Muy Queridos hermanos y hermanas:
En todo el mundo se celebra el Primero de Mayo el Día Internacional del Trabajo y como Iglesia no hemos querido estar ausentes en llevar un gran saludo de homenaje y especial unión al mundo del trabajo en toda nuestra Patria.
Especialmente valorando la grandeza del ser humano, su dignidad de persona y su realización a través del trabajo, de la fe y del amor que son como los tres grandes valores que hacen al hombre. También dar gracias a Dios por el trabajo que muchos de nosotros tiene, en todos los ámbitos de la vida laboral, desde la más sencilla hasta la más compleja.
Igualmente, quisiera unirme a todos nuestros hermanos y hermanas que en este momento están sufriendo por carecer de trabajo. Estamos conscientes de que la mayor parte de la pobreza tiene su origen en la ausencia y en las malas condiciones de trabajo. Es nuestro deber, como sociedad, buscar las fórmulas para crecer cada día en la erradicación de la pobreza de nuestros hermanos. Por este motivo hago un llamado especial al país y a la sociedad chilena para que todos hagamos los máximos esfuerzos por encontrar y producir, cuando sea posible, más fuentes de trabajo que entreguen a tantas familias que hoy sufren, una solución que contribuya al mejoramiento de la calidad de vida de tantos hombres, mujeres y niños de nuestra Patria.
Junto con lo anterior también se debe hacer un esfuerzo por cambiar la concepción acerca del trabajo humano. El trabajo permite que el hombre entregue algo de sí mismo a los demás, algo propio, que nace de sus manos y su inteligencia. Con esto pasamos a ser co-creadores de la obra de Dios. Y qué triste es darse cuenta que, a pesar de esto, aún existen personas que desarrollan sus trabajos en condiciones inadecuadas y hasta, a veces, indignas. En este sentido hago un llamado, en nombre de todos ellos, a que juntos sigamos esforzándonos para humanizar las condiciones en que hombres y mujeres efectúen sus labores y que nunca tengamos que lamentar accidentes u otros hechos negativos que deriven del economizar recursos en las personas para aumentar la productividad.
En este día Primero de mayo, pido al Señor por todos y cada uno de ustedes, para que todo su quehacer laboral sea hecho con un gran sentido humano de fraternidad, nunca con odio ni con violencia, sino que buscando el bien y la ayuda mutua de unos con otros. Pido por ustedes, los trabajadores y trabajadoras: por los cesantes, por los obreros, temporeros, campesinos, artesanos, pescadores, artistas, educadores, empleados, empresarios, profesionales y técnicos, funcionarios públicos, religiosos y religiosas, y por todos los que, con su trabajo colaboran en la obra creadora de Dios.
Comprometo especialmente la oración de la Iglesia y sus Pastores por todos aquellos que están sufriendo dificultades por carecer de un trabajo digno. A ellos les pido que nunca pierdan la Esperanza de encontrar un lugar donde poner sus talentos al servicio de los demás. Nunca se cansen de confiar en un futuro de mejores oportunidades para ustedes y sus familias. Nunca dejen que las desilusiones de la vida les hagan perder la alegría, el amor y la fe que muchos a nuestro lado esperan de nosotros. Recuerden que la Iglesia, como Madre, está acompañándoles y apoyándoles en sus búsquedas, luchas y esperanzas.
Que el Señor les acompañe a todos en sus proyectos personales y familiares, les haga crecer cada día más en la fe y el amor y bendiga siempre sus anhelos y esfuerzos según su voluntad.
Que San José Obrero, Patrono del Trabajo, nos proteja y nos ayude a agradecer por el trabajo y descubrir cada día más la forma de dignificarnos en el mismo.
Con gran afecto les saluda,
† Enrique Troncoso Troncoso
Obispo de Melipilla
Presidente Área de Pastoral Social
Conferencia Episcopal de Chile