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Padre Alberto Hurtado s.j.
Teresita de Los Andes
Laura Vicuña
Siervos de Dios

Les presentamos a las personas, estrechamente ligados a nuestra patria, que han cumplido las etapas necesarias del proceso de canonización que establece formalmente la Santa Sede y los cataloga como Siervos de Dios. Congregación para la Causa de los Santos, Beatos y Siervos de Dios provenientes de Chile, hasta el 30 de septiembre del año 2000.

Fray Andrés García Acosta (Fray Andresito) Madre Bernarda Morin Mario Hiriart Pulido
Hno. Pedro Marcer Fray Pedro Bardeciofm Juan Pedro Mayoral s.j.
Los Mártires de Elicura Padre Martín de Aranda Valdivia Padre Horacio Vecchi Chigi
Hermano Diego de Montalbán Cacique Araucano Tablamil Vble . Mariano Avellana
María del Carmen Benavides Mons Francisco Valdés Subercaseaux














Fray Andrés García Acosta (Fray Andresito)
(1800-1853)

Fray Andresito nació un 10 de enero de 1800 en Ampuyenta, Fuerteventura, pequeña isla de las Canarias, España y fue bautizado el 18 del mismo mes con el nombre de Andrés Antonio María de los Dolores. Hijo de una familia cristiana, queda huérfano de padre cuando apenas tenía cinco años, quedando junto a su madre y tres hermanos. Al tiempo la madre se vuelve a casar. En su adolescencia, Andrés, se desempeñó, junto a otros jóvenes del lugar, como pastor de cabras.

A los 32 años, fallecidos sus padres emigró a América estableciéndose en la ciudad de Montevideo, donde trabajó como labrador, comerciante y enfermero. En Montevideo conoció a quién sería su amigo y director espiritual, Fr. Felipe Echenagusia e ingresó al convento franciscano San Bernardino como Laico Terciario, prestando servicios de portero y recolector de limosnas.

Cuando en 1838 el Gobierno uruguayo expulsó a los franciscanos del convento, Andrés y su amigo Felipe partieron con destino a la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile. En este Convento, trabaja como ayudante de cocina hasta que fue requerido para ejercer el oficio de limosnero. El hermano Andrés comienza su acción de caridad por los distintos sectores de Santiago, llevando consuelo y ayuda a los más necesitados. Fue acogido con afecto y amistad en todos los sectores sociales, lo que le valió ser llamado, cariñosamente, Fray Andresito. No descansaba en el ejercicio del amor, en el convento repartió alimentos a los pobres, reunió a los niños para la catequesis, congregó a los obreros. Se nutrió del Señor participando diariamente de la Santa Eucaristía y acercándose con frecuencia a la confesión.

Su vida de oración fue intensa y practicó el amor a la Santísima Virgen María, San Francisco y el Vía Crucis. Los valores de la fe, esperanza y caridad fueron el horizonte de su vida. Su amor a la Madre Iglesia y a sus Pastores guiaron su conducta; se preocupó por las vocaciones sacerdotales y religiosas, de restaurar con sus limosnas el templo y buscar lo necesario para una digna celebración de la Eucaristía. ¡Alabado sea Dios! fue la expresión más frecuente escuchada de sus labios.

El 14 de enero de 1853 partió a la casa del Padre. La noticia de su muerte impactó a la población, acudiendo a su funeral desde los más diversos lugares. Su modelo de seguimiento a Cristo al modo de Francisco de Asís ha permanecido en el tiempo invitando a vivir sencillamente la Palabra de Dios y a seguir el camino de la santidad.


Madre Bernarda Morin
(1832-1929)

Nacida en Saint Henri de Lewis, provincia de Québec, Canadá, hija de un matrimonio campesino, ingresó como novicia a las Hermanas en Montreal a los 17 años. Era el 11 de mayo de 1850. El 21 de noviembre siguiente tomaba el santo hábito y en compañía de otras seis novicias, Sor Bernarda pronunciaba sus votos de religiosa el 22 de agosto de 1852, en la iglesia parroquial de Saint Pierre de Sorel. En ese entonces, el Instituto de Madre Gamelin tenía 9 años de existencia y 60 religiosas profesas.

