Maringwe 24

Maringwe, 23 de diciembre de 2011

Muy queridos amigos y amigas:


Hace ya tiempo que no escribía pues me puse a ensayar unas crónicas mensuales que mandé sólo a algunos porque de repente eran demasiado lateras… Pero me gusta y necesito escribirles… aunque no me respondan, es para sentir que no ando solo por aquí tan lejos, en un rincón de África.

El 3 de julio pasado bendijimos con obispo, invitados, bailes, ritos, buena comida, cantos y teatros la nueva capilla que nos demoramos un año en construir. Hasta mi hermana Magina y Gloria vinieron desde Estados Unidos!! Lo pasamos chancho, a todo trapo (trapo africano y de Maringwe, se entiende…).



A las dos semanas se me echó la yegua sin vuelta… no podía dormir y andaba de un mal genio insoportable. Era demasiado… casi 4 años al hilo sin descanso, me lloraban a gritos unas vacaciones. El 2008 me saqué la mugre visitando todas las semanas mis 60 comunidades en aldeas cercanas y lejanas. El 2009 seguí en esto pero condimentado de una dura persecución política con amenazas, insultos públicos, amedrentamiento a los católicos, a mis amigos, matonajes, palizas… uff!!; 2010 la Congregación de Hermanas cierra su comunidad en Maringwe, llega (del cielo) Claudia y hay que acompañar su duro proceso de ambientación; organizo con esfuerzo y paciencia un Symposium para curas de 5 diócesis; partimos con la esperada construcción de una iglesia más grande casi a puro pulso, preguntando aquí y allá cómo se hace…; comenzamos un lento proceso de implementar una Biblioteca parroquial; este 2011 le damos duro a la construcción, organizamos una chacra comunitaria del grupo de seropositivos Kuphedzana… pufff!, en agosto yo peinaba la muñeca silbando y rascándome una oreja con la pata…


El 8 de septiembre partí de vacaciones, junto con Félix, que quería ir a Chile para visitar amigos y ver la posibilidad de un doctorado allá. Pasamos a Argentina, a la casa del amigo Fabián que después de visitar Maringwe organiza entre sus amigos una colecta mensual para que podamos comprar leche para los niños del barrio en la Brincaescolinha que reinventó Claudia. Son amorosos estos argentinos…



En Chile visitar a la gente querida: Angol, Los Ángeles, Valdivia, Llanquihue, Puerto Varas, Pto Montt y Chiloé, a Colo, donde está mi hermano Mariano Puga, dando testimonio de la Vida con sus sandalias, su acordeón y una paciencia infinita, que son  ingredientes de su amor a Jesús y sus hermanos. En Colo uno se da cuenta de que estamos en distintos barrios de un mismo País. Ni idea tenía que en Valdivia me iba a encontrar con que Carlos, la Vero, Gastón, Matilde, Violeta, Viviana, José, Gloria y el resto, habían adoptado al entrañable Mariano como hermano de familia. Con ellos partimos a Chiloé…

En Santiago no se me cierra la boca, mirando las torres, los túneles, las ciudades nuevas con palmeras transplantadas, puentes de un cerro a otro en la cordillera y los estudiantes en la calle pidiendo que este crecimiento sea para todos. Me veo cada día más rústico, pasado de moda. Ellos hablan claro, con verdades verdaderas y mirando de frente, con preguntas de todos a ministros sin argumentos y analistas de acotaciones hueras. La gente los apoya porque son sus papás y sus tíos, el pueblo. Estoy de verdad en otro barrio, diferente al de Colo y Maringwe. ¿Se acordarán de nosotros? ¿O seguiremos sin salir del National Geographic?  Me salvan un poco de esta duda Felipe, la Paty, Juan y algunos otros amigos médicos chilenos que pagan entre todos becas para estudiantes de medicina mozambiqueños. Fue lindo ir a agradecerles personalmente a Puerto Montt.

Pero de que estoy rústico… no hay duda. De las vergüenzas que habré pasado me di cuenta de pocas. Para empezar llegué con unas hawaianas impresentables a Pudahuel. En la mesa del arzobispo me puse en mi puesto la bandeja que era para los dos, y la pobre señora de la cocina no sabía como explicarme que no, que ese no era un plato, sino que la bandeja para monseñor y usted…! (ya en la calle me reía a gritos). Don Ricardo es simpático y muy comprensivo.

