Señores:
Nuestro primer impulso de hijos agradecidos al Creador de Todo Bien, de toda belleza humana y espiritual, de toda grandeza valórica y trascendente, es decirle: ¡Gracias, Señor, en este nuevo Aniversario Patrio.
En segundo lugar, y acompañados con la fuerza de nuestra fe católica que ha visto nacer, crecer y madurar nuestra vida ciudadana, debemos pedir luces al Espíritu de Dios y orientaciones lúcidas para acoger las enseñanzas de Cristo Jesús, el Señor de la Historia, para que conduzca la moral de nuestros destinos republicanos y nos ayude a vivir como una auténtica nación de hermanos.
Por esto, hoy celebramos esta hermosa y solemne Eucaristía de Acción de Gracias diciendo con fe viva y sincera:
“A ti, Dios y Padre de toda creación, te alabamos”.
“A ti, Dios inmortal, te bendecimos”.
“A ti, oh Cristo, Hijo y Palabra del Padre, te rogamos que te muestres amigo y defensor de los hombres que salvaste”.
“Señor, salva a tu pueblo y bendice tu heredad”.
“Sé su Pastor y guíalo por siempre”.
Señores, siguiendo el espíritu de esta oración, nos preguntamos:
¿Por qué en esta mañana de primavera las banderas, con su estrella blanca y luminosa, ondean sobre nuestros hogares: pobres o acomodados?
Ellos, más que flores anunciadoras de esperanzas, creo que nos anuncian la posibilidad del cumplimiento pleno de la justicia social, de la auténtica reconciliación, de trabajo digno, y abundante pan en todas las mesas, y nos anuncian una decencia moral, sin corrupción permanente y destructora del alma de la Nación y de su Pueblo.
Quisiera, como ciudadano y hombre de Iglesia, proponer algunas interrogantes y buscar a éstas sus respuestas:
¿Se necesita sólo un cambio y progreso en las estrategias políticas y partidistas, o se requieren nuevos rumbos económicos para ser grande este País y felices a sus más humildes ciudadanos?
o ¿No será más urgente buscar radicalmente las raíces valóricas y trascendentes que alimenten y generen estas nuevas políticas sociales y económicas?
¿Cuáles, a nuestro juicio cristiano, podrían ser estas raíces valóricas con trascendencia que generaran nuevas conductas más honestas y más productivas al bien integral del País?
Hoy, confiado en vuestra comprensión de hermanos, les propongo algunas humildes respuestas que hago presentes para que animen nuestro diálogo:
Antes de responder, permítanme una previa reflexión: En medio de esta cultura, no pocas veces amoral, que domina en parte nuestra economía globalizante, que crea legislaciones impositivas que llevan a ignorar y atropellar los derechos de Dios y también del alma moral de los ciudadanos, y que, además, no pocas veces rompen los valores más trascendentes del hombre, dejándole la pura materialidad de los sentidos o de las conveniencias económicas y políticas del “sólo tener más y no ser más personas”.
¿A qué valores podríamos recurrir para recuperar o mejorar nuestra cultura emergente, nuestra sana convivencia ciudadana, nuestra corresponsabilidad moral de auténticos ciudadanos constructores del Bien Común del País?
Podríamos sintetizar nuestra respuesta en un pensamiento universalmente acogido por la cultura de todos los tiempos, y éste es:
“El Bien espiritual y moral, para ser éste constructor de un desarrollo personal y social, requiere ser acogido vitalmente por una naturaleza humana que esté bien estructurada en relación a sus valores humanos”.
No se pueden recoger higos de la zarza, dijo Jesús en su enseñanza evangélica. Entonces, respetuosamente pregunto:
¿Qué valores humanos requiere el bien común y social de una comunidad llamada País, libre e independiente como Chile?
Humildemente me atrevo a proponer lo que Cristo nos ha enseñado como propio de un hombre verdadero:
1º Lo que Él nos propone es vivir la transparencia integral del alma, del corazón, del pensamiento y de las acciones de cada uno, pero especialmente de los que trabajan al servicio del Bien Común y social del País y de sus hermanos.
Cada servidor social debe ser tan transparente como el cristal, para disipar con su claridad toda oscuridad tenebrosa y turbia, como lo dijo Jesús a uno de sus Apóstoles, al llamarlo al servicio público de la Palabra y la Verdad: “Aquí hay un verdadero hombre, en el cual no hay engaño ni mentira”.
Esta transparencia hace grande a una sociedad moralmente bien constituida para el desarrollo moral de un País en democracia; como su ausencia, en la vida social y personal, trae consigo muchas desgracias, confusiones e inmoralidades y abusos.
2º Queridos hermanos, dentro de este pensamiento de Jesús a su discípulo Natanael, queda claro que otra virtud humana necesaria y útil al Bien de todos los hombres y de una nación, es la Rectitud en la intención, y en la acción realizadora de los proyectos de bien social y personal para el desarrollo ecuánime de todos los ciudadanos del País.