En octubre de 1852, junto a otras 4 religiosas es designada para ir a Oregon a fundar un establecimiento de la Providencia, según solicitud de Mons. Magloire Blanchet, Obispo de Nesqually, Fort-Vancouver, territorio de Oregon. En ese tiempo, la fiebre del oro en California arrastraba a la gente, por lo que las Hermanas juzgaron que la situación era poco favorable para la práctica de las obras de la Comunidad en Oregon City por lo que decidieron, como medio más rápido de comunicarse con sus Superioras de Montreal, embarcarse en San Francisco el 30 de marzo de 1853 en un navío chileno. Después de un agitado viaje de 78 días el “Elena” recaló en Valparaíso el 17 de junio.

Extenuadas por el largo y peligroso viaje las religiosas canadienses fueron acogidas caritativamente en la casa de las Hermanas de los Sagrados Corazones. Prácticamente imposibilitadas por la quebrantada salud, de regresar a Canadá, se pusieron a disposición del Arzobispo de Santiago Mons. Valentín Valdivieso, quien les encarga la administración de un orfelinato mientras llega la aprobación de sus Superioras en Canadá.

La llegada de las religiosas a Chile fue considerado como un “acto providencial”. Con la autorización de las Superioras, las Hermanas de la Providencia abrieron un Noviciado en Santiago el 3 de enero de 1857 quedando como Superiora la Madre Victoire Larroque, co-fundadora de la Comunidad de Montreal. Habiendo fallecido esta religiosa al mes siguiente, pasa a ser Superiora de la casa principal de Santiago, Sor Bernarda Morin.

Mediante un decreto de fecha 12 de marzo de 1880, la Santa Sede decreta que la provincia chilena se transforme en autónoma, con el nombre de Congregación de las Hermanas de la Providencia de Chile. Durante muchos años, hasta su muerte el 4 de octubre 1929, la Madre Bernarda gobernó sabiamente su congregación cuyas constituciones fueron aprobadas por la Santa Sede el 7 de enero de 1905.

En sus 148 años de existencia en Chile la Congregación de la Hermanas de la Providencia ha fundado colegios, escuelas, hogares para párvulos, adolescentes y ancianas y ha atendido casa de huérfanos y hospitales, lo mismo que asistido a los enfermos y privados de libertad en las cárceles.


Mario Hiriart Pulido
(1931-1964)

El joven Mario Hiriart nació en Santiago el 23 de julio de 1931, hijo de una familia muy unida pero no muy religiosa. Realiza sus estudios escolares en el Instituto Alonso de Ercilla de los Hermanos Maristas del cual egresa a fines de 1947. Ingresa a la Universidad Católica en 1948 para seguir la carrera de Ingeniería en la que se destaca como el mejor estudiante de la Facultad durante los seis años de permanencia en ella. Ejerce su profesión de ingeniero en el departamento de Industrias de la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), y como profesor en la Pontificia Universidad Católica.

Partícipe en el colegio en la Acción Católica, comienza en la Universidad a concurrir con frecuencia a las actividades formativas del Movimiento de Schoenstatt compenetrándose de su espiritualidad e incorporándose finalmente a él. Pronto llega a la convicción personal de que “el cristianismo de nuestro tiempo exige un grado extraordinario de santidad laical. Esta santidad debe expresarse en una decidida voluntad de ejercer una determinada profesión y una determinada misión en el mundo laical, elevándola y espiritualizándola, sin embargo, por una concepción teocéntrica de la vida laical completamente cristiana, llevada a cabo con heroísmo igual o aún mayor que el de los más grandes mártires de la Iglesia”. Con esta inspiración y un amor acendrado a María expresado en la “Alianza de Amor” para recibir sus gracias y corresponder fielmente a ellas, Mario avanza hacia su “Pascua”, aquejado por un mal de larga data y entrega su alma a Dios el 15 de julio de 1964, a la edad de 33 años, en Estados Unidos, donde se encontraba de paso.

En 1994 se inicia la causa de su beatificación y la Congregación para la causa de los Santos en Roma, lo reconoce ya como Siervo de Dios, en documento oficial de fecha 21 de abril de 1995.

Sus restos yacen en el Santuario de Schoenstatt de Bellavista donde acuden muchos peregrinos a embeberse en el espíritu del joven ingeniero que buscó la santidad.


