Reflexiones

Madre y educadora del pueblo de Dios
Jaime Carmona F (*).

En todas partes hay una Carmencita. En la familia, en el colegio, en el barrio, en la comunidad. Nos llena de recuerdo una que otra celebración de su día. A las Carmencitas las llevamos en el corazón y las recordamos con cariño, especialmente los 16 de Julio de cada año.

Hay, sin embargo, una presencia de la Virgen María y, en particular, de la Carmelita, que se puede apreciar en distintos lugares del territorio y bajo diversas formas. Es la presencia en grutas, sencillas pero colmadas de fe. También en los propios peregrinos que acuden a los santuarios a lo largo de todo el país.  Es la presencia, también, en muchos antejardines o al interior del patio de la casa. María del Carmen es la protectora, la consoladora, la madre y maestra de las familias.  A  través de esa gruta, de esa sencilla imagen. llegamos a ella con una oración de súplica, de agradecimiento, con una expresión de gozo o de esperanza.  Es, sin duda, un espacio sagrado y un testimonio de fe para todo quien visite ese lugar y ese hogar.

Pero hay una presencia mucho más íntima. Es una estampa de la Virgen en la billetera, en la habitación, entre las páginas de la Biblia o de la agenda. En ese espacio

se expresa la personal relación que tenemos con la Virgen María, en su advocación del Carmen, Lourdes, Fátima, Candelaria, etc… Una compañía permanente que el hijo o hija necesita de una madre, de la Madre de Jesús.

Esto lo ha entendido el Pueblo de Dios en Chile que cada año se recoge, especialmente en el norte de Chile, para venerarla en la fiesta de la Tirana y luego en Andacollo, en Maipú y en la Candelaria, en Concepción o Carelmapu, por sólo nombrar a algunos de sus santuarios.

Ella, que fue madre y maestra de Jesús en su infancia, pero también modelo de seguimiento de Jesús, es su primera discípula. Estos dos rasgos nos acercan a la Virgen María. Como en la Palabra de Dios, nos acercamos a ella como intercesora (Jn. 2,1-11) y nos sentimos muy cerca de Dios cuando proclama bienaventurados a los que escuchan y guardan la Palabra de Dios (Mc. 3,35; Lc. 11,27-28), tal como ella lo hizo (Lc.2,19.51). Nos sentimos, a la vez, acompañados siempre por quien estuvo con su Hijo hasta la cruz (lc.19,25).

Estas son las actitudes  con que deseamos llegar cada 16 de Julio para celebrar a nuestras Carmencitas  y a peregrinar al encuentro de María, madre y educadora de Chile.


* Jaime Carmona Fernández es Secretario Ejecutivo del Área Eclesial de la Pastoral de la Conferencia Episcopal de Chile