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Maringwe 17

Beira, 4 de septiembre 2008 

Queridos hermanos y hermanas: 

                                   Pa no dejar las historias truncadas, sigamos con el Manuel; resultó al fin que el robo de la camioneta verde no era más que un simple ensayo: al domingo siguiente a la salida de misa faltaba en casa el celular de Severino (sip, porque toodo el mundo ya tiene su celular en Maringwe… no hay caso, tenemos la comunicación como necesidad básica, entrañable, originaria –entonces la pregunta fundamental viene a ser no “por qué” vivo, sino “para quien” vivo). Mariano descubrió huellas de unas zapatillas que comenzaban en a ventana (raro), siguiendo el rastro llegaron a… Manuel po!  Duro y difícil… tiene apenas 10 años y ya anda metiéndose a robar. Entre medio me di cuenta que me faltaban dos linternas, la grande y la chica. Se vino ‘detenido’ Manuel a nuestra casa. Dijo que las zapatillas las usaba Mozinho. A buscar a Mozinho. Llegó con amigos: Bebe, Maninho, Mudiwa y otros (Malisani andaba fugado de la casa ese día, llegó en la noche y se sumó al grupo de los ‘detenidos’). Acusaron a Manuel y dieron el escondite del celular. Eran una banda sin experiencia y querían puro hablar de sus hazañas. Salieron al baile unas platas. Las que le habían robado a la Nikkie hacía unas semanas. Pai Buleza no pudo rechazar cuando su pequeño le entregó algo más de la mitad del botín. “Que lo había encontrado” le dijo (claro, no le explicó dónde). Casi todos los del grupo tocaron algo, recibieron alguna ropa de regalo. También hablaron de billetes “que no servían” (dólares y euros –nos han robado de casa en noviembre y junio € 900 y US$ 600). Así que al otro día llamamos a la policía y se fueron todos ‘detenidos’ de verdad al cuartel. Los vecinos aprobaban: que los atajáramos ahora y que los papás se hicieran responsables para no llorar peor después. Una pena y vergüenza para todos nosotros. Esa tarde me fui a una comunidad con el corazón en la mano. Al final entre todos los papás repusieron el dinero mozambicano robado. Del otro no se tuvo más noticia. Después de un tiempo los niños me han seguido saludando y subiéndose a la camioneta. De Manuel ni la cara. Sólo el sábado pasado, después de dos meses, apareció al ensayo de bailes para la misa. Le devolví su gorro –confiscado en la ‘detención’– y se le caía la cara de risa, de alivio, de recuperar la vida y el habla. 

 

Esto de los robos me deja pensando pa’entro. El Génesis cuenta que Adán y Eva ‘robaron’ lo que no debían. San Juan de la Cruz (¡grande!) sufre porque le han robado el corazón sin llevárselo. Judas también era ladrón, como los que acompañaban en la cruz a Jesús. En fin, un tema.  En Beira, como en Chimoio y Maputo, han comenzado la práctica horrorosa de quemar a los ladrones ‘in situ’. Así no más: tráete un neumático… amárralo… todo el mundo mirando y aplaudiendo… el fuego y el espanto. Si me encuentro con algo así en la calle, capaz que me vaya quemado yo también, porque no lo voy a permitir. 

Al leer estas cartas parece medio de película la vida aquí. Uno cuenta lo que impresiona, lo que se te queda en colores en el alma. Pero hay mucho que uno no cuenta. Las decepciones mayúsculas de las personas y de uno mismo. Los fracasos de los planes. Los magros resultados, las frustraciones que lo dejan a uno serio y triste… Se necesitan toneladas de buen humor y de corazón pa seguir en pie y soñando. Muchísimas veces uno no tiene tanta pana, pero sabe que ya no hay remedio… Ya no me puedo imaginar la vida sin África. Me han amarrado, estoy casado, estoy cazado. Entiendo mejor las protestas de Jeremías y las desolaciones de Oseas. Hablando de esto con Jannie, que lleva en Mozambique 13 años, me recordaba ella que la vida es difícil en todas partes. En Ámsterdam, en Beijin, en Santiago y en Maringwe. Cada sitio con sus temas. Y una de las cosas que más cuestan en África, es el ‘mundillo’ que se va armando sutilmente en torno a los blancos. El africano ve al blanco como poseedor de absolutamente  todos los recursos. En parte tiene razón, porque muchas veces cuando un blanco habla y pide algo, todo el mundo, aun en las esferas de poder, al menos lo escuchan (o “hacen como que lo escuchan”; al negro pobre lo echan en cuanto se acerca). Eso aparte de los recursos que trae desde su propia tierra. Entonces todo el mundo está interesado en llevarse algo, beneficiarse de esa fuente de lo imposible. Y se arman las rencillas …y las mentiras. Hay mucho que tenemos que aprender en el tema del acompañamiento y la ayuda. Lo principal es tejer lazos de amistad y de aprecio genuinos. En esto me sorprende la inmensa estatura moral de Severino, Luisa o de Zeca, por ejemplo. 