Hno. Pedro Marcer
(1824-1927)

Nació en Aviñonet (Cataluña-España) el 1º de octubre de 1854. Profesó en la Congregación Claretiana el 16 de julio de 1879, y al año siguiente fue destinado a Chile, llegando a Santiago el 1º de junio de 1880.

Casi toda su vida ejerció el oficio de portero en el Convento del Corazón de María distinguiéndose por sus grandes virtudes. Fue humildísimo y amantísimo de la pobreza y de la mortificación. En la Portería fue un verdadero Misionero que salvó innumerables almas. Vivió abrazado en el amor de Dios, decía: “Ojalá tuviese la dicha de dar mi sangre por amor a mi Dios”. Y dirigiéndose al Corazón Inmaculado de María expresaba los mismos deseos del martirio: “Ojalá pudiese dar la vida por amor a Vos y por defender a nuestra santa y muy amada congregación”.

Falleció en Santiago a la edad de 73 años.


Fray Pedro Bardeciofm
(1641-1700)

Nacido en 1641 en Orduña, (Viscaya) España, Fray Pedro de la Natividad, como se llamaría al ingresar a la Orden Franciscana, fue hijo de una familia acomodada y profundamente cristiana. Con sus hermanos José y Francisco emigró en 1661 a México donde se dedicó al comercio del tabaco, obteniendo bienestar y dinero.

Cuando se percató que algunas propuestas de negocios lo alejaban de las enseñanzas familiares de rectitud y justicia, abandonó el rubro y se contrató como escribano en una nave que lo trasladó, el año 1666, al Virreinato del Perú, estableciéndose en el Alto Perú actualmente Potosí (Bolivia). Aquí sirvió de ensayista de metales y pedagogo de dos jóvenes pertenecientes a una aristocrática familia.

De esos años hay muchos testimonios que destacan su amor a Cristo Crucificado y a la Santísima Virgen María. Su vida de austeridad y penitencia es trasmitida por sus contemporáneos.

Su viaje a Santiago de Chile en 1674 fue inspirado por una imagen de la Virgen María. El 8 de septiembre de 1675 ingresó al noviciado de la Provincia Franciscana de la Santísima Trinidad y al año siguiente profesó la regla de Padre San Francisco. Su vida espiritual de hermano menor no clérigo tuvo como centro la devoción a Cristo Sacramentado, el Vía Crucis y la Santísima Virgen en sus diversas advocaciones. En aquella época era inusitado comulgar todos los días y Fray Pedro, con el permiso de sus superiores, comulgaba en la semana cuantas veces podía. Apenas oía la palabra Eucaristía, se inclinaba con mucho fervor y permanecía adorando el Santísimo Sacramento por largo tiempo. En el templo de San Francisco y en Orduña se conservan partes de la Cruz con la que Fray Pedro revivía la Pasión de Cristo por los claustros, invitando a los fieles a practicar tan excelsa devoción. Inseparablemente del Hijo de Dios, manifestaba su amor a la Madre Inmaculada, para él la Santísima Virgen era la “Gran Reina”, ya se tratase de N.S. de la Antigua en Orduña, N.S. de Guadalupe en México, o N.S. de la Cabeza y N.S. del Socorro en el convento grande de San Francisco.

Ejerció su apostolado con el testimonio de su propia vida centrada en el seguimiento de Cristo pobre y humilde, a ejemplo del Padre San Francisco. Para el Siervo de Dios el amor al prójimo no era sino el fuego del amor divino. Su fama de santidad creció de día en día y llegado el momento de su muerte, el 12 de septiembre de 1700, durante tres días, el pueblo de Santiago y de los alrededores acompañados de las más altas autoridades civiles y religiosas, rindieron homenaje al virtuoso hermano.

La devoción al Siervo de Dios se extiende hasta nuestros días y son muchas las visitas de fieles a su tumba, sea para pedir ayuda en sus necesidades, sea para agradecer favores concedidos. A los trescientos años de su Pascua, los fieles de Orduña y de Chile le tributan su homenaje y rezan por su Causa de Beatificación.