3º Un tercer pensamiento de Cristo, formador de personas constructoras y conductoras del bien común y social de una Nación, requiere en forma ineludible de la virtud de la Coherencia y de la fidelidad a estos ideales humanos y trascendentes. Es decir, una coherencia plena en todos los planos y estamentos: humanos, culturales, sociales, económicos, políticos, laborales, educacionales y de convivencia comunitaria.
Aún más: se requiere esta coherencia plena y total, en la conducción de la alta política y en la conducción de la vida moral y religiosa de un País. Sin coherencia plena, quedamos en las manos de una corrupción que nos podría transformar en un pueblo corrupto y con dirigentes también corruptos: esto sería la mayor desgracia humana y moral de un pueblo y para toda democracia.
Un ejemplo de esto, nos propone Jesucristo cuando habla de una casa o sociedad edificada sobre arenas movedizas y sin coherencia de roca: vienen las aguas, irrumpen los vientos, y se destruye la casa que es arrasada por el temporal. En cambio, cuando nos habla de la coherencia plena y total, nos ejemplifica con la casa edificada sobre roca firme, la cual resiste los embates del temporal y de la destrucción que éste habitualmente conlleva. Pero ella siempre resiste, íntegra y plena, cuando sus raíces son la firmeza de una roca milenaria.
¿En qué está la coherencia y resistencia de la roca? En que ella, representa a la persona misma de Jesús, con todos sus valores espirituales, religiosos y morales, enseñados y ofrecidos por Él a la sociedad humana de su tiempo y de todos los tiempos.
4º Otro valor humano y cristiano, para liberarnos de la laxitud moral que afecta a toda sociedad, es la virtud humana de la honestidad, sin dobleces hipócritas, ni por fuera ni por dentro del alma de los dirigentes de un país y de sus ciudadanos.
Acompañando esta honestidad se requiere, para el bien del País, que sus dirigentes tengan vocación de responsabilidad, pero con la firmeza y humildad del servidor sabio y prudente que actúa sin prepotencias arrogantes ni doctrinales ni políticas, que sabemos destruyen un País.
Todo lo anterior hará que los que ofician la autoridad sean dirigentes creíbles al servicio de su pueblo. Esto no es una utopía. Sí, porque ya Jesús, cuando quiso darnos como supremo conductor de toda la Iglesia, llamó a Pedro, tomado de entre los pescadores. Lo educó para que tuviera esta vocación de responsabilidad, de autoridad servidora en medio de su pueblo. Jesús se lo mostró con sus palabras y ejemplos: “No he venido a ser servido, sino a servir”. Éste es el camino de todo dirigente y servidor público de una sociedad, y un País con democracia sana.
5º Se requiere con urgencia, queridos hermanos, animar y construir el predominio de una sana moral en todos los ámbitos: personales, familiares, políticos y sociales. Esto debe ser doctrina permanente y transversal para todos los campos de la sociedad.
Una conducta moral que sea formadora de personas, íntegras y multiplicadoras de valores en todos los estamentos: privados y públicos de nuestro País.
Finalmente ¿De qué vale a un país ser desarrollado económicamente y culturalmente, si el alma de sus ciudadanos y dirigentes está corroída por anti-valores humanos y espirituales como los que hemos señalado?
Por todo lo dicho y expresado, por este servidor de ustedes: Chile necesita un desarrollo sin corrupción moral.
Señores: ¿No fue esto, lo que nos heredaron los grandes próceres de la Patria, que vivieron con trasparencia, coherencia, responsabilidad, moralidad, trabajo y espíritu emprendedor?
Todos estos valores, los pusieron como cimientos para que la libertad y desarrollo del Chile nuevo que ellos pensaron y trabajaron, nosotros lo continuemos con la misma limpieza moral que requieren las grandes empresas de la vida.
Hoy, día de la Patria, nosotros continuadores de la tradición que nos dejaron nuestros insignes padres que nos dieron la libertad de este País, e invocando la protección de la Virgen del Carmen, a quien ellos veneraron como su Madre y también nos la heredaron como nuestra patrona, humildemente como Obispo y Pastor y también como ciudadano chileno, les ruego fraternalmente me ayuden a pedirle a la Virgen Santísima, que nos conceda la virtud limpia y formadora del pudor en todos los ámbitos de nuestra cultura, porque el carecer de éste, empobrece la familia, sociedad y arruina nuestra cultura.
Hoy, con la alegría y gozo de nuestra chilenidad y con la conciencia más clara de ser los nuevos constructores de este Chile democrático y moralmente sano, me permito humildemente implorar la bendición de Dios sobre todos ustedes y sobre todos los que han recibido la misión democrática de servir con nobleza y generosidad a nuestro País y a sus hermanos, como gobernantes y conductores de esta querida y amada Patria. Que la Virgen del Carmen proteja a todos sus hijos de Chile.
