8ª Estación

Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén (Lc 23, 27 – 31)

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
En medio del sendero doliente
quisiste, Jesús, hablar a las mujeres, excluidas ya en su tiempo.
Vinieron a consolarte, y ellas hallaron en Ti consuelo.
“Si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?”.
Desde nuestra historia de caer y levantarnos,
meditamos en silencio el camino de Cruz del Señor.
Mujer, amando y acompañando en el camino del dolor,
como la madre que nunca pudo sepultar el cuerpo de su hijo
o que sufrió en silencio abandono, violencia y abuso,
como las madres y esposas en la incertidumbre
afuera de una cárcel que ardió en llamas,
como tantas mujeres haciendo fila y consagrando su vida
para acompañar la enfermedad de sus seres queridos…
No lloramos por Ti, Señor,
lloramos por nuestra incapacidad de amar,
por nuestra indolente indiferencia
al verte sufrir, caer, llorar y morir, sin inmutarnos.
Padre justo y compasivo,
que en las santas mujeres de todos los tiempos
haces presente tu inagotable misericordia,
suscita en nosotros un corazón puro
y enséñanos a perseverar en una caridad a toda prueba
para servir a los más humildes y necesitados de tu amor
como permanentes misioneros de una Vida nueva.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.