Juan Pedro Mayoral s.j.
(1678-1754)

Nació el padre Juan Pedro Mayoral el año 1678 en Madrid (España). Hijo de padres cristianos, se educó en las aulas de la Compañía de Jesús, siendo luego admitido en el Noviciado de la misma Compañía el 15 de agosto de 1697, obedeciendo a la vocación interior de Dios y siendo ordenado sacerdote en 1708.

No obstante ser débil de salud, dadas sus virtudes y su espíritu misionero, fue destinado por sus superiores para el apostolado en Araucanía. Nada desanimaba al Siervo de Dios. Armado de gran mansedumbre recorría la comarca visitando los enfermos y asistiendo a los moribundos, bautizando a los niños y procurándoles todos los elementos materiales que necesitaban y que él podía conseguir.

Penetrado del espíritu que en sus constituciones enseña San Ignacio a sus hijos, mantuvo su corazón tan inflamado en santa caridad, que esta era la que lo movía en todas sus acciones. Tenía el don de la profecía que muchas veces usó para el bien espiritual y temporal de sus prójimos con quienes trataba. Dios quiso hacer resplandecer en su siervo muestras de su omnipotencia, comunicándole la potestad de hacer milagros, que fueron muy frecuentes en auxilio de los labradores, como consta en los libros del proceso iniciado luego de su muerte.

Debilitado en su salud, y seriamente enfermo, fue obligado a retirarse de los ministerios de indios y enviado al colegio de Buena Esperanza donde pasó los últimos cinco años de su vida asistiendo del modo que podía al auxilio espiritual de sus prójimos, hasta recibir del Señor, como última gracia, a los 75 años, una santa muerte en 1754.

En 1975, los PP. Jesuitas, reunidos en Congregación provincial en Chile, solicitaron se inscribiese el nombre del P. Pedro Mayoral en el Menologio o Catálogo de varones insignes en santidad. Posteriormente se iniciaron procesos del Ordinario para su beatificación.


Los Mártires de Elicura
(14 de diciembre de 1612)

Los Padres jesuitas Martín de Aranda, chileno, y Horacio Vecchi italiano, y el hermano Diego de Montalbán mexicano, más varios mapuches cristianos, en especial el Cacique Tablamil de Elicura, que los acompañaba, dieron su vida por haber predicado la fe cristiana y haber convertido a algunas mujeres, el 14 de diciembre de 1612, en la localidad de Elicura, situada cerca de Villarrica.

BREVES DATOS BIOGRÁFICOS

Padre Martín de Aranda Valdivia

Nació en Villarrica, probablemente en 1560. Sus padres fueron don Pedro de Aranda y doña Catalina de Escabías y Dávalos, quiénes eran gente muy cristiana y se preocuparon de darle una sólida formación a sus hijos. El Padre Martín aprendió de niño el idioma de los mapuches. Ingresó a las tropas españolas, tal como sus otros hermanos. Al parecer se distinguió como soldado, ya que en 1589 fue nombrado por el Virrey del Perú, como Primer Corregidor de Riobamba. Antes de hacerse cargo de tal responsabilidad, a los 31 años, decidió hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. A raíz de ello decidió consagrarse al servicio de Dios , y solicitó el ingreso a la Compañía de Jesús, lo cual le fue concedido en 1592, ingresando el 11 de marzo de aquel año. Luego de varios años de estudios fue incorporado definitivamente el 12 de diciembre de 1599, con el grado de Coadjutor espiritual. Luego de una fallida expedición a la Misión de Los Chunchos, en Quito, fue enviado a Chile, como “misionero entre los naturales”, luego aparece en Santiago en 1607. El Padre Aranda es descrito como un hombre intrépido y de gran valor, con un profundo espíritu de oración, pobreza y sacrificio, que amaba entrañablemente a los indígenas.


Padre Horacio Vecchi Chigi

Nació en Siena, Italia, el 24 de octubre de 1577. Su familia era muy cristiana, y dio a su hijo una sólida formación. A los 16 años entró a Estudiar Derecho en la Universidad de Siena, donde permaneció 4 años. Trasladado a Roma solicitó ser admitido en la Compañía de Jesús, ingresando al Noviciado el 9 de septiembre de 1597. En 1602, aparece como Maestro de Humanidades y Retórica.

