4ª Estación

Jesús se encuentra con su madre (Jn 19, 25 – 27)

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Sabías que una espada te atravesaría el corazón,
pero tu dolor, María, es indecible;
desde tu angustia de mujer y madre
te escuchamos susurrar “hágase en mí su voluntad”
“hagan lo que Él les diga”.
Junto a todas las madres que sufren por sus hijos,
con sus hijos o sin ellos,
meditamos en silencio el dolor de María ante la cruz.
¡Alégrate, María! La voz del mensajero parece lejana
cuando el bendito fruto de tu vientre
camina flagelado como víctima a su altar.
El hijo que besas será crucificado
como tantos hijos condenados a muerte
incluso antes de nacer, por su raza, por su condición o credo.
En el abrazo sacramento de la Madre al Redentor
sustenta cada madre su esperanza de mujer
su entrega sin límites por la vida y por quienes ama.
Dios de la Vida en abundancia,
mira con amor a estos hijos e hijas tuyos peregrinos
y suscita en nosotros un espíritu humilde
como el corazón de María, nuestra madre,
que nos ofrece a tu Hijo, el mayor tesoro de la vida.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.