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Hermana Muerte

Punta de Tralca, Chile, 3 de Marzo de 2004

Queridos hermanos y hermanitas:

Muchos ya sabrán, y otros no, que estoy en Chile desde el 12 de noviembre pasado. Recibí urgentes avisos de que mi mamá estaba de extrema gravedad en el hospital. En 3 días estuve en Santiago y mi hermana Magina llegó al día siguiente desde EE.UU. Nuestra mamá había querido salir del hospital “para recibirnos en casa”. En esos días había tenido una íntima experiencia religiosa que nos relató luego como “un infarto de amor con Jesús”. En los días en que me venía desde Mozambique dos misioneros me contaron con profundo dolor que no habían podido llegar a tiempo para despedirse de sus padres. Yo rogaba al Buen Señor para que pudiera estar en su despedida. Creo que el gran amor que mi mamá y Dios nos tienen –el mismo amor compartido-, permitieron que pudiera acompañarla día a día durante 2 meses y medio. Es una inmensa gracia que agradezco. Su Pascua fue el 3 de febrero, hace 1 mes hoy día. Desde que era niño no recuerdo haber estado tan cerca de ella. Fue un gozo y alegría poder habernos juntado por 8 días con mis dos hermanas los 4 con la mamá. El 16 de noviembre celebramos el cumpleaños de mi hermana Fernanda con la familia y amigos en el Hogar de ancianas que fue su casa en estos cuatro años de su dura enfermedad.

En enero su dolencia (esclerodermia) le provocó una aguda insuficiencia renal y fue nuevamente hospitalizada de urgencia. El paso médico a seguir es la diálisis renal, lo que le daría una 'yapa' de vida pero en condiciones difíciles de soportar. Entonces había que preguntarnos nosotros y en último término ella misma sobre si estaba dispuesta a entrar en este proceso y estado de dependencia de una máquina dializadora de su sangre, o atenerse a la naturaleza y a lo que su cuerpo fuera respondiendo con la fragilidad o fortaleza de la que nos ha dotado el Creador.

Estuvimos más de 4 horas con la Togó acompañando a la mamá y conversando los tres calmadamente sobre esta situación. Recibió muchas visitas, y especialmente la de sus compañeras de liceo con jugosos y entretenidos recuerdos de los años escolares y de recién casadas y de mamás que fueron compartiendo a través de los años. La amistad es bálsamo en la vida y en la muerte. Se encontraban de buen ánimo y entretenidas por ese presente de los años vividos. Comenzaba así una sutil y profunda catequesis sobre la muerte entre todos nosotros. Una de las experiencias más cercanas a la propia muerte es la muerte de aquella de la que Dios fue tejiendo nuestro cuerpo. Después de que se fueron sus amigas, la mamá decidió serena y valientemente no someterse al proceso interminable y molesto de la diálisis cotidiana que difícilmente soportaría con paciencia y sometimiento. Entonces los tres con mi hermana Togo celebramos allí mismo en el hospital el sacramento de la Unción de los enfermos. Ya hace rato que la hora de la visita había pasado. Fueron momentos muy emocionantes y tranquilos de comunión familiar en el amor y la esperanza. La familia y los amigos, en esta tierra y en el cielo estuvieron allí presentes. No era una renuncia a la lucha sino una entrega confiada al camino menos doloroso. Estoy admirado y emocionado.

La mamá ha emprendido su Pascua el día 3 de febrero hacia el mediodía. Horas antes comenzaba su Pascua la señora Marta, mamá de mi querido hermano sacerdote Cristián. Galo dice que Marta, preocupada siempre de todas las personas, pasó a buscar a Magdalena. Estaba durmiendo mi madre cuando con Marta se encontraron partiendo al recibimiento de amigos de la vida y los por conocer en la fiesta familiar del Amor de Dios. Y entre todos nos cuidan y acompañan. Hoy día mismo, aquí en Punta de Tralca conocí a Saye, una chiquilla que conoció a mi mamá hace 4 años, sentadas juntas en una Misa en la catedral de Santiago. Esta ciudad tiene 6 millones de habitantes, pero ese día a ella mi mamá le mostraba fotos y le hablaba de su hijo misionero en Mozambique y de sus años en Peñalolén junto a Pedro, Rodrigo y Galo que también aparecían en las fotos. Saye no me conocía pero me lo contó hoy día, justo a un mes de la partida de mi madre. La vida es una Sinfonía que hay que aprender a escuchar, y la muerte un movimiento central y pascual de este concierto.
Mi hermana Magina vino desde Asheville y hemos concelebrado una Eucaristía con el templo repleto de cariños y compañías. Una de las cosas que más nos sorprendían es que casi todos de los amigos nos daban un abrazo de condolencias con la boca llena de risa y la mirada de simpatía. Es que estábamos serenos y mi mamá era cálidamente acogedora con la gente que llegaba de afuera. Gustábamos además el sabor de tenernos. Se produjo un mágico clima familiar de reencuentro y comunión entre las distancias de tierras, tiempos y edades. Creo que estamos todos agradecidos. Mi mamá terminó por fin su incómoda enfermedad que era ya una penitencia. Lo último que quiso hacer es "ir a comer pescado". Fuimos con la Vivi a un restaurante que resultó ser de un italiano y una chilena que habían vivido en Mozambique, ...más coincidencias. Comió pescado. Y como desafiándonos a nosotros, las reglas, las dietas, la enfermedad y a la vida misma le echaba sal a su ensalada mientras nos miraba impasible. Yo estaba cansadísimo, así que no le regañé nada y ese mismo día me iba a descansar por unos días al sur al sur. Al día siguiente mi madre entró nuevamente al hospital; ya había tenido su Última Cena. Quedamos los tres con mi madre más cercana y esperamos volver a abrazarla bella y joven en la fiesta del cielo con todos. Amén.

Kwenda