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Maringwe 10

Maringwe, 6 de julio de 2005

Queridos hermanos, hermanitas:

Pareciera que los tiempos malos han pasado, por lo menos en lo personal. Aunque en las comunidades nos preparamos para una crisis de hambruna que se avecina. En estos días ha llovido algo pero son aguas a destiempo; las siembras ya estaban secas. Todo el mundo está expectante y los rictus de angustia son más frecuentes, especialmente en los hombres. Las mujeres parecen siempre vivir en otro ámbito, en otras esferas y sintonías. Ellas saben mucho antes estar prontas para las desgracias, están más cerca de la vida telúrica, de la sangre y de lo que no se ve. Hace dos semanas fui de visita a las comunidades de Luissi y de Djo-djo. Eran días de Luna Llena y en Luissi fui testigo de un cuadro inolvidable, de los que uno recordará cuando viejo y cada cierto tiempo andará infructuosamente explicando: ese día habíamos trabajado duro con los lideres de la comunidad examinando candidatos para el bautismo, y yo me fui a dormir temprano, cansado y dejando a los jóvenes danzando y a los adultos contando historias en torno al fuego. Pasada la medianoche me desperté con cantos y melodías nunca escuchadas, hermosísimas. Algo así debe haber oído Ulises, y creo que no estoy exagerando. Con los ojos cerrados y en duermevela escuchaba los cantos acompañados de rítmicos pasos de danzas a pie descalzo sobre la tierra a corta distancia de la machessa donde yo descansaba. Seguían y seguían; era la repetición de sólo tres palabras en un juego melódico de diversas tonalidades y en una escala musical distinta a la nuestra. Quizás lo más parecido que he oído sean las canciones folklóricas suizas o tirolesas. A veces una niña cambiaba una palabra por otra jugando con una nueva frase. La alegría e intensidad de las voces daban a entender que se divertían de lo lindo, una alegría y entusiasmo que contagiaba hipnotizando como los cantos de Ulises. Después de largo rato me atreví a abrir los ojos y sigilosamente indagar siempre con un temor a romper la magia del momento. Estaba la noche clarísima de Luna y la escena me apareció fantástica: unas doce mujeres viejas, adultas, jóvenes y niñas danzando en circulo que abrían y cerraban hacia atrás y adelante dando vuelta al ritmo de ágiles y complicados pasos con energía incansable y al canto como de viento que juega y que lo envolvía todo en una magia mística. Era el ritmo de la Luna. No había edades, había comunión. Eran las brujas cantando, un aquelarre bellísimo de la fuerza femenina. Quedé quieto y espantado, ...del verbo mudo. Era como si supieran y se transmitieran riendo entre ellas el misterio de la vida. Como que el tiempo no pasara y lo supieran todo. Expresaban la alegría del conocer sin palabras y de una conspiración creativa y creadora en esa canción siempre la misma y siempre cambiante. Recordé que hace unos dos años había escuchado algo parecido cerca de mi casa en Maringwe cuando unas curanderas atendían a una vecina. En la noche me pareció entonces que el viento jugara entre las hojas de los árboles, pero eran ellas, las brujas que conjuraban a las fuerzas de la vida que sanan, las fuerzas de Dios en la vida.

Esas mujeres cantaban y danzaban pasada la medianoche después de haber estado en el campo trabajando, recogiendo, cortando y cargando leña, en el río lavando ropa y llevando bidones y cántaros de agua a la casa distante, después de cocinar y hacerse cargo de niños sanos y enfermos, de patos, chanchos y gallinas. Alguna de ellas danzaba esa noche con el crío a la espalda. No lo puede uno creer ni consigue 'evaluar' esta vida secreta y mística que llevan las mujeres en Africa (o misteriosa, por tratar de calzar una palabra). Yo sé que la mayoría de ellas no es que no sepan..., sino es que no se pueden siquiera imaginar lo que es un teléfono, ni pensar siquiera que pueda existir algo así, ...y de comunicación sí que ellas saben. Algo que a nosotros se nos está olvidando.

(y por piedad les pido a mis amigos que no me endilguen discursos feministas, marxistas o inquisidores, ...no meemos fuera del tiesto, por favor).

En mayo estuve 11 días viviendo en la aldea de Maeka. En el mudzi u hogar familiar donde vivía (un gran espacio con 10 o más chozas destinadas al anciano y cada una de sus mujeres, a sus hijos con sus mujeres, a los hijos solteros y solteras por separado, cocinas, almacenes, etc.), había una vieja curandera que preparaba sus medicamentos seleccionando hojas, cortezas, raíces y aceites medicinales. Después de algunos días me atreví a acercarme y preguntarle por los diferentes nombres y cualidades de sus yerbas; ...y como si uno le hiciera una pregunta de astrofísica a Stephen Hawking; lo más probable es que la pregunta estuviera irremediablemente mal hecha... por razones obvias no traigamos a colación la cara que pondría Hawking, pero esa viejita curandera de Maeka me miraba como diciendo “y este gueblanco que viene a preguntar sobre lo que es secreto y de todos modos no entendería...”. Ante mi insistencia me respondía “son hojitas, son plantas, cortezas de árboles, de todos esos árboles...” Definitivamente es misterioso para nosotros el pensamiento y el ámbito de las mujeres en Africa y quizás en muchas culturas. Conservan “todas esas cosas meditándolas en su corazón” (cf. Lc 2,19).