 

El valor humano de mucha gente de aquí me parece muy superior en profundidad y en “sensación vital” (tipo ‘sensación térmica’) a la de personas de la misma edad en nuestros países cuyas preocupaciones no pasan mucho de la televisión, negocios y juegos (computadores, Internet, fútbol, compras, fiestecillas, etc., ‘salvando’ en los estudios y en las pegas), que, creo, deben terminar, después de años de esa feria en un desconcierto y soledad vital. La pobreza da una austeridad de vida que te hace creativo y solidario. Creo que nos falta eso. Ser más artesanos de la vida con pocos recursos y que sanan el ambiente y las personas descubriendo y desplegando la belleza oculta en ellos y en las cosas. Inventar e invitar a descubrir con poco y con paciencia. Caminar, lo más que se pueda, a pata pelá, y enseñar a los hijos a caminar igual; el gusto de sentir la vida sin falsetes y con el cariño como perfume personal. Igual se puede. Quizás no de hoy para mañana… pero se puede. 

  

Beira, 25 de septiembre de 2008 

Masconta Paulo llegó a buscarme para ir a su comunidad de Santa Ana Nyamithamba. Pero amenazaba lluvia ese día. Fea la cosa. Esperamos a ver si pasaba un poco el mal tiempo. Nada. Que vamos igual, que allá no está lloviendo, que mejor nos quedemos a dormir en casa de pai Chico a mitad de camino. Que la gente igual va a estar esperando. Como se te ocurre, con esta lluvia se deben haber ido todos.  Pero vamos de todos modos. Se hizo oscuro. Pa que decir el camino, de noche y con lluvia, entre los árboles de la selva tupida, hechos pa andar a pie o en bicicleta. Dobla aquí, nooo, a la derecha!!  En los árboles marcadas cruces pa indicar por donde se iba a la capilla. Kilómetros. Yo andaba ya más que desesperado. Llegamos, oscuros, cansados y mojados. Nadie. De pronto una linterna. Quien es? –¡¡el padre!!!!  Vino igual!!!  Si, hola, como están? (más o menos la respuesta era “–no estamos”). Carreras en la noche, alegría y curiosidad de los niños. Anda a matarte una gallina. No gracias, no quiero comer, quiero puro dormir. Mañana veremos qué pasa. Me llevaron a la pequeña choza preparada. ‘No sé pa qué vinimos’, pensaba yo bastante choreado consolándome con la lectura de un buenísimo libro de Tolstoi que compré en una feria de Corral (el libro numero 26 del año –los voy anotando). Pasada una hora, no, nooo…!!??. No puede ser. Cantos a lo lejos. Bastante lejos. Se acercaban. Salí a recibirlos en el frío y la oscuridad. Venían caminando los niños. El que los encabezaba tiene unos 16 años. Habían partido hacía cuatro horas desde Musomonga. Venían en la noche, cantando, mojados, descalzos. Venían para el encuentro. Venían tras la esperanzas, guiados por la fe en Dios y en este encuentro. Es que no puede ser!!! Me daban con su canto y su mirada otra lección de lo que es la vida. El encuentro está al frente. Hay que puro ir (kwenda), aunque andemos en la noche y con frío. El Encuentro y la Comunión están al frente. Lo peor hubiera sido que nosotros (de camioneta) no hubiéramos ido. La emoción me conmovía mudo y admirado. Uno no sabe casi nada. Dios sabe. El Espíritu que nos anima sabe y canta, viene cantando en el viento de la noche. Hicimos una buena fogata y ahora sí a comer, a contarnos y descansar tranquilos, juntos en Santa Ana de Nyamithamba. 

Quisiera contarles un millón de cosas más –tengo una lista–, pero temo ser latero. Mejor es que se hagan de ánimo y que vengan, aunque sea con oraciones o pequeñas ayudas para cocinar juntos el puchero de este Encuentro de Comunión. 

Un abrazo grande, estamos juntos 

Kwenda 

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No hay que morirse sin Africa en el corazón