Las indulgencias en los
años jubilares.
Tenemos necesidad de purificación. Cuando
rompemos gravemente la amistad con Dios por un pecado mortal, siempre podemos volver a
casa como el hijo pródigo. Para esto Jesús nos dejó el sacramento de la
reconciliación, que llamamos también penitencia o confesión. Al recibirlo, el Padre de
misericordia nos perdona y recobramos su amistad. Sin embargo seguimos teniendo la
necesidad de purificarnos, y sabemos que por el pecado hemos quedado débiles, con una
inclinación al mal. Además, nuestro corazón experimenta el deseo de reparar las ofensas
al Dios generoso que nos ha amado sin límites. Estas consecuencias del pecado mortal que
perduran en nosotros, más allá del sacramento del perdón, se llaman "pena
temporal".
Hay otros pecados que no son una ruptura grave
con Dios, son los pecados veniales. Ellos aumentan la pena temporal. También debemos
purificarnos y reparar por ellos.
Necesitamos hacer penitencia, ofreciendo con amor
nuestras oraciones, sacrificios, dolores y contrariedades, sirviendo a nuestros hermanos.
Podemos así avanzar en este camino de purificación y reparación.
En el momento en que Dios nos llame de esta vida
a su casa, si no hemos hecho suficiente penitencia por nuestros pecados, el Señor nos da
el Purgatorio para purificarnos. El Purgatorio nos prepara para entrar a la gran fiesta de
los hijos en el cielo.
¿Qué son las indulgencias?
Cuando Jesús volvió a su Padre, encomendó
a la Iglesia administrar el "tesoro de su misericordia" para la
salvación de los hombres. Lo hace de muchas formas diferentes. Hay una muy
característica de los Años Santos. Así ocurre en el Gran Jubileo 2000. Se trata de las
indulgencias. Esta palabra viene de "indulgente", es decir alguien que perdona.
La Iglesia no olvida que su Señor y Maestro le
dio el poder para que, aquello que ella ata y desata en la tierra, sea "atado y
desatado en el cielo". Por este maravilloso encargo de Dios, la Iglesia ofrece el don
de las indulgencias. Con ellas se obtiene el perdón de los pecados veniales y de las
penas temporales que siguen pesando en nosotros, como consecuencia de los pecados mortales
ya confesados. Por eso la indulgencia es un regalo precioso del Espíritu Santo en la
Iglesia. Nos permite vivir mejor la alegría y la libertad de los hijos de Dios.
¿Cómo podemos obtener las indulgencias
durante el Jubileo 2000?
En los Años Jubilares todas las indulgencias
siguen teniendo validez. Pero, se generaliza este don en una forma muy plena (
"indulgencia plenaria").
Para obtenerla es preciso cumplir con las
siguientes condiciones:
1.- Celebrar dignamente la confesión sacramental
individual.
2.- Participar en la celebración de la
Eucaristía recibiendo el Cuerpo de Cristo.
3.- Orar por las intenciones del Santo Padre.
4.- Hacer alguna obra de caridad o penitencia.
5.- Peregrinar a las Iglesias Jubilares, o
visitar a hermanos necesitados "como haciendo una peregrinación hacia Cristo
presente en ellos" (Disposiciones para obtener la indulgencia jubilar).
El don de la indulgencia jubilar se podrá
recibir desde la noche de Navidad de 1999 hasta la Epifanía, 6 de enero del 2001. La
indulgencia puede obtenerse en beneficio propio, y también puede ser aplicada por las
almas de los difuntos, las almas del Purgatorio. Cabe recordar que "la indulgencia
plenaria puede obtenerse una vez al día" (Disposiciones).