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"Kupedzana"

Maringwe, 23 de junio de 2010 

Queridos amigos y amigas:

Finalmente las Hermanas decidieron salir de Maringwe. Fue muy triste. Dijeron que no se iban por las presiones políticas, pero que ya no se sentían a gusto de trabajar pastoralmente aquí… Se fueron con rabia… (arrancaron plantas medicinales de su patio y hasta la reja del gallinero se llevaron; patético ver a tres monjas tratando de desenterrar a tirones una palmera que habían plantado). Nosotros como que nos quedamos huérfanos… Y es bien verdad, porque ni 10 curas hacen lo que dos o tres monjas pueden significar en medio del pueblo; pueden entregar un ambiente maternal cuya presencia dé una insustituible sensación de seguridad y protección. Ha sido realmente una gran pena… nos quedamos con la casa vacía. Coincidentemente andaba por aquí Claudia, una chilena que se hastió después de 9 meses en Inglaterra trabajando para una gran ONG que se llama HUMANA (CICD), a la que debería denunciarse por hacer lucrativos negocios vendiendo la pobreza de África. Le propuse al Obispo que ella se quedara asegurando la casa de las Hermanas el resto de este año y se hiciera cargo de ‘Kupedzana’, un bonito grupo de 40 seropositivas que había organizado Araceli hacía 2 años. Dom Jaime aceptó y Claudia está llevando adelante ese tremendo desafío y es realmente notable como ha dinamizado el grupo llegando a atender a otras 100 personas vulnerables. Mucho entusiasmo le pone la Claudia.

Adaptarse sin ninguna preparación a una cultura y ritmo diferente de vida y en dos lenguas desconocidas es una tarea nada nada fácil. Lo está tomando con humor y muchísima paciencia. Ahora vive en la casa con Isabel y Aída, dos chiquillas de nuestro grupo vocacional ‘Caná’. Para mí ha sido un consuelo poder volver a copuchar en chileno, aunque es evidente que mi vocabulario ya es bastante añejo: la Claudia se ríe a carcajadas cuando digo palabras como ‘frigider’ (la casa de las hnas. tiene uno), ‘mameluco’, ‘metapío’, ‘la chaleca’, ‘en denante’, ‘pituco’, ‘gomina’, etc. Por otro lado, la Claudia lleva tres meses diciendo casi todos los días “—ya voy cachando” (…y la verdad es que puede completar años “cachando”). Hay que hacer un ejercicio de humildad muy grande para adaptarse y dejarse amoldar por otra cultura. Y para los misioneros eso no siempre es posible, pues hay una tendencia natural a pensar que los propios criterios son los más adecuados. Creo que sólo en la vejez uno llega a “cachar” que la vida y el pueblo tenían razón.

Generalmente los pobres, los que poseen poco o nada que perder, tienen fuertes y poderosas razones para hacer lo que hacen, porque son razones que se enraízan en el corazón, del que son absolutamente dueños (los ricos han entregado su corazón a las conveniencias del dinero o del poder). Pai Buleza es de los pocos varones que integran Kupedzana. En los años en que acabó la guerra tenía una cierta posición de prestigio y de influencia en Maringwe. Era joven, inteligente y sociable, como también Marita, su señora. Apareció entre los estragos, las ruinas y los carros de guerra abandonados un hombre desnudo y perdido. No hablaba y se escondía y asustaba a las personas. No sé por qué razón llegó a ser llamado ‘pantsi’ (abajo). Pai Buleza decidió acogerlo en su hogar, cuidarlo, aguacharlo, protegerlo e insistir para que se vistiera y darle baño medio a la fuerza. No consiguió nunca que Pantsi hablara más de dos palabras en sus días más eufóricos, pero sí consiguió que sonriera y mirara con cariño. Mucha gente criticó a pai Buleza. Que no valía la pena, que era un peligro para sus hijas pequeñas, que no había caso y que mejor se tratara de ubicar a su familia. Nadie sabía de dónde venía y cómo es que llegó a Maringwe ese tal Pntsi. Era sólo un pobre despojo de guerra.