Me encontraba en Maeka alentando y apoyando la excavación del pozo de agua que nos fue prohibido por el gobierno el año pasado, con amenazas de cárcel y hasta de muerte. El agua no se puede prohibir. Este año no se atreverían a hacer lo mismo. Pero los campesinos tenían miedo y estaba yo ahí para respaldarlos y hacer frente juntos a lo que viniera. Comenzábamos la jornada cada día temprano haciendo juntos la oración de la mañana y terminábamos a la puesta de sol con la oración vespertina y la bendición sobre cada uno de los que había trabajado. Vinieron acercándose los vecinos a mirar incrédulos, y fueron más de 30 hombres los que ayudaron en turnos de a 4 en la excavación del pozo que tiene más de 10 mts. de profundidad y hoy abundante agua. No puedo negar que yo también sentía miedo, y cuando el jefe local fue a denunciarnos estábamos todos a la expectativa y yo no paraba de rezar un rosario tras otro. Fue un gran retiro para mí. Las autoridades dijeron “déjenlos, a ver si van a encontrar agua...”. El suceso que tuvimos alentó a un hombre de una aldea cercana comenzar a cavar su propio pozo en casa. La noticia fue expandiéndose por las comunidades. Estamos muy contentos.

Beira, 20 de Julio de 2005

La noche antes de venirme a Beira llegaron dos cartas de las comunidades de Nzangwe y de Nyamakalinde contando que ya habían cavado sus pozos y necesitaban ayuda en cemento para los trabajos de afirmarlos con anillas y ladrillos. Considerando que hay 3 pozos más en excavación, me veo absolutamente sobrepasado de trabajo con mi única bicicleta como medio de transporte. Faltan manos en Mozambique.

He venido a Beira para saber noticias de la feliz llegada de Félix este domingo, hace 3 días, a Santiago. Es el joven que en la noche de mi primer día en Mozambique (el 29 de julio del '98) se me acercó a chapurrearme entre inglés, portugués y francés preguntándome sobre Chile, el mundo, mis estudios y una pila de cosas. Quería saberlo todo. Es inquieto, inteligente y de una humilde simpatía este Félix. Hace 5 años le prometí que si acababa los estudios de cualquier cosa que fuera en Mozambique, yo le ayudaría a conseguir una beca para estudiar en una universidad chilena. Fue el Señor Dios quien se la consiguió. En septiembre pasado coincidió que hablaba Félix por teléfono con un cura amigo y estaba yo al lado. Quiso saludarme y me dijo que acababa de terminar estudios en filosofía (¡¿?! ...lo menos práctico que existe..!, todavía en Mozambique..!). Quería saberlo todo el Félix. Y la palabra estaba empeñada. Mi amigo Gerardo se instaló el año de la pera con su esposa en las salas del colegio de mi hermana a enseñar por las noches “antes del toque de queda” técnicas y trabajos paramédicos cuando no existían en Chile y eran muy necesarias. Mi mamá asistió a esas clases y se graduó de arsenalera quirúrgica. Nos hablaba del entusiasmo de Gerardo y Carla. Con un tesón admirable creó un instituto técnico profesional, luego otro y otro más y por fin la Universidad Santo Tomás. Yo le fui (patudamente y sin conocerlo) el '94 a pedir becas para los jóvenes de Peñalolén. El año 2000 Gerardo vino a visitarnos a la selva de Inhaminga porque quería impulsar una Universidad Santo Tomás en Mozambique. Sorteando cantidad de dificultades, en marzo recién pasado se inauguró solemnemente la Universidade São Tomé en Maputo. Félix estaba allí y le pedimos a Aníbal, Rector de la Universidad en Santiago una beca para él. Estaba Benito también esa mañana de domingo y se comprometió a encontrarle hospedaje en casa de algunos amigos o en la suya propia. Me puse a escribirles a muchos de ustedes pidiendo colaboración para hacerle una mesada a Félix en cada año que estudie (eligió sicología quizás para entender ahora a los filósofos...). Andrea se ha encargado de coordinar los aportes y Santiago los irá administrando. Enrique y Margarita han recibido a Félix en su hogar este domingo y caleta de hermanos y hermanas lo esperaban en Pudahuel. Es la Familia de Dios contando que la Comunión es posible, que es verdad que somos Buena Noticia unos para otros. La acogida es anticipar el Reino. Nadie, por ningún motivo, puede ser excluido. Nadie sobra. Eso lo aprendí de mi hermano Miguel Ortega que hace un mes y medio fue llamado por el Señor a continuar celebrando las bodas y la Eucaristía con todos en el Reino.

Un abrazo grande y, “...nos estamos mirando” (así decía Miguel cuando se despedía)

Kwenda

A F R I C A
63-03312-0
Bco. Santandersantiago

"Mision Mozambique"
 65.013.683-7


El P r i v i l e g i o d e D a r

No hay que morirse sin Africa en el corazón

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