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Treinta años del asesinato de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador

Su proceso de beatificación se encuentra en la fase romana

SAN SALVADOR, domingo, 14 de marzo de 2010 (ZENIT.org-El Observador)

Este 24 de marzo se cumplen 30 años de aquel fatídico día en que la vida de monseñor Oscar Arnulfo Romero, entonces arzobispo de San Salvador, fuera segada en el altar, mientras celebraba la Eucaristía en la capilla del hospital para enfermos de cáncer Divina Providencia de la capital salvadoreña, en el contexto de la cruenta guerra civil que vivió ese país centroamericano.

Conversión y esperanza

El 15 de agosto del año pasado (fecha del cumpleaños número 92 de monseñor  Romero), la Iglesia católica salvadoreña puso en marcha un amplio programa  de actividades conmemorativas bajo el lema "Monseñor Romero, esperanza de  las víctimas", que ha incluido, además del congreso teológico "A los 30  años del martirio de Monseñor Romero: Conversión y Esperanza", una serie  de conferencias, marchas, peregrinaciones, celebraciones litúrgicas, la emisión de sellos postales con su imagen, la difusión de una novela
 radial, la exhibición de materiales fílmicos y la tradicional Vigilia de la Luz, entre otros.

"Celebrar a monseñor Romero es traer al presente sus llamados a la trascendencia, al rechazo a los nuevos ídolos que acechan a la sociedad actual, a asumir nuestra fe con una profunda dimensión histórica y a ver en los nuevos y antiguos rostros de la exclusión, el rostro de Dios", ha consignado la Fundación Romero en un comunicado.

Al lado de las víctimas

El cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Consejo para la Justicia y la Paz, en la introducción al libro "Oscar Romero: Un obispo entre guerra fría y revolución", dice que el arzobispo salvadoreño "fue asesinado por haber denunciado la violencia procedente de cualquiera de las partes" enfrentadas (el Gobierno y la guerrilla).

"Lo mataron en una sociedad que se precipitaba confusamente en la guerra civil, porque durante mucho tiempo se había eludido el reclamo por la justicia y al final, tanto una parte como la otra, sólo veían la solución de las armas". Y añade: "Después de haber dedicado toda su vida al servicio de Dios, Romero vino a ser un profeta de justicia y de paz. Sus homilías, transmitidas por la radio, eran seguidas por todo el país, por amigos y adversarios. Porque Romero decía la verdad... porque era una voz humana,  religiosa, fraterna, para decirlo mejor [...] consideró que era su deber hablar alto y fuerte a favor de la paz, de la justicia, de la reconciliación".

En tanto, monseñor Vincenzo Paglia, obispo de Narni (Italia), postulador de la causa de beatificación del obispo salvadoreño, decía hace dos años en L'Osservatore Romano: "Romero fue víctima de la polarización política, que no dejaba espacio a la caridad y a que ejerciera como pastor. Fue contrario tanto a la violencia del gobierno militar como a la de la guerrilla y vivió como pastor el drama de su rebaño".

En el mismo diario vaticano, el prelado añadía: "más allá de lo que se dice, (Romero) contó con la solidaridad de dos pontífices (Pablo VI y Juan Pablo II), como lo documenta el diario del mismo Romero. Eso constituye un punto firme para el proceso de beatificación"; además señalaba que "el mismo Juan Pablo II ha reconocido públicamente su figura, cuando visitó su tumba en circunstancias dramáticas y también cuando lo citó entre los mártires del siglo XX y oró por el 'inolvidable monseñor Oscar Romero, asesinado en el altar'".

Se instaura el Día de monseñor Romero

En el marco del trigésimo aniversario del asesinato, la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó el pasado 4 de marzo, un decreto que instala el 24 de marzo como "Día de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez", con el beneplácito de la Iglesia católica y de las iglesias históricas con presencia en ese país, así como de muchas organizaciones sociales. La causa de beatificación de Oscar Arnulfo Romero, cuyos restos yacen en la catedral metropolitana de la capital salvadoreña, inició su proceso diocesano en 1994 y se terminó en 1996.

El proceso fue presentado a la fase vaticana ese mismo año y en 1997 se recibió de Roma el decreto por medio del cual se aceptaba la causa como válida, debido a que todos los pasos dados en el proceso diocesano están hechos de acuerdo a las normas establecidas.

Por Gilberto Hernández García