Testimonios

Recobramos el verdadero sentido de la Navidad

En diciembre de 1993,  cuando nuestros hijos eran aún pequeños,  nos dijeron que querían regalar sus juguetes  que estaban buenos a quién los quisiera y fue ese el primer 24 de diciembre que partimos ya tarde a dejarlos  a la Villa Las Rosas, pues habíamos llamado a la Parroquia El Carmen de Rancagua para preguntar dónde harían falta juguetes. Ese día se convirtió en una experiencia maravillosa, ya que en una sede vecinal nos encontramos con muchos niños que estaban llorando, al preguntar la razón nos dijeron que era porque cuando habían pasado de la municipalidad, encuestando por las casas para entregarles un juguete y participar de la fiesta que organizaban muchos de ellos no se encontraban en las casas, por lo tanto ese día no tenían regalos. Llegamos en el momento justo, con el auto lleno de regalos para ellos.  Vivimos una alegría enorme que nos llenó el corazón, de vuelta a casa con nuestros niños, la abuela y un tío gritábamos por la ventana “JOJOJO”. Claramente fue El Señor quien nos organizó esa Nochebuena y nos  dejamos guiar.

Desde esa vez decidimos hacer siempre algo especial, con sentido navideño.  Al año siguiente repetimos lo mismo en Villa Las Rosas; después salimos varios años a repartir cenas de Navidad a personas que estaban en las calles; en otra  oportunidad, invitamos a los abuelos que nadie visitaba del Hogar San José a almorzar el día 25. Con los años se sumaron nuestros sobrinos, hermanos, cuñados y cuando reuníamos  más juguetes, salíamos todos a entregar a niños del campo.  

Cuando nuestros hijos crecieron comenzamos a tener navidades tranquilas, sin la locura de comprar, nos juntamos en nuestra casa -jugamos amigo secreto-,  hemos tenido noches de Navidad de reflexión, de juegos, de competencias entretenidas. A medianoche, simbólicamente, ponemos a Jesús en el pesebre, damos gracias por la vida, por estar juntos. Es la fiesta a la que ninguno puede faltar. El año pasado hicimos  el pesebre y un árbol de Navidad diferente, con madera reciclada, y allí pusimos fotos de nuestra familia, abuelos y bisabuelos. Fue un lindo regalo para nosotros mismos. Pensamos que el secreto es hacer algo por y para los demás, cosas sencillas y simples que te dejen el corazón contento.

María Angélica Muñoz, pastoral familiar de la diócesis de Rancagua.