De lo mejor que hice en vacaciones fue celebrar con la comunidad en Peñalolén, mi familia, mi historia; encontrarme con mi hermana Togó y su hijo Diego, tan buenos, tan alegres y simples los dos (ambos son radiantes Testigos de Jehová ahora y me alegro –aunque no sé cuanto les irá a durar esto…), e ir a visitar a Don Benja a Lloleo. Don Benja es el prototipo que yo tengo como cura. Pensar en él me emociona y me entusiasma. Siempre está presente, siempre está tratando, empeñado, humilde y confiado. No se fija mucho en el “qué dirán” y tiene clarito que todo el mundo vale lo mismo que un Papa. Por donde él ha pasado la gente termina queriendo ponerle su nombre a una calle. No quieren, no queremos que se nos vaya. Momios y comunistas lo respetamos, porque la humilde verdad impone humilde respeto. Don Benja es un buen capítulo en la vida de los que lo conocemos. Me gustaría ser como él…



Beira, 28 de diciembre de 2011
En mitad de las vacaciones estaba cuando me avisan que mi casa de Maringwe se incendió… bajón tremendo, silencio, bajón. Mis libros, mis fotos, mis tesoros. Una vela. Nadie salió herido y eso salva… Que se le queme la casa a uno no es chiste. Lo poco que uno tiene… por ahí, menos mal que es poco. Claudia tuvo la fina delicadeza de impedir que alguno sacara fotos: “nadie merece ver su casa quemada” dijo. Además, no hay que sentarse a llorar y con una fuerza que ya quisiera ver en algunos curas y monjas, se puso a movilizar a toda la comunidad para que la casa estuviera reconstruida para cuando Roberto vuelva. Y así fue, y más linda quedó la casa porque la pintaron. Vale un cielo esa Claudia, más linda…. Le vino una malaria a ella que deliraba y hasta sangre por los oídos le salía... El cielo cuesta; sangre y lágrimas cuesta. Y son poquísimos los que quieren pagar este precio. Por una vez o por un tiempo algunos lo hacen… 
 A las dos semanas me avisan que se murió el padre Bruno, un italiano de fuste, alegre y con garra. Quería venirse a Canxixe conmigo y de lo último que hice antes de salir a Chile fue ir a averiguar si era verdad eso. Era verdad, pero Dios lo llamó antes. Me quedé, nos quedamos sin Bruno. Lágrimas. Dos días después avisan que se murió el p. Emilio, que justamente había ido a confesar a Bruno al hospital (ya parecía chiste del loro el asunto). A Emilio lo llamó el Señor en el camino de regreso, después del funeral. Un misionero de recia madera él. Se gastó y desgastó en los campos de refugiados durante la guerra. Lo conocía todo el mundo. Queda tanta pega por hacer… y uno tan re penca por la madre..!
Volví a África y me recibió la casa nueva, hermosa, la comunidad querida y los eternos cabros chicos de nuestra Brincaescolinha andando a poto pelao por todos lados. Maringwe es mi familia, mi esposa, los que me soportan y a los que soporto, los que me cuidan y a los que cuido. Los que no se van.
Les escribo cuando ha pasado Navidad. Ese día en la tarde, antes de la Misa, típico, se largó a llover. No sé por qué pero en el programa del cielo está pegao que llueve en Maringwe pa’ Navidad. Pero este año se mandó un chiste Diosito. Diez minutos de un viento ruaj, con tromba y sonido y anduvo volando casi todos los techos de zinc del pueblo. Nuestra capilla quedó sin nada, pelá la pobre, sin techo.



 Como tapa de yogurth lo levantó el viento; vinieron a sacarle fotos de la Administración. Pasó en la Escuela y en el hospital, en el mercado y en las casas de los ricos comerciantes del pueblo. Siguió lloviendo y no hubo Misa esa noche. Todos agradecíamos sorprendidos de que a nadie le hubiera caído un palo o una plancha de zinc en la cabeza (que se ha visto)… Fue como que Dios habló dos veces esa tarde. Yo en diez minutos doy un chirlito a lo que los enorgullece a ustedes y al mismo tiempo protejo a los niños y a los pobres… Que nos proteja Dios, yo le pido, que aprendamos a ser pobres y niños, Amén


Kwenda

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