Navidad
Navidad 2007
Navidad para niños

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Novena del Niño Jesús
19 de diciembre
Visita de Reyes

Canto de inicio:

Papá o mamá
: Estamos en el día quinto de nuestra novena. Tenemos al Niño Dios nacido en un pesebre, visitado por ángeles y pastores. Hoy veremos cómo un trío de reyes de países muy lejanos lo buscaron hasta encontrarlo ayudados por la estrella.

San Mateo lo cuenta así: “Al ver la estrella se alegraron los reyes y habiendo entrado a la casa hallaron al niño que estaba con María, su madre. Se postraron de rodillas para adorarlo y abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.

No sabemos detalles de cómo sería ese encuentro entre los sabios del oriente y la familia humilde de Nazaret. No sabemos lo que comentaron los vecinos y parientes de esta vista tan importante. Porque a los pobres no suelen visitarlos los reyes ni los príncipes, ni tampoco recibir regalos tan finos y tan caros. Sin embargo, estos personajes, al ver al Niño pequeño y frágil lo reconocieron como el Mesías, el Hijo de Dios y se inclinaron delante de Él para adorarlo. No suele ocurrir esto en ningún lugar del mundo: que personas tan importantes como son los sabios y los reyes se arrodillen delante de un recién nacido para adorarlo.

Villancico mientras los niños colocan los reyes magos en el pesebre.

Cuento: El rey astrónomo.
Eliana Araneda A.

Me llamo Gaspar y desde pequeño me ha gustado la astronomía. Viví largos años mirando el cielo y tratando de descubrir nuevas estrellas y constelaciones. Tuve dos amigos, sabios y estudiosos de las matemáticas que viendo mi afición por las estrellas se unieron a mí y los tres decidimos dedicarnos a la astronomía por el resto de nuestras vidas. No hay nada más bello que una estrella, nada más interesante, nada más luminoso que ellas. Uno termina por conocerlas una a una, pero son tantas que faltarían años de vida para llegar a conocerlas a todas. Les hemos puesto nombres a algunas y ellas cuando se sienten observadas nos hacen guiños y nos envían besos con el viento.

De los recuerdos más cautivantes que atesoro es aquella estrella luminosísima que nos llevó de oriente a occidente para mostrarnos el lugar donde había de nacer el Salvador del mundo. Ese fue un viaje largo y fatigoso pero eran tantos los deseos de conocer al Rey del universo que bien valió la pena tanto sacrificio. Cuando pasábamos cerca de un palacio o de una elegante mansión creíamos estar llegando al lugar que esperábamos sería el hogar del Hijo de Dios, pero la estrella no se detenía y continuaba su recorrido.

¿Es aquí donde vive el Hijo de Dios? le preguntábamos nosotros y ella negaba con su cabeza y con su cola. Luego de unos días más de viaje, la estrella se detuvo en un pueblito de Judea, más precisamente sobre la casa modesta de una familia también modesta. Yo, Melchor y Baltasar, que así se llamaban mis amigos, nos miramos confundidos sin lograr entender cómo el Mesías, podría vivir en aquel lugar. La caravana nuestra con sus vistosos camellos y los cofres en que venían nuestros regalos para el niño causaron tal expectación entre los vecinos del pueblo, que creo que se vaciaron las casas y poco a poco un tumulto bullicioso se paró a nuestro alrededor. Nunca habían visto antes una caravana de reyes extranjeros, montados sobre camellos y acompañados de pajes y criados.

Pasaron largos minutos en que mirábamos a la estrella pensando que en cualquier momento se pondría en movimiento hacia otro lugar. Pero porfiada ella, no se movió un centímetro más. Finalmente tuvimos que entrar a la casita sobre la cual brillaba con una luz especialmente intensa. Lo que adentro vimos fue la sorpresa más increíble y hermosa que hayamos experimentado en nuestra larga vida.

Una jovencita de no más de 16 años estaba inclinada mirando con verdadero éxtasis a un niño que yacía en su cuna. El niño la miraba con intensidad y en su boca se dibujaba una sonrisa dulce y tierna. Se contemplaban mutuamente. Muy cerca, del otro lado de la cuna, un joven cantaba una canción infantil con voz suavizada por el silencio y la solemnidad de la ocasión. Era una escena difícil de olvidar. Fue tanta nuestra impresión que sin saber cómo, nos arrodillamos ante el niño y su madre y lo adoramos. Sin duda, era el Mesías, el Hijo de Dios, hecho hombre, el que habría de salvar al mundo. Nos quedamos en silencio por mucho rato, no era necesario hablar ni explicar nada.

Ahora que soy viejo, me gusta recordar esa escena porque cada vez que lo hago se me llena el corazón de gozo y de paz.

Comentamos el cuento:
¿Qué les ha parecido?. ¿Qué les llamó la atención?. ¿Algo nuevo en la relación al día anterior?.

Rezamos el Avemaría tomados de las manos y pedimos a María y a José que nos cuiden y nos protejan de todo mal.

Se ponen villancicos para dar ambiente navideño.

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