Pero acogido en casa ‘mano Pantsi’ fue recuperando la vida junto a los hijos de pai Buleza y de Marita. Ya conté en una carta anterior que ella abandonó su hogar detrás un aturdido y su marido entró en una aguda depresión que lo dejó turulato y con un par de dolorosos furúnculos que apenas se operó el año pasado, cuando los curanderos no sabían ya qué hacer. Las hijas mayores se han ido, Olimpia estudia 3º medio en Beira y sólo quedan los más chicos en casa. Pai Buleza me contó la historia de Pantsi a la vuelta de su operación: “Quien iba a decir que él nos iba a cuidar a todos después…” Mano Pantsi es en tiempos de crisis como el pilar de la familia… y de los pololitos que hace en el mercado muchos días es de lo que se come en casa. Creo que es algo en qué meditar especialmente en Cuaresma y en Semana Santa: el crucificado es el que nos da vida; y también para hacerle caso a que “sólo el amor convierte en milagro el barro, sólo el Amor consigue encender lo muerto”. Pai Buleza tiene razón y enseña el camino, junto a mano Pantsi… en medio nuestro.

Por nuestro lado, después de casi 6 años juntando chaucha y chaucha, y con ayuda de las colecta para las Misiones que se hace en todos los países en octubre, nos pusimos a construir una nueva capilla en Maringwe. Eso de construir un templo para la Comunidad, un lugar dedicado a que sea la ‘Casa de Dios’ es una cosa impresionante. He ido algunos días en solitario a rezar al lugar elegido. El 20 de junio llamamos al Nyakwawa local y celebramos juntos las ceremonias de invocación a los Antepasados y bendición del lugar. Fue real, realmente muy muy bonito y consolador. Una celebración fortísima y alegre de la Presencia de Dios entre nosotros. Es de las liturgias más hondamente sentidas en las que he participado en mi vida. Había Espíritu que nos tomaba en comunión con Dios y entre nosotros, presente en cada niño, anciano y adulto, católicos y no católicos. Con una Precesión presididos por la Cruz floreada a la que abrían paso las danzarinas, caminamos desde el lugar bendecido para la construcción hasta nuestra capilla para continuar la Misa. Luego, un hermoso almuerzo de todos. Ahora estamos entre arenas, cemento, agua, piedras, preparándolo todo para mañana marcar la planta en el terreno limpio de arbustos, con el altar orientado al sol. En el ajetreo mi camioneta volvió a resentirse y hace ya como mil kilómetros que ando con la barra de dirección amarrada con alambres y tiras de goma… como con la pata enyesada anda la pobre vieja. Y a mí me tiene rezando todo el tiempo de manejo.

Hemos visto algunos partidos del Mundial en el ‘cine’ de mano Marco, una casucha de coligues y una tele, pagando como 100 pesos la entrada. En dos de ellos hemos tenido que abandonar el partido cuando poco menos que las hormigas nos sacaban en andas. Hay una impresionante invasión de hormigas en Maringwe desde hace ya dos meses. Andan por todas partes sin descansar. Con suerte algunos logran dormir en las noches. Nosotros untamos las patas de camas, mesas y sillas con parafina. Otros dicen que el cemento es lo mejor, cada uno con su receta contra las hormigas. Los antiguos alegan que anuncian un año malo de alimentos… cuéntate una nueva.

En estos días ando pidiéndole al Señor que nos dé paz del corazón, generosidad en todo y paciencia con el tiempo, con los cambios, conmigo, con la gente, con la vida y sus empeños… y lo mismo pido para ustedes: que seamos hoy día y mañana bendecidos, amén

Un abrazo

Kwenda

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No hay que morirse sin Africa en el corazón