertirse para muchos en la motivación principal.
5. Finalmente, nos permitimos sugerirles el interés que habría en conversar entre empresarios, obreros y empleados acerca de las ideas contenidas en su documento. Sin duda, al escribirlo, Uds. han pensado en cada momento en sus colaboradores dentro de la empresa. La experiencia indica, sin embargo, que personas que tienen diversos niveles de cultura o de preparación técnica, intereses divergentes, o que viven en ambientes diferentes llegan a hablar con las mismas palabras lenguajes diferentes que dificultan un verdadero diálogo. Sería muy interesante que sus obreros conocieran este escrito y que tuvieran la oportunidad de expresarles sus reacciones ante él. Esto les permitiría a Uds. mismos retocar tal vez, en el contenido o en la expresión, algunas de sus frases y llegar poco a poco a una visión de la empresa que pudiera ser plenamente compartida por todos sus estamentos. Sería interesante que, de alguna manera, los accionistas participaran también de este diálogo, ya que ellos, mucho más que Uds., por su vinculación más parcial con la empresa, tienden a considerarla tan sólo desde el punto de vista de los beneficios económicos.
Consideramos su trabajo como encuadrado dentro del humanismo cristiano que es algo así como la filosofía natural de la nación chilena y como un esfuerzo por hacer pasar el contenido de la Doctrina Social de la Iglesia dentro de las estructuras de la empresa chilena de hoy. Sabemos las mil dificultades con que tropieza un empresario. Sabemos los riesgos que Uds. asumen. Conocemos sus cualidades de iniciativa, de coraje para asumir riesgos, de paciencia y de constancia en las adversidades que no les han faltado. Conocemos su deseo sincero de establecer entre todos los integrantes de la empresa relaciones de justicia y de convivencia cordial. Sabemos también que Uds. desean aportar su contribución al bien común de todos y que quieren tener con el Estado relaciones basadas en la justicia y en la eficiencia. Que piden el margen de libertad que estiman necesario para cumplir mejor su función, pero que, al mismo tiempo, están dispuestos a contribuir en una proporción considerable a los gastos que requieren los programas sociales. Sabemos, por fin, que a su iniciativa y a su esfuerzo se debe en gran parte el progreso que ha logrado nuestro país.
Queremos asegurarles que los Obispos los apoyan y los alientan en sus esfuerzos y les agradecen lo que Uds. están haciendo para que el espíritu del Evangelio anime cada vez más profundamente y más eficazmente su quehacer de empresario.
Los saludan afectuosamente en el Señor,
El Comité Permanente del Episcopado
Santiago, 14 de junio de 1979