Allí tomó contacto con el Padre Diego de Torres, Procurador de la Provincia del Perú, quien lo invitó a partir a América como Misionero. A fines de abril de 1604 partió el padre Torres, en un galeón, con los 45 futuros misioneros que había reclutado. Luego de una larga y tormentosa navegación llegaron a Cartagena, desde donde el Padre Horacio emprendió viaje a Lima, donde llegó a principios de 1605. Allí terminó sus estudios de Filosofía y Teología, siendo ordenado sacerdote en 1607. Ese mismo año fue trasladado a Santiago de Chile, donde se preparó para su misión entre los mapuches. Sus superiores lo describen como una persona “muy pobre y enemigo de todo lo que dice curiosidad; tenía un celo extraordinario por la salvación de las almas y particularmente de los indios, confesaba más indios que españoles y con ser bien exacto en el oficio de ministro, cuando le sindicaban faltas, las procuraba remediar: también las excusaba” a confesarse con él acudía más gente, que a cualquiera de los otros, atraída sin duda, de la apacibilidad y amor con que recibía a todo linaje de personas “lo que no podía trabajar en su conversación, se desquitaba conversando con los indios cristianos”. Tenía gran devoción a la Santísima Virgen, a quien se encomendaba antes de cualquier misión. “A todos animaba con el nobilísimo principio de la caridad, que en su corazón ardía para con Dios y los prójimos “. El Padre Diego de Torres, Provincial, expuso “que por haber conservado la virginidad hasta la muerte, tendrá también la tercera aureola de Virgen”.


Hermano Diego de Montalbán

Se tienen pocas noticias sobre la vida de este Siervo de Dios, según el Padre Valdivia, era natural de México; era hijo de humildes padres y aprendió el oficio de sastre; pero luego “asentó plaza de soldado, en una leva, que se hacía en Lima para reclutar el ejército de Chile”. Allí sirvió con gran puntualidad y valor en las refriegas, pero habiendo conocido a los jesuitas en la misión de Arauco, se sintió llamado a ingresar a la Compañía, donde fue admitido en 1612. Cuando llegaron los Padre Aranda y Vecchi a la Misión de Purén solicitó acompañarlos en su labor misionera. Dice el Padre Valdivia: “Aceptó esta gracia con júbilo en su corazón, como si pronosticase cuán cercano tenía su dichoso fin, aceptando el Señor el cruento sacrificio de su muerte, siendo el primero que la recibió, con admirable valor y constancia”.


Cacique Araucano Tablamil

Según relato del testigo Padre Juan Alvarez s.j. de 67 años de edad, presentado al P. Diego Rosales, Provincial, de la Compañía de Jesús en la Provincia de Chile, el 23 de junio de 1665, el Cacique Tablamil, de Elicura, quiso salvar y defender al venerable Padre Horacio Vecchi, fue muerto de inmediato y antes que el sacerdote.


El Martirio

Este relato se basa en las respuestas dadas por nueve testigos que fueron interrogados en el Obispado de La Concepción de Chile, ante el Visitador Don Juan de las Roelas Sandobal, el 23 de junio de 1665. Documento obtenido en la Biblioteca del Colegio de San Ignacio de Santiago.

-A la primera pregunta, si conocían a los tres Religiosos nombrados, 8 de los testigos contestaron que sí. Uno de ellos que tenía 34 años, sólo los había oído nombrar.
-A la segunda pregunta, si podían afirmar que eran Religiosos Jesuitas, todos afirmaron que sí.
-A la tercera pregunta, 8 afirmaron saber que el Padre Luis de Valdivia vino a Chile, con poderes del Rey Felipe III para sentar las paces con los indios y procurar su conversión al Evangelio.
-A la cuarta pregunta, 6 de ellos aseguraron estar informados que los Caciques de Elicura vinieron donde el Padre Valdivia para dar la paz y pedir que les predicaran el Evangelio y que la Compañía de Jesús mandó a los tres religiosos nombrados a ingresar al territorio de Elicura.
-A la quinta pregunta, 8 de ellos afirmaron que los tres padres predicaron efectivamente el Evangelio en Elicura antes que los mataran.

