Palabras del Padre Cristián Precht Bañados una vez terminada la Misa de Réquiem: "Juan Pablo Santo"
Acaba de terminar la Misa de Réquiem celebrada en la Plaza de San Pedro. Imposible sujetar las lágrimas de cariño y admiración que espontáneamente se asoman en los ojos de tantos. Imborrable queda la imagen pascual de un Papa adolorido que cumple hasta el último suspiro con su deber de bendecir a la urbe y al mundo, aunque sólo sea con su mano temblorosa. Hoy, asomado desde el balcón del cielo nos sigue bendiciendo, como sugiere la imagen tan acertada del Cardenal Ratzinger en la homilía de la Misa.
El corazón busca las palabras para definir a este buen pastor que llega al final de su Jornada. Juan Pablo Magno lo llama el Cardenal Sodano, sumándolo a la lista de los pastores más insignes de la Iglesia de Roma. Es el Papa Totus Tuus, nombre que a El mismo le gustaba, para mostrar su predilección por la Virgen María. Y el pueblo fiel, el pueblo de la Iglesia de cotidiana, el que venido de todos los rincones de la tierra, encuentra la palabra más expresiva del vocabulario cristiano. En un aplauso interminable, como jamás se ha escuchado en la historia conocida, el pueblo lo proclama santo. Es una de las formas de canonizar a una persona muy usada en la antigua Iglesia: santo por aclamación.
Los Cardenales guardan respetuoso silencio. No dudo que han querido sumarse a este clamor universal. La sabiduría aconseja seguir los pasos de todo buen cristiano que, después de un proceso más maduro, puede ser canonizado como será para Chile el Padre Alberto Hurtado. Este proceso rima mejor con la personalidad siempre fiel del Papa fallecido que no ha dejado mejor herencia que la de su testimonio y que en su testamento nos ofrece a todos su pobreza personal.
Suena la gran campana de San Pedro, se suman las campanas de toda Roma y de muchas partes del mundo: urbi et orbi. Y, a medida que se pierde de la vista el simple féretro de madera que contiene los restos mortales del Papa Santo, los jóvenes levantan sus pañolines, agitan sus banderas y, con la confianza de tantas jornadas convividas, prorrumpen en otro grito singular, lleno de cariño y de emoción. Ellos gritan simplemente su nombre ¡Juan Pablo! al ritmo del aplauso acompasado, como queriendo despertarlo a prisa del sueño de la muerte para verlo resucitado con premura.
Juan Pablo Magno, Juan Pablo Santo, un Papa de la verdad y del amor, de la mansedumbre y de la valentía, se lleva así el mejor homenaje: el Papa que ha colmado de jóvenes la Iglesia.
P. Cristián Precht Bañados
Santiago, Viernes 8 de abril del 2005.
Santiago, 08-04-2005