- La sexta pregunta, se refería a una visión de los soldados en Paicaví, el día anterior al martirio de los padres. No se consideró pues la mayoría no parecía estar de acuerdo.
- A la séptima pregunta, 7 de ellos dijeron que el Cacique Jefe de Elicura , Anganamón, vino furioso a reclamar a dos de sus numerosas mujeres más dos hijas de ambas, las cuales habiéndose convertido al cristianismo, lo habían abandonado y buscado refugio entre los españoles. Una de las mujeres era una cautiva española.

-A la octava pregunta, 7 de ellos afirmaron que el Cacique había ido al Gobernador y al P.Valdivia a exigir que le devolvieran sus mujeres, y que éstos no lo hicieron pues ellas eran cristianas, y 4 de los testigos dijeron, que este Cacique culpó por ello a los Padres Aranda y Vecchi y al Hermano Moltalbán por haber entrado a Elicura a predicar la fe en Jesucristo, por lo que reunió gran cantidad de indios y vino a buscar a los religiosos para matarlos. Además dijeron que los Padres se preparaban para decir su Misa, y el Hermano preparaba el altar, cuando se fueron contra ellos y los mataron y destrozaron a lanzazos y macanazos.

-A la novena pregunta, cuatro de ellos dijeron que sí sabían que los padres trataron de convencer al Cacique para que se hiciera cristiano y que le devolverían a su mujer araucana y sus hijas, si les permitía seguir siendo cristianas y el Cacique se negó rotundamente y dio orden que mataran a los religiosos, además indicó que no quería que se predicara más el Evangelio en sus tierras.
-A la décima pregunta, respondieron cinco de ellos, que sí sabían que el día que fueron muertos los religiosos, los soldados que

estaban en Paicaví vieron tres soles elevarse hacia el lado de Elicura, a la hora de la mañana en que fueron muertos los padres.
- Las preguntas once a la trece se refieren a otras visiones, por lo tanto no las ponemos.
-A la pregunta catorce, cinco testigos afirmaron que sabían que el Padre Valdivia envió un indio a Elicura a saber lo que había pasado, y que éste había encontrado muchos cuerpos de indios muertos y comidos por los pájaros, y que los tres cuerpos de los padres, cubiertos por ramas y malezas, estaban intactos.
Se salta pregunta quince.
-A la pregunta dieciséis, tres responden estar informados que el Rev. P. Diego Torres, Provincial de la Compañía de Jesús en el Reino de Chile, consultó al Doctor Francisco Suárez de la Compañía de Jesús, sobre la muerte de los tres padres, y éste respondió que sentía que eran verdaderos mártires de Jesucristo, y que debían proponerlos a Su Santidad para que los declarase como tales.


Vble . Mariano Avellana
(1824-1904)

Nació en Almudévar (Aragón - España) en 1844. Siendo ya sacerdote ingresa a la Congregación Claretiana en 1870. Llegó a Chile en 1873 y formó parte de las comunidades de Santiago, La Serena, Valparaíso y Curicó.

Hombre de carácter fuerte, supo domar su naturaleza bravía a fuerzas de tenacidad y mortificación, bajo el impulso de la gracia, fiel hasta la muerte al ideal que hizo suyo en el Noviciado: “O santo o muerto”. De intensa oración, enamorado de Cristo y del Evangelio. En Chile fue apóstol de talla gigantesca entre los pobres, los enfermos y los presos durante más de treinta años de incansable vida misionera.

Falleció el 14 de mayo de 1904 en Carrizal Alto, mientras predicaba la misión Nº 700.
Fue declarado Venerable por el Papa Juan Pablo II el 23 de octubre de 1987.
Sus restos se veneran en la Basílica del Corazón de María en Santiago de Chile.


María del Carmen Benavides
(La beatita Benavides)
(1777-1849)

En Quillota vino al mundo el año 1777, la niña Benavides, hija del ingeniero español don Francisco de Benavides y de doña Francisca Mujica. Desde pequeña dio muestras la niña Benavides de una acendrada virtud y piedad y vistió el hábito dominicano cuya orden existía desde antiguo en Quillota. Por esto, desde su niñez, la llamaron en el pueblo y en todas partes “la Beatita”.
De niña, María del Carmen quiso ingresar en el Monasterio de las “Monjas Rosas”, dominicas de clausura de Santiago, pero su confesor le mostró que para ella, la voluntad del Señor no era la huída del mundo sino la inserción en él con una auténtica vida cristiana seglar. Y si vistió el hábito de monja dominica, siempre se mantuvo laica por vocación y destino. Aunque hubo quienes pretendían su mano, ella se negó repetidas veces e incluso rechazó los consejos de su madre que veía en el matrimonio con un rico hacendado, una solución para los muchos gastos en que la hija incurría con sus obras de caridad. La joven tuvo que reconocer que estaba comprometida con “Jesús en la Eucaristía” a quién se había consagrado para siempre. Tenía como modelo a Santa Rosa de Lima.

María del Carmen fundó en su propia casa un establecimiento para sus protegidos, y les consagró su persona durante toda la vida. Ella misma curaba a los enfermos con sus propias manos, les daba los remedios, lavaba las llagas más asquerosas con sublime caridad cristiana, conquistándose el afecto de todos. No es necesario asegurar que todos estos trabajos en favor de los pobres eran un desbordamiento de la vida interior y de unión con Dios de María del Carmen. Hay testimonios que hablan de arrobamientos, éxtasis, premoniciones y otras manifestaciones místicas. Hacía milagros y cuando le decían algo sobre el particular contestaba: “¡Pobre gente, y creer que yo puedo hacer milagros, cuando es la Santísima Virgen quien los hace!”
Con 72 años, la Beatita Benavides falleció el 1 o de Junio de 1849, llorada por un pueblo agradecido. Cinco días antes de morir fue al templo de Santo Domingo, y pidió al P. Superior que le administrase la Comunión, que, según ella iba a ser la última. Después dijo en voz alta: “Señor, ya no vendré más a verte en tu casa”. De vuelta a su domicilio, se reclinó para no volver a levantarse más. Sus restos descansan en el templo de los P. Dominicos en Quillota.


Mons Francisco Valdés Subercaseaux
(1908-1982)

Monseñor Francisco Valdés Subercaseaux nació en Santiago el 23 de noviembre de 1908, siendo el segundo entre cinco hijos de una familia muy cristiana. Los estudios primarios y secundarios los realizó en el Colegio de San Ignacio. Estando con sus padres en Roma y acogiendo el llamado del Señor al sacerdocio que le rondaba desde chico, ingresó al Colegio Pío Latinoamericano. Más tarde, habiendo conocido Asís, se sintió inclinado a la vida de pobreza franciscana, decidiéndose luego por los Padres Capuchinos, pues sentía un llamado a ser misionero entre los mapuches en la Araucanía. Se ordena sacerdote en marzo de 1934 y a fin de año viaja a Chile donde llega el 3 de enero de 1935.

San José de la Mariquina, Boroa, Pucón fueron sucesivamente beneficiados con su intensa labor evangelizadora y educacional, lugares que, además embelleció con esculturas de madera y piedra, que son hasta ahora un canto de alabanza a Dios. En 1956 es nombrado primer Obispo de la Diócesis de Osorno, recién creada por el Papa Pío XII, cargo que acepta por obediencia.

En 1959, uno de los más fuertes terremotos en Chile, destruye seis provincias del sur. El Obispo Valdés dedica todas sus energías a colaborar en la reconstrucción de ciudades, pueblos y aldeas, dando apoyo espiritual y material a los damnificados. Construye también una nueva Iglesia Catedral, la que consagra en 1977.

Participó en el Concilio Vaticano II y realizó el primer Sínodo Diocesano en su Diócesis, el cual marcó un importante hito en la vida religiosa de Osorno, zona con mucha indiferencia antes de su llegada. En 1981 peregrina a Europa visitando Lourdes, Asís y Roma, en preparación espiritual al Jubileo de su consagración episcopal.

El 26 de octubre celebra el Jubileo de la diócesis y sus 25 años como Obispo. Ese mismo día escribe al Papa Juan Pablo II pidiendo ser exonerado del gobierno de la diócesis.

Aquejado, en noviembre de 1981, de una grave crisis cardíaca y de un tumor gástrico es hospitalizado en Santiago y luego transferido al Hospital San Francisco de Pucón, donde fallece el 4 de enero de 1982. Sus restos descansan en la cripta de la Catedral de Osorno, bajo el altar mayor.

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